"Es un arte criar a los hijos"
Deseret News
En medio de la saturación de libros sobre crianza de los hijos, cada tanto, aparece alguno que resulta una bocanada de aire fresco. Es el caso de "Simplicity Parenting: Using the Extraordinary Power of Less to Raise Calmer, Happier and More Secure Kids" de Kim John Payne (Ballantine Books, 2010).
El slogan en contra del niño desbordado de actividades es una frase repetida en este momento. La mayoría de los padres reconoce que la vida tiene demasiadas ocupaciones. Payne describe el fenómeno que viene dándose en los últimos 20-30 años de "demasiadas cosas, demasiadas opciones y muy poco tiempo".
El antídoto, escribe Payne, es volver a la base de la vida familiar. ¿Cuáles eran nuestras esperanzas y nuestros sueños originales?
Cuando imaginamos por primera vez la vida familiar, sin duda no incluía corridas alocadas hasta el autobús de la escuela, un cuarto lleno de juguetes desparramados y una agenda repleta de actividades.
Más bien imaginábamos picnics, plastilina, bailar al son de la música en la cocina, malvaviscos tostados sobre el fuego, libros a la luz de una lámpara y sombras chinescas en la pared. Pensábamos en risas y tonterías.
El objetivo del libro, escribe Payne, es volver a guiarnos hacia esa visión, para entender las almas de nuestros hijos, y para convertir a nuestras casas y familias en lugares de refugio y calma. Podemos hacerlo de cuatro maneras.
1. Simplificar el entorno
Los niños en general tienen demasiadas cosas: demasiados libros, juguetes, películas y animales de peluche. La cantidad de objetos amontonados en el cuarto de un niño no sólo es caótica sino que también hace que al niño le resulte difícil tomar decisiones.
Los niños necesitan espacio para la creatividad del pensamiento y el juego, que pueden verse sofocados por el exceso. En este aspecto, Payne se inspira en su experiencia como educador Waldorf: los juguetes deben ser simples.
Concéntrese en los que permiten el juego más imaginativo, como bloques y ropa para disfrazarse, evitando los juguetes que brillan en forma intermitente, que hacen pitidos o que controlan el juego. Reduzca a la mitad la cantidad de juguetes, y nuevamente a la mitad.
Es una estrategia que respaldo con entusiasmo. Yo escribí hace varias semanas sobre el tema de simplificar los cuartos de nuestros hijos mediante el método KonMari. Transcurridos dos meses, no nos arrepentimos.
Eliminamos todos los juguetes y las chucherías de los cuartos de nuestros hijos varones, incluidos escritorios y papeleras debajo de la cama. También nos libramos de la mitad de su ropa. El resultado fue drástico. Mis hijos duermen mejor. Leen más desde que lo único que tienen en su cuarto es una biblioteca. Y les lleva sólo cinco minutos ordenarlo.
2. Definir el ritmo de la familia
Payne reconoce que las familias están más ocupadas que nunca y que eso no cambiará. La clave es establecer una estructura que permita pausas para respirar.
Buena parte de esto puede hacerse con constancia y repetición, dos cosas gracias a las cuales los niños se desarrollan plenamente. (Pregúntele a cualquier padre que haya leído "Goodnight Moon" 300 noches seguidas.) La constancia y el ritmo permiten a los niños sentir esa base de seguridad aunque otras áreas de la vida puedan ser caóticas.
Algunas de las ideas que enumera Payne son: la cena familiar, que se convierte en un momento de charla compartida; una reunión semanal los domingos para planear qué ocurrirá la semana siguiente; y una rutina constante de ir acostarse con cuentos y canciones.
Las familias pueden adoptar otros rituales que las afirmen: los hot cakes del sábado a la mañana, o paseos los domingos a orillas del río, o del mar y la preparación compartida de una comida.
La investigación ha demostrado que estos rituales no sólo dan coherencia sino que también arraigan a los niños en la fe y las prácticas de la familia. Rituales como el estudio familiar de las escrituras, la oración y la noche semanal en familia se construyen en base a esta idea de ritmo familiar.
Payne habla de la importancia de la pausa, esos espacios tranquilos de respiro. "Las relaciones suelen construirse en los intervalos, los espacios entre una actividad y otra, cuando no están ocurriendo demasiadas cosas", escribe.
He comprobado que mis hijos me hacen siempre las preguntas más introspectivas justo cuando nos dirigimos a la puerta para salir. Pasé de exasperarme a darme cuenta de que tratan de decirme: "Baja la velocidad, mamá. Necesito que me escuches".
