"El rostro de la muerte"
OCTAVIO OCAMPO
MAZATLÁN._ A lo largo de la historia de la humanidad, las sociedades han recurrido a distintos tipos de rituales mortuorios para dar el último adiós a los seres queridos que han dejado el plano terrenal para partir al plano espiritual.
En la antigüedad, los griegos representaban al guardián de la muerte como Thánatos, deidad encargada de las muertes sin violencia, su imagen asemejaba la de un hombre tranquilo que recogía las almas para llevarlas al eterno descanso.
Con el paso de los siglos, la imagen y el nombre de Thánatos se fue deformando al grado de ser identificado como el ángel de la muerte, luego este término dio paso al de la muerte, su imagen, la de un esqueleto vestido con un manto negro sosteniendo una guadaña, probablemente sea atribuida a la obra literaria La Divina Comedia de Dante Alighieri, escrita entre los años 1304 y 1321.
En la actualidad emplear el término Tánato engloba todo lo relacionado a la muerte.
Tanatopraxia: embellecer a la muerte
La tanatopraxia es el proceso que involucra distintos métodos para higienizar, conservar, restaurar, reconstruir, embalsamar y proporcionar una apariencia estética de un ser humano que ha dejado de existir, respetando normas morales, éticas y religiosas de los familiares del occiso; es la sensibilidad para entregar a la familia a un ser que asemeje estar dormido, con cara sonriente y un cuerpo en paz.
El encargado de realizar los procesos se llama tanatopractor o comúnmente conocido como embalsamador, quien mediante el uso correcto de los métodos y técnicas, busca detener temporal o definitivamente el proceso de descomposición orgánica del cuerpo, para que los deudos realicen el ritual funerario sin vivir un proceso traumático al despedir a su ser querido.
Realidad funeraria
Según cifras y datos obtenidos del Consejo Mexicano de Empresas Funerarias, en México se estima que existen 3 mil 500 funerarias registradas, sin embargo, no se cuenta con un padrón que determine si éste es el número total de empresas dedicadas al ramo o existen más debido a la proliferación de las llamadas "empresas patito".
Hay empresas funerarias que cuentan con personal capacitado ya sea académicamente o empíricamente, se encargan de dignificar un oficio visto por la sociedad con morbo.
Existen instituciones como el Instituto Politécnico Nacional, la Asociación de Técnicos Embalsamadores (Atembal), la Asociación Mexicana de Funerarios Embalsamadores y Técnicos en Autopsias S.A (AMFETA) que brindan capacitación profesional con reconocimiento y validez académica a los trabajadores.
No obstante muchos de los que ejercen el oficio de manipular a los muertos han recibido los conocimientos propios de la materia de la experiencia día a día.
José, un tanatopractor con vocación
"Cuando yo era chavalo me daba curiosidad ver cuando entraban con los cuerpos al interior de una funeraria, me asomaba para ver algo, un día unos amigos me dijeron que por qué no entraba a trabajar a una, le pedí la oportunidad al dueño de una que ahora ya no existe, le dije que jamás había visto un muerto pero que quería trabajar con él, dejé mi anterior trabajo y me quedé en la funeraria".
"Recuerdo que ese día salió un servicio con cinco cuerpos, en aquel entonces yo tenía 21 años, era la primera vez que me tocaba hacer algo así, el dueño me enseñó cómo hacer las cosas, pero esa vez tuve que sacar el 'jale' sin maestro así no 'más con lo que ya había aprendido, luego al concluir la preparación de dos de los cuerpos llegó y me dijo, vas a ser bueno en esto".
José Luis Rey Moreno, de 44 años, es originario de Escuinapa, Sinaloa, lleva dedicando al mundo de las funerarias 18 años de su vida.
Su labor es la de preparar y embalsamar los cuerpos de las personas que por distintas causas han muerto, ha laborado en distintas funerarias y es uno de los más reconocidos por su antigüedad y trabajo en el ámbito.
