"REALIDADES / DELITO DE TRATA"

"El consumo de personas: una realidad de consumo"

Mercedes Alejandra Martínez Martínez

Con base en la violencia y desigualdad que se vive todos los días, se podría afirmar que nos hemos vuelto insensibles al sufrimiento del otro y hemos generado una visión egoísta del mundo. Todos nuestros esfuerzos están en asegurar el goce y bienestar propios, así sea a costa de otros, como sucede con la trata de personas, ya que esta práctica y delito es la máxima expresión de la cosificación de las personas.

En México, el daño no solo se gesta en la generación de recursos para la trata, sino también, en el consumo que aumenta cada día. ¿En qué momento dejamos de ver a las personas por quiénes son y comenzamos a señalarlas por lo que pueden ofrecer?

Traficando con personas

El tráfico de personas es un fenómeno difícil de entender; su documentación suele ser complicada por la gran diversidad de modalidades en las que se presenta, por el ocultamiento de las víctimas y por el riesgo que representa para el investigador indagar entre los círculos delictivos y las mafias. Esto, sin mencionar la complejidad ética, sicológica y social que entraña la comprensión de este fenómeno.

Podemos entender la trata de personas desde dos enfoques, uno que es puramente legal y otro más humanista. Según la Ley para prevenir y sancionar la trata de personas:

Comete el delito de trata de personas quien promueva, solicite, ofrezca, facilite, consiga, traslade, entregue o reciba, para sí o para un tercero, a una persona, por medio de la violencia física o moral, engaño o el abuso de poder para someterla a explotación sexual, trabajos o servicios forzados, esclavitud o prácticas análogas a la esclavitud, servidumbre, o a la extirpación de un órgano, tejido o sus componentes.

Por su parte, Lydia Cacho en su libro Las esclavas del poder, define la trata de personas como:

La captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, a abuso de poder o a una situación de vulnerabilidad, así como la concesión de una persona que tenga autoridad sobre otra, todo ello con propósitos de explotación.

Ambas definiciones coinciden en una agresión deliberada y sistemática hacia otra persona. Señalan el cometer una acción dañina para el otro con completa conciencia de ello y total desensibilización del sufrimiento ajeno. Además, ambas definiciones sugieren un trato mercantil de los seres humanos. A pesar de las diferentes perspectivas, caemos en el mismo punto: la trata de personas despersonaliza al individuo.

Las caras de un mismo problema

Cuando se habla de trata de personas, es importante considerar las diversas modalidades de la misma. A nivel mundial, el 79% de los casos se presentan con fines de explotación sexual comercial, un 18% de los casos son traficados como servidumbre doméstica, un 3% son traficados como matrimonios forzados -lo cual es una costumbre legal en algunos países-, y un porcentaje poco documentado incluye la extracción de órganos, la explotación de niños y niñas para la mendicidad y los niños vendidos como soldados.

La explotación sexual comercial o prostitución forzada es la modalidad de trata de personas más recurrente y documentada, y en ella se sostiene la industria del sexo.

Esta última actividad resalta la degradación de la persona a nivel de mercancía para las industrias de la prostitución, del turismo sexual y de la pornografía. La trata de personas con fines de explotación sexual ha crecido de forma exponencial en los últimos años y es un problema de presencia mundial; podríamos decir que es la esclavitud del siglo XXI.

Lydia Cacho afirma que hay tres elementos que permiten que la trata de blancas sea la industria ilegal más rentable después del narcotráfico: "la protección de hombres de poder, el crimen organizado que sustenta estos males sociales, la corrupción del Estado y la visión androcéntrica que protege los intereses masculinos".

Esta última tiene un peso de gran importancia ya que especialmente nuestra sociedad mexicana tiende a proteger los intereses masculinos sobre los femeninos como parte de una tradición machista y patriarcal que se instauró desde los tiempos de la conquista de América, como expone Octavio Paz en su ensayo Los hijos de la chingada. Es esta mentalidad androcéntrica la que impera entre los consumidores de la trata de blancas y en eso radica el dilema ético. Los consumidores son los que tienen el control sobre el mercado, por lo tanto, son los consumidores los esclavistas últimos de todas las mujeres y las niñas explotadas.

