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"El Octavo Día: Algunos clásicos personales"

"Daremos una lista de clásicos personales que, si usted viaja a una ciudad con librerías de viejo o gusta comprar por internet, puede correr el riesgo"
EL OCTAVO DÍA

MAZATLÁN._ Todo mundo recomienda novedades editoriales, hoy vamos a recomendar algunos libros descatalogados, es decir, obras que hay que bucear o encargar.

Textos de calidad que no siempre se encuentran disponibles porque las editoriales modernas le dan poca vida al libro en los estantes. Todo es líquido, hasta la forma de pensar y actuar.

Así que daremos una lista de clásicos personales que, si usted viaja a una ciudad con librerías de viejo o gusta comprar por internet, puede correr el riesgo.

Va la lista.

El Gran Meaulnes de Alan Fournier, es un clásico de la adolescencia que ha circulado muy poco. La edición de Bruguera en su colección club joven de los años 80 aún sigue siendo procurada. Es un libro para jóvenes y adultos nostálgicos

Emilio y los detectives, novela infantil, publicada en 1929 por Erich Kästner. Ha sido poco leída en México, aunque fue muy popular un episodio que hizo Disney en 1964 y fue transmitido por la televisión de los años 70.

Un niño que viaja a Berlín es robado en el tren, pero es ayudado por un grupo de niños llamados Los detectives. Una nueva versión de la moraleja de no confiar en extraños y a tono con series como Stranger Things.

País de las sombras largas, de Hans Ruesch, clásico juvenil ambientado en el entorno esquimal, hoy llamado Inuit. De entrada uno se asusta al ver que los esquimales guardan sus orines porque sus minerales son oro puro en un lugar sin tierra.

Los primeros navíos de la Marina mexicana, de Julio Verne, y El eterno Adán, relato apocalíptico de julio Verne que transcurre en el Rosario, Sinaloa.

Ligheia, novela corta de Giuseppe Tomaso de Lampedusa que narra el idilio de un profesor italiano con una sirena. La editó la UNAM en una colección de cuentos italianos prologada por Guillermo Fernández.

Dafnis y Cloe, autor: Longo. Ligeramente erótica es esta fantasía griega, pero fina.

Los nueve libros de la historia, de Herodoto: leyendo sus páginas al azar permite armar un libro de cuentos.

Leyendas prehispánicas, de Otilia Meza. La gran fiesta de Trimalción, que es un fragmento del libro El Satiricón de Petronio.

El libro es largo, pero hay que extraer el relato de la fiesta y de paso, léase el cuento de la viuda que llora a su marido en un panteón y es consolada por el centurión romano que vigila a unos crucificados moribundos, hasta que se le escapa uno por andar ligando en horario laboral.

De ratones y hombres. Novela corta de John Steinbeck que ocurre en el campo donde vemos cómo un anciano y un joven fuerte con mente de niño sobreviven trabajando en granjas por el sueldo de un solo hombre.

La mano en la trampa, de Beatriz Guido. Novela breve argentina, de misterio, donde una adolescente descubre un misterio en una casa. Todos piensan que hay un hombre deforme oculto o un fantasma y resulta que es una mujer que ya nunca salió a la calle porque la dejaron plantada en la iglesia. La incluyó Gustavo Sainz en su antología Ritos de iniciación, pero se consigue sola.

Una partida de ajedrez, de Stefan Zweig. Novela breve, ideal para niños y jóvenes ajedrecistas.

Confesiones de un pianista, Justo Sierra, que acabo de leer en internet y estoy buscando en papel. Yo no sabía que antes, en México, los velorios empezaban desde que estaba agonizando una persona y la familia llegaba a rezar y armar todo el protocolo, mientras se despedían por turnos, entre inciensos y veladoras. Un tiempo que ya no volveremos a ver.

Para eso es la literatura.

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