"Este trabajo debe hacerse con respeto, mirando al difunto como uno se va a ver, hay que solicitarles autorización para tocarlos, el alma de los difuntos continúa un tiempo cerca del cuerpo, que sigue siendo suyo, por eso les pido permiso y los persigno.
"Siempre he tratado de ayudarlos a ellos y a su familia, cuando trabajo pienso que ésta va a ser la última vez que muchos de sus seres queridos van a ver el cuerpo del difunto, pienso que debe ser un momento a pesar de lo triste y lo difícil, bonito, pues deben ver a su familiar dormido, descansando y con la paz que ha llegado a éste".
José, un hombre de carácter humilde, sencillo y con valores, comentó que inició su labor junto a dos embalsamadores que prestan sus servicios a otras casas funerarias.
"Este trabajo es muy celoso, pienso que no cualquiera puede hacerlo pese a que tenga la capacidad o los estudios para hacerlo, siento que hay que tener el temple para pasar por momentos tristes, para saber dar una palabra a la familia y para tener paz en la sala.
"Muchas veces cuando uno entra a trabajar con problemas o renegando, las cosas no salen y aunque uno se esfuerce por terminar y dar el toque final, simplemente no se puede".
A lo largo de los años José ha tenido que vivir muchas experiencias en su trabajo como tanatopractor, ha tenido que leer y documentarse, oír consejos y compartir experiencias de gente que considera experimentada, incluso ha vivido experiencias sobrenaturales que le han hecho sentir miedo.
"Tengo mucho respeto a la muerte y claro que le tengo miedo, pero sé que es algo natural, uno debe nacer, crecer, reproducirse y morir, a todos nos tiene que pasar tarde o temprano, por eso trato de hacer mi trabajo bien".
Existen muchos mitos sobre la industria de los servicios funerarios, algunos dicen que los cuerpos abren los ojos o la boca, otros que cuentan que los difuntos se sientan o mueven las extremidades, mitos que han hecho que esta labor sea vista como morbosa.
"Hemos tenido experiencias que podemos atribuir a lo sobrenatural (...) al interior de la sala de preparación uno debe quedarse con esas situaciones y hacer las cosas profesionalmente, da miedo, a uno se le eriza la piel de estar solo y que sucedan esas cosas, pero para eso antes de meter a alguien a su ataúd, les prendo una vela unos 10 minutos y pido para que Dios los reciba.
José dice que prefiere el anonimato a tener que ser conocido por los familiares del difunto, ya que no le gusta ver esto como un negocio ante el dolor de los demás.
"Nosotros aquí trabajamos con muchos materiales sencillos, ocupamos soluciones y sustancias que si no se conoce la cantidad exacta que debe usarse, se puede hacer un daño al cuerpo que muchas veces ni el maquillaje lo tapa".
La familia es importante en la labor que José hace, pues contar con su apoyo para él ha sido muy importante, su hijo sigue sus pasos, pues le apasiona dedicarse al oficio que su papá le enseñó.
"Así he tratado de enseñar a mi hijo, quiero que él aprenda lo que a mí me tomó 18 años lo más pronto que se pueda, que no olvide que jamás un difunto debe verse con lástima, ni con asco, al contrario hay que hacer ameno el rato con él cuando lo trabajamos".
Dedicado a una labor para muchos mal vista, José Luis trabaja en la funeraria con el mismo gusto con el que lo hacía desde aquella primera vez y se llena de orgullo de contar sus experiencias, de compartir que sigue sintiendo miedo, que no pierde los nervios ni la sensibilidad y que a pesar de todo lo que se piense, pocas manos pueden dedicarse a hacer eso que él hace con el corazón.
"Tengo mucho respeto a la muerte y claro que le tengo miedo, pero sé que es algo natural, uno debe nacer, crecer, reproducirse y morir, a todos nos tiene que pasar tarde o temprano, por eso trato de hacer mi trabajo bien".
José Luis Rey Moreno