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"Mazatlán"

"La Fórmula de la Felicidad: ¿Qué tan malo es sentir miedo?"

"Columna semanal"
LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD
03/04/2020

Mazatlán._7:00 de la mañana del martes 31 de marzo, preparando las prioridades del día, una sensación de enfoque es la que logro experimentar, es reflejo quizás de haber terminado la práctica mental de mindfulness, la caminata matutina y la activación de los hemisferios. Es entonces cuando hace su entrada triunfal la famosa Ley de Murphy, esa mítica creencia (incluso asociada a estudios científicos) de que: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”, y pues me tocó.

Llego a mis recordatorios personales y no puedo ingresar a la banca electrónica. Por ser fin de mes toca declaración anual, pago de nomina de la fundación, y agréguenle todo lo que tenía que suceder con solo ingresar al celular. Tengo que ir al Banco.

Entenderán que mis emociones al llegar a las instalaciones bancarias no eran muy positivas. En piloto automático y queriendo que el proceso sucediera a la brevedad, no soy capaz de darme cuenta del tamaño de la fila para ingresar a hacer mi tramite; muy precavidos, han marcado con cinta los puntos a detenerse, con la distancia correcta para cumplir el protocolo de distanciamiento físico. Entro en el aquí y ahora y me percato que son 78 personas antes que yo, inhalo y exhalo, acepto el reto, y me preparo para atender desde ahí mi segunda reunión virtual del recién iniciado día.

Obvio no llevaba audífonos, tenía 78 espectadores de mi conversación, pero afortunadamente la cola llegaba más allá de la banqueta, así que no podían limitarme el uso del celular (uff, algo positivo). Dentro de la conversación surgen los temas: el home office, la saturación de oferta de cursos y actividades on line, y claro, el tan de moda COVID-19. La pila del celular cumple su cometido y hace que mi mundo ya no sea la pantalla del móvil, sino el contexto y el entorno que me rodea.

Decidí observar y escuchar las conversaciones como una forma de sensibilizarme más de las emociones que esta contingencia mundial provoca. Mi primer punto de atención es una señora de unos 75 años, quien conversa con un jovencita de unos 13 años, su tono y corporalidad muestran una transparente nostalgia, la awi (como la llama su nieta) asume que es un castigo de Dios por lo mal que nos hemos portado. La niña abre los ojos al tamaño de un plato y le dice: “Yo me he portado bien, ¿qué culpa tengo de los que se portan mal?”, y sin una gota de piedad bondadosa reitera “¿Por qué tenemos que pagar justos por pecadores?”. Para no pecar de imprudente y emitir algún sonido, decidí cambiar el foco.

Una madre protegida con guantes, cubre boca y atomizador con antibacterial, luchaba (de forma literal) por contener a un inquieto niño de aproximadamente 5 años. Imagínense, si uno se harta, ¿cómo controlar esa energía contenida en un cuerpo tan pequeño? Mejor, imposible, rodaba por el piso, se metía entre las piernas del que podía o se dejaba. Tocó los límites de la amorosa madre, que con un grito de desesperación le dice: “¡Saliendo de aquí te llevo y te dejo con tu padre!, para que te ponga unos dhgsfdaghah”. El pequeño suelta un grito más fuerte que el de ella, desafiándola y asegurándole que no se va a quedar con su papá; cuando el grito se transforma en berrido, surge de un rostro enfurecido la mano violenta que se convierte en una cachetada novelesca que impacta el rostro del infante, si la cara del niño se desfiguró, los rostros de asombro de muchos de nosotros también. Tan solo habían avanzado 11 personas en la línea.

Recuerdo que en mi carro traigo un libro, así que al instante solicito a los vecinos de aventura de la espera si me cuidan mi lugar y me lanzo por mi entretenimiento. Un libro muy adhoc al momento, “El arte de comunicar malas noticias con humanidad”, sorpresa o Dioscidencia porque al llegar a la pagina 51, el título del capítulo me atrapa: “Comprende las oportunidades que esconde el miedo”.

Dos historias diferentes he observado y en las dos existe la tendencia natural de educar con base en el miedo, para luego quejarnos por sentir que el miedo nos paraliza. ¿En qué momento de nuestra vida dejamos atrás este tipo de historias, para entender que debemos aprender a vivir con miedo y, en medio de él, descubrir una de esas grandes lecciones que la vida nos tiene preparadas?

Hoy que la contingencia mundial más desafiante está ante nosotros, muchos no hemos sido capaces de parar un momento y descubrir las oportunidades que están frente a nosotros. Por ello afirmo con certeza: el miedo solo es un problema cuando le tienes miedo a tus miedos.

Innumerables estudios de las emociones nos afirman que el miedo sirve para sobrevivir porque es un mecanismo adaptativo a un entorno que, en ocasiones, nos da motivos para temerlo. No es malo tener miedo ya que es el que define nuestra capacidad para reaccionar rápidamente ante situaciones peligrosas, así es como nos retiramos cuando existe una amenaza. Interpretando que la amenaza puede ser para nuestra vida, pero en muchas ocasiones será para nuestra autoestima, seguridad y desde luego para nuestro autoconcepto.

El reto con cualquier emoción es cuando nuestros juicios limitantes e interpretaciones hacen que sintamos miedo de forma disfuncional, es decir, lo que ocurre a consecuencia de sentir ese miedo es aún peor que lo que ocurriría si no lo sintiéramos. Podemos concluir que sentir emociones es positivo, siempre es positivo sentir cualquier emoción, ya que tienen algún tipo de utilidad y nosotros debemos sentir nuestras emociones con libertad en lugar de reprimirlas o tratar de controlarlas. ¿Cuántas historias como las de la abuelita o la madre protegida tenemos que superar para hacer disfuncional nuestro miedo?

Seguimos conectados en mi página @LicOscarGarciaCoach, así mismo te recuerdo que este domingo a las 11:30 horas, tiempo del Pacífico, tendremos un LIVE con expertos que nos compartirán tips positivos ante la adversidad.

 

 

 

 

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