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"Educación y sociedad"

"Lo familiar y escolar: entre el debate y la realidad"

"El gran reto se encuentra en la labor que deben realizar padres y maestros"
05/10/2016 15:41

La familia tradicional viene transformándose a la par de la indetenible evolución social, hoy existe un fuerte debate ético en relación con las características esenciales que debe asumir esta importante institución; algunos defienden la tesis de la familia tradicional, pero otros asumen la necesidad de modificar el concepto actual de familia, para abrir pasos a las familias monoparentales, los matrimonios homosexuales, las familias reconstituidas; todo lo cual hace que su significado actual sea muy plural.

Sin embargo, en mi apreciación, y más allá del debate ético acerca del concepto de familia y quiénes deben ser sus integrantes; el gran reto se encuentra en la labor educativa que deben realizar los padres, cualquiera que sea el caso; lo más importante es la formación de valores en las niñas y los niños, para hacerlos hombres y mujeres de bien, felices y solidarios.

De ahí la necesidad de que toda la sociedad le brinde atención y apoyo a las familias en la educación de sus hijos, porque si algo resulta evidente en el convulsivo y acelerado mundo actual, es que lo esencial no es quiénes conforman la familia, sino cómo se desempeña el rol de ser padres, el que ya no puede ser aprendido poco a poco y ni con el paso del tiempo.

Los debates deben centrarse en cómo la sociedad deje de actuar en el sentido de apoyar a los padres, para que no tengan que estar ausentes en la educación de sus hijos; en cómo superar la incomunicación familiar, para ofrecer lazos afectivos y estimular el aprendizaje, en función de que los niños y las niñas sean personas conscientes de su responsabilidad generacional ante la sociedad.

Hoy resulta común que en las familias se pierda la jerarquía y el respeto; se pasa de ser padres ausentes, a ser padres permisivos, para intentar contrarrestar la no presencia; la carencia de afecto familiar se trata de disimular con el ofrecimiento de premios y regalos de todo tipo y todo el tiempo, para lo cual los hijos no deben realizar ni el más mínimo esfuerzo.

Todo lo anterior trae consigo que, las actuales generaciones en edad escolar, tiendan a no terminar lo que comienzan, sean irresponsables por sus actos, no son capaces de medir consecuencias; exigen por encima de las posibilidades reales de sus padres, confundiendo el capricho y la necesidad real.

En otros casos se sienten frustrados, descontentos, con baja autoestima, la que conlleva a la alcoholismo, la drogadicción e, incluso, a números, cada vez más alarmantes, de intentos de suicidios.

Ya planteamos con anterioridad la necesidad e importancia de apoyar a los padres en la educación de sus hijos, y no existe mejor apoyo que la educación escolar. Sin embargo, saltan a la luz las siguientes interrogantes.

¿Cómo apoyar a la educación familiar, si como maestros y docentes no hemos sido bien formados, ni capacitados en este sentido?

¿Cómo fortalecer el vínculo educativo entre la familia y la escuela, cuando se amplifican los problemas comunicativos entre padres permisivos y docentes que arrastran carencias y ausencia de su propia formación?

Para estas interrogantes existe una respuesta única, el desarrollo personal de los padres y el desarrollo profesional de los educadores, constituyen la base de la personalidad de las nuevas generaciones, puesto que. nadie es capaz de educar, si no es educado, nadie es capaz de formar valores, si no los tiene formados, nadie es capaz de desarrollar personalidades, si la propia no está desarrollada.

La sociedad que cuente con excelentes padres y educadores, su futuro estará asegurado; aquellas que se caractericen por tener familias ausentes y permisivas, así como docentes desmotivados y que arrastren carencias formativas, no podrán alejar a su juventud de los males sociales, los que pueden multiplicarse a límites muy peligrosos.

Por lo que padres, no basta con ser un excelente trabajador y decir que se tiene una bella familia; docentes, no es suficiente con ser un erudito en la materia que imparte; lo importante es que la imagen personal que entreguemos a los niños y las niñas sea congruente con la filosofía y los valores que tratamos de inculcarles, tanto en casa como en la escuela.

La base de la educación está en la participación y el amor familiar, así como en la motivación y actuación profesional de los docentes; sin estas bases, la educación no es viable y solamente dejaría malformaciones e insatisfacciones que aportarían a un mayor individualismo, más incomunicación, corrupción y violencia.

El estilo de vida familiar y la organización de una escuela es lo que educa y forma la personalidad de los niños y niñas; es el sistema de influencias conjuntas, que se establezca entre el colectivo de profesores y los padres, lo que forma la cultura; la dimensión de esta unidad es la que determina la calidad de la educación en una sociedad, constituyéndose en la plataforma para que toda persona logre sentirse realmente libre y feliz.