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"Las alas de Titika: Ella"

"Esa niña cumple ahora 70 años y en todo este tiempo, quién no podría decir algo sobre su temple; su entereza"
LAS ALAS DE TITIKA

—¿Qué comes que estás tan bonita y chapeteada?, —Tortillas con sal y a veces sin sal porque no tenemos. Quizá en su respuesta de niña, ella no sabía lo que decía. Pero esa respuesta me ha dicho todo sobre su carácter. Esa niña cumple ahora 70 años y en todo este tiempo, quién no podría decir algo sobre su temple; su entereza. Quien la conoce sabe de sus modos, de sus formas. Si se trata de preparar comida o bebida, ella no sabe de pringas. Si con dos kilos es suficiente, ella pide cuatro, pues no vaya a ser. Quizá en su cabeza quedó toda esa escasez de la infancia; todo eso que no tuvieron en ese pueblo solitario enclavado en la sierra. A veces es necesario mencionar algunas cosas importantes de la vida. Hoy es necesario hablar de ella.

Su historias se ha acompañado del hombre de quien se enamoró desde que era una jovencita. Convertidos en padres les dijeron a sus hijos: “No queremos que estudien para que nos den algo, lo que queremos es que algún día lleguen a valerse por ustedes mismos. Cuando eso pase será suficiente para nosotros”. Los hijos no saben si ha sido suficiente, pero es algo que les ha dado confianza para buscar la propia vida.

La primera vez que salió de su pueblo fue para curar a uno de sus hijos; ella y su esposo lograron llegar a la Ciudad de México y vencieron las secuelas de polio; lograron que su hijo volviera a caminar sin muletas. Una de sus hijas se cortó una pierna; ella y él corrieron al Seguro Social, llegaron a tiempo y la niña no tuvo ningún problema para volver a caminar. Pendientes de la cuna que, fuertemente, mecía el más sonriente de sus hijos; supieron contener el vuelo y han intentado que —hasta su adultés— éste no se destruya la cabeza. Amorosamente supieron acompañar a la más pequeña, quien perdía el conocimiento y la conciencia a cada rato —evitaron que cayera en la irremediable locura—

¿Ingeniosa?, solo ella. No hay cubeta que se desperdicie; se llena de cemento y ya sirve de base para un ventilador. ¿Una manguera tostada por el sol?, con unos hoyos queda lista para hacer el riego más moderno. Una lámina con hoyos y ya tiene un cedazo. ¿Una cama más grande? con un fierro soldado; ¿un colchón más chico?, se parte en dos y ya está. ¿Ropa vieja?, toda aquella que dejaban sus hermanas siempre sirvió para hacer los vestidos y camisas de sus hijos. Decía que había que ser acomedido —palabra de mucha valía entre los suyos— pues una gente así donde quiera cabe. Había que ser gente buena, gente de bien.

Sin haber terminado la primaria, han logrado mucho más que cualquiera de sus hijos. Se cambiaron de pueblo con 145 pesos en la bolsa y ahora pueden decir que son dueños del pedazo de tierra donde duermen, donde comen, donde trabajan, donde reciben siempre, y a todos, con la mayor alegría, como si todavía todos fueran sus niñitos.

Creo que los nombres sí tienen una carga grande. Ella siempre ha mencionado a su abuela —quien tuvo su mismo nombre— y creo que tiene todas sus sabias enseñanzas. Ella valora y respeta a sus ancestros y ha intentado enseñar ese valor a los que vienen detrás.

Para el final de esta pequeña historia sólo quiero decir que si hoy tuviera que describir con una palabra a esa niña bonita y chapeteada usaría principalmente la palabra GENEROSIDAD, pero también para describir a mi madre tendría que usar más frases y palabras: es un ser bondadoso, amorosa, confiable, emprendedora, trabajadora, incansable, inteligente, ingeniosa, entusiasta, poderosa, enérgica, fuerte, discreta, silenciosa, prudente, valiente, independiente, agradecida, optimista, amistosa, vital, acomedida y… con carácter. Sólo espero que sus siguiente años vengan con muchas alegrías y que cuando lleguen días tristes —como hemos tenido— sepamos siempre estar a su altura. ¡Feliz cumpleaños!

Comentarios: majuliahl@gmail.com

 

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