"Milagros y la necesidad de ser madre"

"Cuando fue encarcelada por robo de vehículo y casa, decidió ser madre porque “quería tener un bebé” y “conocer su sangre”, dice la mujer desde el centro penitenciario de Mazatlán"

Presa por robo de casa y vehículo, Milagros, de 24 años, decidió ser madre y se embarazó en el Centro Penitenciario El Castillo, en Mazatlán. En el encierro, su hija celebró su primer año de vida.

Sabía que la cárcel no era el lugar apropiado para el primer hogar de su bebé, pero no le importó.

Para su suerte, su embarazo y el parto no se complicó. De haber resultado lo contrario, ella ni su hija habrían tenido acceso a atención médica de urgencia porque en este penal sólo hay un consultorio de atención preventiva, un médico general, y dos enfermeras. No hay servicio regular de ginecólogo ni pediatras.

El 17 junio de 2017 fue excarcelada y trasladada al Hospital General de Mazatlán para que naciera su bebé Mía Yamilet.

Milagros fue sentenciada a nueve años y ocho meses por de robo de vehículo y a casa habitación. Le faltan menos de tres años para cumplir su condena. Ahora su plan es apelar a la buena conducta y salir antes de lo dictado por el juez.

Hace semanas celebró, en prisión, el primer cumpleaños de Mía Yamilet. Ella es una de los cuatro niños menores que convive con su mamá en este centro de readaptación femenino.

En el penal, Milagros trabaja tres horas: por las mañanas hace mandados a internas y reclusas. Durante ese tiempo, su hija permanece al cuidado de una enfermera y otras presas voluntarias en la estancia infantil que requiere más personal ante la múltiples labores que genera su operación durante el día.

Por las tardes, Milagros recoge a su hija de la estancia y la lleva a todo lugar que va. Entran y salen juntas de la celda, van a los lavaderos y cruzan los filtros de seguridad para ir de un patio a otro a jugar.

 

-¿Y por qué te embarazaste estando aquí?

Porque yo quería conocer mi sangre... no me causó problema, yo quería tener una bebé. Es sana, casi no se enferma. Si me esperaba a salir, ya iba a estar más grande, y pues, yo quería encargar.

Como en otros penales del Estado, en éste la manutención de los niños no está a cargo de las autoridades, sino de sus familias. El esposo de Milagros también estuvo preso y cumplió la condena, ahora trabaja en un taller de herrería. Cada semana le lleva pañales, leche y ropa para la bebé.

“Su papá se encarga de eso, a él le cuesta”, dice.

La infraestructura de este centro femenino inaugurado en 2009 está diseñada para albergar a las presas, pero no a sus hijos. Este lugar no tiene celdas especiales para los niños. Tampoco hay columpios, resbaladillas, ni tranca palancas.

En este centro penitenciario sólo hay acceso a la puerta principal, hasta el área de visita, por lo que no fue posible constatar cómo viven los niños más adentro en las celdas, pero Milagros asegura que su carraca en la que vive es amplia, limpia y que la alimentación que recibe es buena.

Pero lo que señala la Comisión Nacional de Derechos Humanos en su informe especial de 2015 es contrario a lo que dice Milagros.

“No se proporciona alimentación especial a los menores que viven con sus madres internas; internas señalaron que los alimentos son de mala calidad”.

 

-¿Y quieres tener más hijos?

Aquí adentro no, afuera sí.

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