Esos momentos de atención se vuelven más cruciales a medida que los niños crecen. Un paseo en auto entre las diferentes actividades puede ser un tiempo de apagar la radio y dejar que el silencio guíe la conversación. Invitar a un hijo a la cocina a cortar lechuga para la cena puede ser un camino para que se abra y cuente cómo fue su día en la escuela.
3. Simplificar horarios
Hace varios años, conocí a una madre de cinco hijos. Me habló de su estrategia para simplificar los horarios: ninguno estaba autorizado a realizar una actividad hasta los 10 años.
En ese momento, pensé que la idea era un poco extrema, pero ahora veo la sabiduría de su decisión. Ella deja que sus hijos desarrollen sus inquietudes antes de zambullirse en deportes, o clases de arte o música. Y no sólo está protegiendo a sus hijos del exceso de horarios; se está protegiendo a sí misma.
Es justamente lo contrario de lo que hacemos la mayoría de los padres occidentales. En cuanto los niños balbucean las primeras palabras, los hacemos jugar con pelotas, tocar notas en el piano y tomar clases de arte para que puedan encontrar "su vocación".
Si bien todas son elecciones maravillosas, los horarios de los niños pequeños tienen un costo para sus familias. De hecho, cuanto más miro alrededor familias ocupadas, más me convenzo de que los niños están bien. Los que me preocupan son los padres.
Payne compara nuestros horarios con la rotación de los cultivos. Cuantas más cosas tratamos de arrojar en un solo campo, esperando un rendimiento y una producción mayores, más vaciamos el suelo de nuestras vidas.
Es una buena analogía porque reconoce los ciclos y flujos necesarios de la vida familiar. Si usted tiene cuatro chicos a los que les encanta el futbol, la primavera puede ser una época muy ajetreada para su familia. Pero también puede significar replegarse fuera de temporada diciendo no al basquetbol o a la natación. Si dos tardes por semana están repletas de actividades, podría significar dejar las otras noches abiertas a un juego libre.
La idea de un Sabbath puede parecer deliciosamente anticuada en el horario actual de 24 horas los siete días de la semana. Payne afirma no obstante que nuestras familias siguen necesitando un día de descanso, un tiempo sin distracciones para reunirse como familia.
4. Filtrar el mundo adulto
Soy periodista independiente, y mi marido es profesor de periodismo. Si bien no miramos los informativos de TV, somos ávidos consumidores de The New York Times y varias revistas de noticias. Dado que nuestra actividad es la información, hablamos del tema. Mucho. Por ende, es el área con la que más me identifico entre todas las que aparecen en el libro.
La conciencia de los acontecimientos del mundo no es mala para los niños, pero, como señala Payne, nuestros hijos están recibiendo demasiado desde muy pequeños. Podemos pensar que estamos educando a nuestros hijos, pero en realidad lo que hacemos es cargarlos con un montón de problemas sin solución. Recuerdo que de niña me quedé desconsolada con la destrucción de la selva tropical. ¿Qué podía hacer al respecto? Bueno, reciclé. Adopté un delfín y le di un sermón a mi madre respecto del uso de bandejas de papel, pero en realidad no tenía ningún control sobre las selvas tropicales. Como escribe Payne, "La saturación de los medios caracteriza nuestra época, pero no necesita inundar las infancias de nuestros hijos".
Me he vuelto particularmente consciente de esto durante este cáustico ciclo electoral (que parece durar dos años). A mis hijos les gusta hablar de política y ver los debates, lo cual me parece bueno para mis adolescentes, pero no tengo por qué envolver a mi hijo de 6 años en discusiones sobre Trump vs. Clinton.
Como escribe Payne, "Los niños deben saber que tienen un lugar en un mundo bueno y un futuro lleno de promesas". ¿Cómo podemos saber qué compartir? Payne dice que como medida de la discusión familiar debemos utilizar el siguiente barómetro: ¿Es verdad? ¿Es agradable? ¿Es necesario?
Payne ha dicho que escribió "Simplicity Parenting" porque los padres se acercaban a él siempre con la misma pregunta: A mi hijo/a le pasa algo; ¿cómo puedo ayudarlo o ayudarla?
Antes de salir corriendo en busca de terapias y medicación, él considera que la estructura de la familia es el primer lugar para comenzar.
"Como padres, somos artífices de nuestras vidas familiares diarias", escribe.
Es hora de que nos preguntemos: ¿Qué estamos tratando de construir? ¿Es lo que teníamos en mente? ¿Estamos tomando todos los días decisiones intencionales para alcanzar ese objetivo?
Como padres, estamos construyendo algo notable y totalmente único.
Es un trabajo difícil y bello, pero no tiene por qué ser complicado.