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"Testigo colombiano narra cómo vivía el Chapo en el Triangulo Dorado"

"Alexis Cifuentes dijo en su declaración ante la Corte del Distrito Este de Nueva York que al capo lo visitaban sus esposas y amantes"

Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias el Chapo, ordenó matar a Christian Rodríguez, el ingeniero colombiano de comunicaciones del Cártel de Sinaloa, cuando se enteró de que éste colaboraba con las autoridades estadounidenses. Así lo aseguró este lunes, Alex Cifuentes, un testigo en el juicio que se lleva a cabo en la Corte del Distrito Este de Nueva York contra el capo sinaloense.

Según el testimonio del narcotraficante colombiano de 51 años de edad, el Chapo le dijo por teléfono en el año 2012 que el ingeniero que había trabajado para el Cártel desde hacía varios años, era quien había ayudado a las autoridades estadounidenses a arrestar a Jorge Cifuentes, su hermano.

“¿Y que hizo usted?”, le preguntó la fiscal Gina Parlovecchio al testigo. “Empecé a buscarlo”, respondió Cifuentes. Sin embargo, la búsqueda para asesinar al ingeniero no dio resultado, porque Rodríguez huyó a Estados Unidos en 2013 y la semana pasada dio su testimonio como testigo protegido en el juicio contra el Chapo.

Guzmán Loera espiaba los teléfonos de sus parejas sentimentales y de decenas de allegados con un programa informático que fue intervenido por el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), con ayuda de Christopher Rodríguez.

El hacker colombiano trabajó para el capo sinaloense en 2008 y años después colaboró con las autoridades estadounidenses de forma secreta, mismas a las que les ayudó a instalar un sistema de geolocalización GPS en el celular de Jorge Cifuentes, quien rindió testimonio durante este mismo juicio el pasado mes de noviembre.

El testigo -que comenzó a testificar desde el jueves pasado- también aseguró que el Chapo trabajó durante años -desde finales del 2007 hasta el arresto de Cifuentes en noviembre del 2013-, en planes para un libro y una película sobre su vida, cinta que el mismo capo deseaba dirigir.

La idea fue de Angie, la primera esposa de Alex Cifuentes, quien dijo al capo sinaloense que él debía hacerla y embolsarse el dinero del eventual éxito de taquilla y no regalar la oportunidad a un gran estudio cinematográfico. “Se lo recomendó al señor Joaquín porque lo sacaban mucho en las noticias y en todos lados”, indicó el testigo. Al Chapo “le encantó la idea”, contó al jurado.

“¿Qué papel tenía el acusado en la película?”, le preguntó la fiscal Gina Parlovecchio al testigo. “El director”, respondió Cifuentes. Según el colombiano, el Chapo también contrató a un productor colombiano llamado Javier Rey para que le ayudara con el guión, y tanto él como sus familiares le dieron información, señaló.

Tras el arresto de Cifuentes, un borrador del proyecto cinematográfico fue entregado a Jimmy, un sobrino de “El Chapo”, hijo de su hermano Iván, y otro borrador fue enviado “a los abogados de Joaquín”, afirmó el testigo colombiano.

Cifuentes aseguró que vivió y trabajó con Guzmán Loera en las montañas de Sinaloa entre 2007 y 2009. El testigo contó al jurado como al Chapo lo protegían decenas de pistoleros, además de las constantes visitas de sus mujeres, las fiestas, cómo huía cuando el Ejército estaba cerca de su escondite, y las fiestas en las que le regalaban vehículos de lujo.

“Cambió muchísimo para mal, porque el Ejército comenzó a corretearnos muchísimo más”, contó el décimo testigo, durante la novena semana del juicio contra el capo sinaloense. “Nos tocaba a veces dormir hasta en la tierra porque no podíamos llegar a un campamento. Siempre estábamos en alerta roja porque los helicópteros sobrevolaban en el área donde estábamos”, relató Cifuentes.

El colombiano se describió a sí mismo como “el brazo derecho y el brazo izquierdo” de Guzmán Loera. También narró la rutina del capo sinaloense despertando al mediodía cuando no había alertas sobre operativos del Ejército, o las veces que su esposa Emma Coronel Aispuro subió a la sierra a prepararle enchiladas, o las visitas de sus otras “esposas”.

Cifuentes afirmó que se mudó al Triángulo Dorado para conectar los negocios de distribución de cocaína de su familia con el Cártel de Sinaloa. Primero vivió en la comunidad de Las Trancas, donde se cultiva mariguana. Ahí la organización tiene cabañas “humildes” en las que descansan los vigilantes y se almacenan cosas, según su relato.

