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"Educación y sociedad"

"El significado de agradecer en la edad escolar"

"El agradecimiento es una de las facultades humanas más significativas, representa el reconocimiento del valor de lo recibido"
14/09/2016 15:42

El agradecimiento es una de las facultades humanas más significativas, representa el reconocimiento del valor de lo recibido. No se puede ser agradecido sin reconocer el valor de aquello que se recibe, sobre todo en los momentos en los que más se necesita algo.

Se agradece lo material, lo espiritual, los favores, las acciones positivas. Sin embargo, son aquellas acciones o intervenciones que producen un efecto duradero, de largo alcance o que dejan profundas huellas en las personas, las que son más apreciadas y valoradas. De esas tratan estas líneas.

El ejemplo de las personas que en diferentes momentos de nuestras vidas han tenido un efecto positivo, perdura y se mantiene fresco en la memoria, aun y a pesar del tiempo transcurrido.

Es como un potente referente en nuestras vidas. Como una luz que ilumina y da cauce al río indomable de la vida. Extraños resortes mueven y aquietan pensamientos y recuerdos de personas que han dado significado a algunos de los momentos de nuestra existencia.

Es muy importante diferenciar las diversas formas en las que se expresa el agradecimiento y justo destacar, lo definitorio de la edad en las formas de expresar el agradecimiento.

La parte sustancial de esto, y podría decirse que de mayor valor, es la sinceridad de su motivación. No cabe duda de ello. Cualquier acto o efecto de este que se haga a cualquier persona, es siempre bien valorado.

Podría decirse, en sentido estricto, que el mayor efecto es el causado por el grado de sinceridad y espontaneidad que lo provoque. Ambas cualidades son determinantes para causar efectos profundos en quienes reciben las muestras de agradecimiento.

Al mismo tiempo, es bien sabido que los procesos de madurez intelectual y de la personalidad se van fraguando en las primeras etapas de la educación escolarizada; sobre todo, porque desde la más tierna infancia se asiste a alguna institución educativa.

Esta se convierte en una especie de “segunda casa”, en ella confluyen seres humanos con personalidades y funciones diferentes, que se van relacionando en intercambios de sentidos, sentimientos y vivencias, y en muchas ocasiones, favores y actos de apoyo solidario de todo tipo.

Recibir un gesto de cariño infantil, una pequeña carta o notita, una flor, un dulce en recreo, y hasta el grito de saludo en la calle, son muestras palpables de  agradecimiento, en reciprocidad al calor humano que irradia la función docente.

Esta acción sincera y espontanea de agradecer, es en los alumnos la mejor forma de reconocimiento de una labor educativa honesta y dedicada.

En sentido estricto, ¿cuál puede ser el estímulo que detone en un niño este sentido de agradecimiento?

Por ejemplo, ¿qué es lo que provoca el abrazo espontaneo de un niño en pleno salón de clases, sin razón aparente, sin aviso previo?

¿Qué refleja un acontecimiento de esa naturaleza, tan humano, sincero y especial? ¿De qué parte de la racionalidad infantil brota esta fuerza o impulso de gratitud? ¿Te viene a la mente algún recuerdo?

Por otra parte, ¿te has preguntado qué impulsa la entrega de un pequeño pedazo de papel con un garabato dibujado y con apenas unas pocas letras, o el corazón dibujado con las palabras: “Te quiero mucho maestra”?

Son pequeñas gotas de amor que se van destilando con el contacto diario del aula; muestras de un acto sincero de gratitud, expresado de manera entusiasta y muy personal.

La relación entre el maestro y los alumnos en el aula entraña un conjunto de sentimientos que se van nutriendo con el día a día, con la convivencia y el trabajo en conjunto.

Los alumnos ven en su maestro, no solo el perfil moral e intelectual, también observan con especial detenimiento su comportamiento ético. De estos elementos abrevan y van nutriendo, aunque no lo parezca, sus futuros comportamientos.

Volviendo a los ejemplos, es grato recordar la algarabía de los niños en los encuentros fortuitos en la calle, fuera del ámbito escolar. Al grito de: “¡Maestra!”, -seguido del- “¡mira mamá es mi maestra!”. El jubiloso saludo, es contestado por la maestra desde la sorpresa y la perplejidad, pero contagia la alegría y se rompen los protocolos escolares.

No todo acaba ahí, al siguiente día en clases todos los compañeros del aula deben de saberlo, la maestra lo había olvidado y ahora lo recuerda. Es el tema obligado de clases ese día.

Los acercamientos en los recesos, utilizando variadas formas para iniciar la conversación con la maestra, el corte del pelo, la ropa que viste, los lentes, la bolsa; nada que ver con lo que se trabaja en clase, nada que ver con lo académico; sin embargo, se trata de buscar los contactos entre personas, con individuos de carne y hueso.

Esto último es en realidad lo que buscan, la comunicación entre seres humanos, más allá del ámbito rígido del pupitre y el pizarrón. 

Al interior del salón de clases se presentan actitudes y posturas, se juegan roles, se establecen rutinas, y por lo mismo, se pierde de vista que son niños antes que alumnos, sujetos antes que objetos.

La responsabilidad del docente en el aula termina por imponer actitudes y conductas que convierten el trabajo escolar en eso: trabajo.

El acercamiento de un niño hacia su maestra, con estas intenciones, es parte del llamado de atención para reconocer y avivar la convivencia escolar; a humanizar las relaciones en la escuela; en hacer un esfuerzo cotidiano para no perder de vista que el aprendizaje y la enseñanza deben de ser actos de amor y alegría, por el bien de la educación.