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"Educación y sociedad"

"Madre y padre: visiones y sentires en la educación"

"Todo parece indicar que existen roles sociales o una especie de división sentimental en el trabajo formativo de los hijos"
27/07/2016 15:58

La visión o el concepto que tiene la madre con respecto a la educación de sus hijos, difiere en mucho con respecto a la del padre.

No se trata de inclinar la balanza de los juicios hacia el calor humano que le imprime el hecho de ser mujer. De ninguna manera se trata tampoco de negar el interés que los padres, por el hecho de ser sujetos masculinos, tengan sobre la educación de sus hijos.

Todo parece indicar que existen roles sociales o una especie de división sentimental en el trabajo formativo de los hijos, que aparece como delegado hacia la madre. Derivado de un fuerte apego emocional o un instinto maternal, cargado de amorosa responsabilidad.

El padre parece asumir la educación de los hijos con sentido de deber, como responsabilidad y un acto de protección de futuro.

La madre por otro lado, se entrega con toda la pasión a la educación de su hijo, vislumbra en ella un mágico poder protector para una vida mejor.

En el padre es deber y razón; en la madre es pasión y corazón. En el seno del hogar biparental, la función de seguimiento a las tareas y deberes escolares, recae por lo general en el ámbito de las responsabilidades femeninas; no importa, incluso, si ambos padres trabajan.

La presencia paterna se hace tangible en los momentos de pedir cuentas: calificaciones, cumplimiento de tareas y trabajos escolares, actos de conducta y como proveedor, en el pago de colegiaturas, es pues, la representación de la autoridad en casa.

Por otra parte, la presencia materna es constante y continua: da la cara a las juntas y festejos escolares, vigila y actúa como asesora pedagógica, motiva y refacciona con lo necesario para asistir a las clases, resuelve las tareas más complejas, mantiene la comunicación abierta con los maestros y la escuela. Su día finaliza cuando está todo listo para las clases del día siguiente.

Es relativamente común escuchar a madres de familia comentar que han tenido que actualizar sus conocimientos escolares con la única finalidad de apoyar a sus hijos en los deberes y tareas académicas.

Por otra parte, ante ésta misma circunstancia, el padre intenta resolver a su manera, por lo regular, cuestionando a la escuela por el nivel de complejidad de las tareas, o en su caso, a la poca sensibilidad de los maestros. 

En ambos casos existe voluntad de apoyar, sin embargo, los enfoques y respuestas son diferentes: razón y sentido de deber por el lado masculino; pasión y corazón como solución en el enfoque femenino.

La madre de familia se convierte así, en la gestora de la educación de sus hijos, en su representante legal, en su asesora pedagógica, su psicóloga y su motivadora de tiempo completo.

En todas estas funciones, y desde luego otras más, se encuentra presente la pasión, el corazón y sobre todo, el amor de madre. 

Otra vez, ella tiene en su huella genética la sensibilidad del instinto maternal, la responsabilidad de quien se siente obligada a proteger y educar para enfrentar los retos de una vida adulta; para cuando ella ya no esté.

¿Sentido de protección, responsabilidad, instinto maternal, rol social impuesto, abnegación y sacrificio?, todo ello, expresado en unas sencillas palabras: amor maternal.

Si nos hemos fijado, -y los invito a hacerlo- en la puerta de cualquier escuela, pública o privada, de ricos o pobres, ¿qué figura es la predominante? ¿Masculina o femenina?

La figura femenina es con mucho la mayoritaria. Esa imagen de amor maternal vista a lo lejos, es la más tierna y sincera muestra de apoyo a la educación de los hijos. 

El beso de despedida y la entrega de la lonchera, el cuídate, haz caso, échale ganas, tú puedes, trabaja mucho, no platiques, termina a tiempo y, desde luego, el consejo pedagógico: si no entiendes pregunta, pero no te quedes con la duda.

Un último repaso a la vestimenta y al peinado, todo en orden, bendición y despedida. La pasión y el espíritu guerrero día a día en un interminable ciclo de motivación maternal.

Hasta aquí se ha hecho referencia a una figura ideal, la del padre y madre que en pareja forman una familia y que hipotéticamente forman un hogar.

Es claro que se trata de un modelo ideal, no el más común, por cierto; sin embargo, pensemos en los cada vez más hogares monoparentales. Sobre todo cuando la jefa de familia es la mujer, padre y madre.

En estos casos, no cambia la pasión ni entrega, la madre soltera o divorciada o en cualquier situación familiar, asume la educación con el mismo rigor y responsabilidad con la institución escolar complementándose como padre y madre.

Aclarando: no es propósito de lo escrito líneas arriba inferir que la función paterna en la educación es nula, no; bajo ninguna circunstancia se propone tal cosa, el verdadero cometido de las reflexiones anteriores es con la finalidad de contrastar dos formas y enfoques que, aunque tienen un objetivo común, también le aportan matices que debemos de reconocer y valorar.

Por lo mismo, amable lector, cuando veas en la puerta de entrada de una escuela a una madre despedirse de su hijo, valora todo lo que hace posible ese momento de mágico encuentro, escuela/alumno y madre/hijo.

En la puerta de entrada de las escuelas, con ternura, pasión y amor las madres dejan lo que más quieren para hacerles realidad el sueño de una vida mejor.