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"Columna"

"LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD"

"¡Los cada vez más frecuentes ataques de pánico!"
LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD
21/07/2018

Estoy inquieto, en las últimas dos semanas, al menos seis amigos han sido hospitalizados por diferentes síntomas, pero sus revisiones médicas presentan un común denominador: su nivel de estrés y el reto de manejar las presiones personales y laborales.

Debo confesar que hasta hace muy poco, mis juicios calificaban de “alarmistas” los hallazgos y las investigaciones de los efectos del estrés en nuestro nivel de productividad y sensación de bienestar subjetivo. Hoy me hace mucho sentido los datos que afirman que:

Los trastornos por depresión y por ansiedad son problemas habituales de salud mental que afectan a la capacidad de trabajo y son la principal causa de ausentismo en las empresas. Más de 322 millones de personas presentan trastornos de ansiedad (OMS 2015).

De acuerdo con un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud se estima que los trastornos por depresión y por ansiedad tienen un impacto negativo anual en la economía mundial mayor a los mil millones de dólares por pérdida de productividad.

Con la intención de explicarme mejor, utilizo el recuerdo del día que me tocó observar a un joven empresario, aparentemente con una vida llena de éxitos, experimentar su primer ataque de pánico o ansiedad. Estábamos en una amena conversación tratando de arreglar el mundo y nuestro futuro inmediato, desencapsulados del presente pasamos a navegar en el retador mundo de futuro; con sorpresa, poco a poco fui observando sudor, dificultad para dar sentido a la conversación, alteración de su respiración, fueron los primeros síntomas.

Obvio, como todo “hombre exitoso, seguro, decidido”, trató de calmarse, de minimizar lo que pasaba, buscó tomar agua, repetía constantemente que no pasaba nada, que algo le había caído mal, pero irremediablemente la ansiedad, el pensamiento derivado del miedo irracional se apoderaron de él, le resultó imposible calmarse, perdió el control de sus emociones, creyó que lo que pasaba por su mente estaba a punto de suceder, y en un acto casi instintivo comenzó a pedir ayuda. Terminamos en la sala de urgencias del hospital más cercano.

Importante comentar que, al llegar al hospital, encontramos conocidos que también observaban sorprendidos el cuadro de síntomas de mi amigo, la pregunta obligada: ¿qué le pasa a tu amigo? Una pregunta de la que yo mismo trataba de tener una respuesta confiable.

Mientras mi mente divaga en los juicios llega el internista, garantiza la toma de signos vitales, las lágrimas nunca vistas en el rostro del afectado y al acercarme a tranquilizarlo un susurro insistente: “No quiero que me pase nada”, “Quiero estar bien”.

Dos horas después, con receta en mano con una buena dosificación de tranquilizantes y relajantes, regresamos a casa. No éramos los mismos soñadores que planeaban un futuro, en silencio cada uno reflexionaba la experiencia vivida, el silencio se convirtió en el mejor acompañante del regreso, las miradas al infinito intentaban cerrar una conversación interna que apenas se había iniciado. Las suplicas del “Quiero estar bien” se transformaron en “¿Verdad que no estoy loco?”. Estoy seguro de que ninguno de los dos teníamos una respuesta lógica y que en ese momento preferíamos no pensar para descansar.

¿Cuántos casos como este conocemos o nosotros mismos lo hemos experimentado? Es tal el crecimiento de esta enfermedad mental que las alertas mundiales se han encendido para buscar en la educación emocional un constructor fundamental del bienestar subjetivo. Hoy, expertos mundiales buscan nuevas y mejores forma de intervenir para prevenir, porque es un hecho que los sistemas sanitarios o de salud serán insuficientes para atender tanta demanda de apoyo.

Otra cifra reveladora es que la depresión y la ansiedad son las principales causas a nivel mundial de discapacidad, y cuando no se atienden oportunamente, los casos más graves pueden llevar al suicidio. De acuerdo con la OMS, cerca de 788 mil personas se quitan la vida por este mal al año.

Mas inquietante aún, es que los accidentes automovilísticos ya no son la principal causa de muerte en jóvenes, hoy ocupa el primer lugar el suicidio.

Es un hecho que no podemos diagnosticarnos solos, que debemos pedir ayuda profesional, que son pocos los espacios donde se trabaja de forma sistémica esta enfermedad silenciosa. Pero que hay un mensaje esperanzador, sí tiene cura, más si te aseguras de ser intervenido de forma oportuna.

Hoy soy uno más sumado a la búsqueda de una vida más saludable física y emocionalmente, recuerda que se vale pedir ayuda.

Seguimos en contacto, Oscar García Coach.

 

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