Un dato aterrador: en 2009 la Universidad John Hopkins realizó una investigación llamada Project Protection en 175 países. Los datos reflejaron que 1.39 millones de personas en el mundo son sometidas a la esclavitud sexual, especialmente mujeres y niñas.

La rentable industria de la satisfacción de deseos

¿Cuánto vale una persona? Para la industria del sexo, las personas son materia prima, y ha encontrado la forma de obtenerla de forma gratuita. A partir de este tipo de esclavitud se ha construido un imperio, una red de comercio de presencia mundial.

Según el mapa del estudio sobre la trata de personas en México del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, el único país del mundo que no registra la trata de personas para la explotación sexual comercial es Namibia, ubicado en el sureste de África.

El resto del mundo está implicado en el tránsito, destino u origen de la trata de blancas. Por lo tanto, si todo el mundo participa de este fenómeno es porque hay una demanda mundial de sus servicios.

Tailandia, Camboya y Japón son los tres principales países productores de prostitución en Asia, y no es de extrañar que así sea ya que el 70 por ciento de su población masculina paga por sexo; es decir, entre 450 mil y 500 mil hombres pagan por servicios sexuales con niñas y adultas. Esta gran industria no ha pasado desapercibida en la comunidad internacional. Tan solo Tailandia recibe 5.1 millones de turistas sexuales al año.

La trata de personas con fines de explotación sexual es un negocio que ha llegado a generar 32,000 millones de dólares al año y que, por el mismo tamaño del negocio, representa una auténtica amenaza a nivel internacional. Hay que recordar que el sistema capitalista brinda a los ciudadanos la posibilidad de satisfacer sus deseos y necesidades mediante el consumo. Se trata de la evolución de la tradición milenaria del trueque, que permite el desarrollo social por medio de la producción, sin olvidar el poder que otorga a los individuos para que ellos regulen al mercado por medio de la ley de oferta y demanda.

El término sociedad de consumo se ha convertido en un adjetivo peyorativo que han utilizado muchos estudiosos para plantear sociedades materialistas, individualistas y no solidarias cuando, en realidad las sociedades de consumo son lo más natural que existe, ya que consumir no es una actividad exclusiva de los seres humanos. Sin embargo, aunque el consumo no es en sí mismo incorrecto, el abuso del mismo es fácilmente corruptible y he aquí la razón de la sociedad disfuncional en la que vivimos hoy en día. La visión más irresponsablemente hedonista, proveniente del capitalismo, provoca que los consumidores se muevan en dirección a la satisfacción de sus deseos más que de sus necesidades. Y no importan cuáles son esos deseos si se tiene mucho dinero y nada de escrúpulos.

La necesidad de hacer algo

Los sistemas sociales condicionan fuertemente al individuo. Por ejemplo, creemos que la función de todo lo que nos rodea es estar a nuestro servicio, que podemos disponer de todo para nuestro beneficio y para la satisfacción inmediata de nuestros deseos.

El hedonismo que justifica la peor cara del capitalismo ha llevado a la sociedad al punto en el que llegamos a consumir personas en nuestra búsqueda de satisfacer nuestros deseos. Nos orientamos hacia la peor versión del hedonismo creyendo que encontraremos placer, pero esto solo nos deja más vacíos y con más ansiedad por consumir de nuevo. Tal vez sea esta razón la que explique la recurrencia de los consumidores a los servicios de la trata de blancas: la satisfacción siempre será pasajera.

Nuestra sociedad necesita que comencemos a tomar medidas para despertar la empatía, para que entendamos que todo lo que le pase al otro me afecta a mí también. Si vivimos en una sociedad en donde el comercio con personas está normalizado, nada impide que todos nos convirtamos en mercancía.

La autora es estudiante de la Licenciatura en Comunicación y Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara.

 

Responsable

Ernesto Diez Martínez Guzmán

Comentarios

diez.martinez@itesm.mx

 

“Las opiniones expresadas en esta página son responsabilidad de sus autores. No necesariamente representan el punto de vista del Tecnológico de Monterrey”.

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