Con el tiempo se ganó la confianza de Guzmán Loera y compartió con éste en varias cabañas ubicadas en distintos poblados de la sierra. Dichas viviendas cuentan con generadores eléctricos, servicio de televisión satelital, cocinas, refrigeradores, lavadores, secadoras y usualmente tienen ventanas con vidrios polarizados. Sin embargo, sus fachadas no son lujosas, sino de madera “para no llamar la atención del Ejército”.

Cifuentes narró, además, que acudió a las “extravagantes” fiestas del Chapo. Por ejemplo, la ocurrida el 4 de abril de 2008, en un cumpleaños de Guzmán Loera, en el cual “le regalaron relojes, carros y motocicletas”. En esa celebración, su socio Dámaso López Núñez, alias ‘El Licenciado’, le dio una camioneta pick up de color blanco; y sus hijos, una Hummer con pintura de camuflaje.

Para proteger al capo, un ejército integrado por unos 50 pistoleros se distribuía en las inmediaciones de su guarida de turno, pero cuando se desató la batalla contra el cartel de los Beltrán Leyva, se quedaba 20 días en una de sus casas en las montañas y al mudarse usaba a otros guardias para borrar su rastro.

Sus pistoleros recibían un pago de unos 20 mil pesos cada 20 días. La vestimenta solía ser uniformes de tipo militar para confundirse entre la jungla y jamás se apartaban de los rifles de asalto, las bazucas y hasta de rifles calibre 50, capaces de derribar un helicóptero. Guzmán Loera, afirmó Cifuentes, siempre portaba su arma favorita, una pistola 38 Súper que tenía diamantes y las iniciales “JGL” en las cachas.

Según Cifuentes, la nómina total, que incluía a siete empleadas domésticas, así como a decenas de agricultores de mariguana y amapola, costaba entre 150 mil y 200 mil dólares cada mes. “Para alimentar a tanta gente había una persona encargada de comprar alimentos en Culiacán y los subían a la sierra en camionetas o en avionetas”, lo que el testigo colombiano describió como “una caja chica fluida”.

“¿Quién visitaba al acusado?”, preguntó la fiscal federal al testigo colombiano. “Socios, amigos, hermanos, sus hijos, sus esposas”, respondió. Entre ellas Emma Coronel Aispuro, de quien dijo, estuvo “poco” al lado de Guzmán Loera en las montañas.

“Al señor Guzmán le gustaba que ella le hiciera enchiladas suizas”, aseguró sobre Coronel Aispuro, sobre quien la Fiscalía federal había presentado otra vez al jurado una fotografía de ella. La semana pasada, un agente del FBI mostró mensajes privados que la involucran en los negocios ilícitos de su marido.

También lo visitaban Griselda Blanco, quien se encargaba de recibir las propiedades que le daban al Cártel como pagos por deudas de droga. Además, a la sierra acudían una profesora y otras amantes del capo, contó Cifuentes, quien narró que el Chapo no solo tenía guardaespaldas en sus escondites, sino secretarios que le ayudaban en sus actividades diarias y a agendarle reuniones.

Uno de ellos era el propio Cifuentes, quien se encargada de “hacer las ventas [de droga] en Nueva York, recolectar los dineros, sincronizar la entrega de mercancía con los distribuidores”, así como comprar más estupefacientes, detalló el testigo colombiano.

“En un día normal” en el que nadie alertaba al Chapo sobre la presencia del Ejército, este se levantaba al mediodía, desayunaba y revisaba los mensajes de sus socios. Cifuentes solía verlo “caminando debajo de los árboles, hablando [por teléfono] con las personas que pedía que le comunicaran”.

En ocasiones, narró el testigo, el Chapo mandaba comida a pequeños pelotones del Ejército para que no destruyeran los plantíos de mariguana y amapola, advirtiéndoles que si no la aceptaban “les daría balas”. Además, según Cifuentes, el Chapo pedía: “solo me hablas 5 minutos antes que el Ejército esté cerca, aunque sea en pelotas salgo corriendo”.

Por otra parte, según el testigo colombiano, el Chapo no dudaba en utilizar la violencia cuando lo estimaba necesario. Por ejemplo, con Memín, un joven empleado mexicano que le robó dinero para comprarse en Honduras un Mercedes Benz a escondidas, ordenó darle una paliza que lo dejó “enyesado de pies y manos”.

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