"Sobrevivientes en el abandono"

"A 7 años de dejar su pueblo tras la matanza de 12 personas, sigue su peregrinar"
06/11/2015 06:43

    COSALÁ._ No bastó el asesinato de sus padres, esposos, hijos o nietos: después vino el éxodo de su comunidad y luego el peregrinar de un lugar a otro para sobrevivir. Pero también con ello llegó, o siempre estuvo allí, el abandono de todas las autoridades.
    Hoy, aquellos campesinos que hace 7 años abandonaron El Limoncito de Alayá después de la matanza de 12 pobladores, sobreviven a como pueden...
    Algunos, los más viejos, han encontrado empleos temporales como veladores, como Reynaldo Félix y Crisóforo López; otros recibieron asilo de familiares en colonias de Culiacán.
    Pero algunos prefirieron ya no saber nada más de esta tierra y emigraron a ciudades como Tijuana y Mexicali, huyendo del recuerdo de las balas, del olor a pólvora y de la muerte que ese 14 de febrero de 2001 cayó como lumbre sobre el pueblo.
    Han pasado ya 7 años de la masacre del Día del Amor y la Amistad y nunca nadie del Gobierno se acercó a los familiares de las víctimas, afirman algunos sobrevivientes.

    'Nunca nos ayudaron en naditita'
    Los ojos de don Reynaldo se humedecen. Se agacha y se lleva las manos al corazón cuando recuerda cómo era hasta hace 7 años su vida en aquel pueblo de casas de adobe, techos de teja y cercos de palo de Brasil. Con sus calles limpias, marcadas con piedras pintadas de blanco.
    "Todos los días iba con mi nieto ya sea a dar de comer a nuestras vaquitas, o a deshierbar la siembra de maíz y frijol. Se trepaba en una mula y arrancaba por los cerros", recuerda el abuelo de Federico Félix Beltrán, quien tenía apenas 14 años cuando fue asesinado.
    En aquel entonces, don Reynaldo o "Titi", como le dicen, tenía 79 años, la mayoría de ellos viviendo en El Limoncito de Alayá. Hoy tiene 86 años, sobrevive como velador y habita en una colonia del oriente de Culiacán.
    "Nunca nos ayudaron en naditita, ni para sacar nuestras cosas cuando dejamos el pueblo. A como pudimos cada quien fue sacando sus cosas. Un compadre mío me ayudó a sacar las vaquitas que tenía y me las traje a un corral en El Barrio, pero ya vendí todititas".
    Dice que el Gobierno nunca se acercó a ellos a darles alguna ayuda o alguna explicación de lo que pasó o de las investigaciones que realizaron de la matanza.
    "Ni siquiera nos dijeron por qué fue, porque a todos los que mataron eran puras personas inocentes que no le debían nada a nadie. Ninguno trabajaba en cosas ilícitas", lamenta.
    El día del multihomicidio, don Reynaldo también perdió a su yerno, Ramón Beltrán, pero él se salvó porque una hora antes se había venido a Culiacán a dejar una carga de madera que tenía que entregar.
    "La hemos pasado a como podemos. Trabajo como velador y mi hija en una casa y ahí sacamos pa' comer. Un hijo también me manda lo que puede de Estados Unidos y con eso pago de perdida el agua o la luz".
    Don Reynaldo cuenta que Araceli, aquella mujer embarazada que vio cuando los pistoleros se llevaban al "matadero" a su esposo Carlos Beltrán Aréchiga, se fue a vivir al sur del estado.
    "Ya no quiso estar aquí y se fue con sus hijos a la casa de sus papás. Otros se fueron pa' Tijuana o Mexicali y sólo algunos viven en Culiacán con familiares, pero ninguno de nosotros quiere volver al pueblo. Pa' qué, para estarnos acordando de nuestros muertos, de cómo los mataron".

    Vendió sus vacas
    para las medicinas
    Con un balazo en un glúteo, don Crisóforo López se levantó de entre los muertos y como pudo bajó de la camioneta ese 14 de febrero.
    A él, junto con otros 14 campesinos, un grupo armado lo subió a la unidad de redilas y los acribilló a tiros: 12 de ellos murieron y tres sobrevivieron, entre ellos don Crisóforo.
    Ese día, los pistoleros sorprendieron a la mayoría de los hombres en la casa del comisario Valentín Beltrán, quien había matado un "cochito" para celebrar su cumpleaños.
    Los sicarios, que después serían vinculados al cártel de los Arellano, buscaban a Javier Torres Félix, lugarteniente de Ismael "El Mayo" Zambada, líder del cártel de Sinaloa.
    Siete años después, don Crisóforo, conocido como "Toto", sobrevive en Culiacán trabajando también como velador y jamás recibió ayuda alguna del Gobierno.
    Su hijo cuenta que su padre nunca volvió a El Palmarito, pueblo vecino, a cinco kilómetros de donde ocurrió la matanza.
    "No, el viejo tuvo que vender las siete vacas flacas que tenía para poder pagar los gastos médicos y las medicinas para que se curara de la herida. Nunca recibió ayuda del Gobierno y ya no se quiso quedar aquí, se fue a Culiacán y allá trabaja como velador. Apenas y saca para comer. Ojalá y que el 'gobierno' le ayudara".

    Agoniza la comunidad
    Poco a poco El Limoncito de Alayá muere. En estos 7 años, aquellas 18 casas de adobe y teja donde vivían los campesinos se derrumban. El tiempo ha terminado por destruir este pueblo.
    Sólo una familia habita en la comunidad desde hace 4 años, pero sus integrantes afirman que ya no será por mucho tiempo.
    "Cada vez está más difícil. Ya ni los candidatos vienen para acá. Antes todos llegaban aquí, pero desde que pasó la matanza nadie viene, ni vendedores ni nadie. Tienen miedo", cuenta la única mujer que vive con su esposo en este poblado.
    Hasta las cruces que levantaron los sobrevivientes en memoria de las víctimas están desvencijadas y apenas se ven los nombres de los que murieron. Sólo de vez en cuando colocan veladoras y flores.
    Fue allí, frente a las cruces, fue donde ese día del Amor y la Amistad, una camioneta chorreaba la sangre mezclada de los 12 campesinos masacrados.
    Fue allí donde los campesinos lo último que alcanzaron a ver fue a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres o a sus abuelos llorando; después... vendría el éxodo, el peregrinar para sobrevivir, y el abandono e indiferencia de las autoridades.

    Los criminales
    Dos meses después de la matanza de El Limoncito de Alayá, el 4 de abril de 2001, el entonces comandante de la Policía Ministerial del Estado, Pedro Pérez López, identificó a "Los Culiches" como los autores de la masacre, encabezados por Ramón Arellano, junto con Lino Portillo Cabanillas.
    Esta versión también fue confirmada por la entonces Comandancia de la Tercera Región Militar, la PGR y la DEA.
    Sin embargo, en aquel tiempo los investigadores sólo obtuvieron orden de aprehensión contra seis de integrantes de esa banda delictiva. Dos de ellos están muertos, uno desaparecido, otro prófugo y el quinto está preso, pero por otros crímenes.
    Sin embargo, legalmente, la matanza de 12 campesinos de El Limoncito de Alayá continúa impune.

    - José Romualdo Quintero Carrizosa fue detenido el 25 de enero de 2002 en Tijuana y está preso actualmente en Puente Grande, Jalisco, por el asesinato de dos policías y una joven.
    - Efraín Quintero Carrizosa, "El Efra", fue ejecutado por ministeriales junto con Ramón Arellano Félix, el 10 de febrero de 2002 en Mazatlán.
    - Juan Edgardo Quintero Carrizosa, está prófugo.
    - Jorge Luis Carrizosa Quintero, supuestamente fue "levantado" en El Talayote por un comando de pistoleros y está desaparecido desde el 1 de junio de 2002.
    - Feliciano Quintero Ontiveros, "El Chanillo", "Chalinillo" o "El Nochas", fue asesinado junto con una joven en Mexicali el 28 de mayo de 2003.
    - Lino Portillo Cabanillas murió en forma misteriosa dentro del penal de Aguaruto en el 2003, días después de que fue detenido en Badiraguato.


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