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"Educación y Sociedad"

"Mi vieja escuela primaria: imágenes de la nostalgia"

"Todas las escuelas son iguales pero diferentes a la vez"
25/05/2016 16:59

Todas las escuelas son iguales pero diferentes a la vez, tienen ruidos y olores que las caracterizan, las individualizan otorgando características que las hacen diferentes y que la memoria guarda en imágenes, que con el tiempo se van degradando al cubrirse de una especie de velo, ofreciendo una visión borrosa de algunos momentos de nuestra vida. 

No podemos recordar todo, eso es verdad, pero logramos -sin entender la causa-, momentos o situaciones que se fijan de forma permanente, más que otras, el porqué, no se sabe. Muchos de estos recuerdos aparecen en forma instantánea y espontánea, incluso sin quererlo. ¿Cuál es el mecanismo -o filtro- que permite fijar en nuestra memoria algunas imágenes y otras no? Dejémoslo en la palabra “misterio”.

Por otra parte, existen ciertos “disparadores” -llamémosle así- que actúan bajo ciertas circunstancias o momentos. Éstos, sin previo aviso, disparan recuerdos e imágenes que parecen ser evocados sin nuestro propio consentimiento; accionadas por una especie de voluntad ajena. 

El medio de interaccionar de éstos es a través de los sentidos. Un sistema creado para percibir e identificar lo que ocurre o está en nuestro derredor. Suele ocurrir que un ligero vientecillo cálido o frío interacciona con algunas áreas de la memoria trayendo al presente episodios de nuestra infancia. 

Lo mismo podría decirse de ciertos aromas: un perfume, el olor de un árbol, del mar, de una comida, de una taza de café…las células de las vías respiratorias actúan como receptores que interactúan con mediadores químicos que a su vez, etcétera, etcétera, disparan alguna imagen dormida en nuestra memoria, agradable o desagradable, no lo podemos evitar, y se hace presente. Los sentidos al reaccionar permiten revivir episodios del pasado; ¿acaso como una máquina biológica del tiempo?

El sonido lejano de una melodía trae al presente recuerdos de amigos, fiestas, novias, eventos… un sin número de recuerdos. ¿Quién no ha sentido al escuchar una vieja canción ser transportado a algún lugar o momento de la vida, y en un efímero segundo revivirlo? Pero en otro momento, intentar conscientemente repetir esa magia y no lograrlo. Todo parece ser que se requiere tomar por sorpresa al guardián de los recuerdos.

Me viene a la memoria “jalada” por el olfato, el olor de mi escuela el primer día de clases después de vacaciones. Ése día tiene algo de especial e indescriptible, es un sentimiento interno desbordante que no se puede describir fácilmente, sólo quien lo ha vivido lo podrá entender. El salón se llena de alegría, se tiene el pecho lleno de cosas que contar; sin embargo, ese olor del primer día es inconfundible, por lo demás, indefinible e inolvidable. Cada escuela, cada aula tienen un aroma que le permite ser reconocida.

Cabe ahora la pregunta, ¿qué es lo que recuerdas tú, amigo lector? Yo te podría contar que recuerdo el olor de los libros de texto gratuitos, que cuando abro algún libro me viene a la memoria de inmediato ese olor del papel tan característico, guardado en el recuerdo. 

También el aroma de aquellas mochilas de cuero al natural, que siempre quise tener y nunca pude. Aquel olor a gis y pizarrón cuyo rechinar al escribir sobre él, electrizan los dientes; no puedo olvidar tampoco el sonido de aquella campana de bronce, colgada desde tiempos inmemoriales, marcando sin descanso los ritmos de la vida escolar, aquella gritería de júbilo al tañido provocado por el golpe del badajo, el receso o el fin de clases, el regreso a casa.   

Qué ecos del aula rebotan y remueven esa fibra sentimental de los seres humanos, ésa misma, que no se cosifica pero que existe y es real, apareciendo algunas veces como recuerdos o imágenes activadas por olores familiares, ruidos, sabores, canciones en momentos inesperados. 

Son las imágenes grabadas en nuestro subconsciente que dormitan en espera de volver, de hacerse presentes y revivir momentos, caras, lugares y otros tiempos. Dice en un inolvidable verso el poeta Francisco González de León:

Sus manos, lenidades de paloma, sus manos escolares que me empeñé en besar; sus manos que exhalaban el aroma de un lápiz acabado de tajar. 

Qué extraño designio llevó al poeta a hilvanar con un mismo hilo el recuerdo de la escuela, el primer amor y el olor de la madera fresca del lápiz al ser cortado para renovar su punta. Sólo el peso de los recuerdos que se anidan en la mente infantil y son removidos por el eco de los sonidos y olores.

Algo queda fijo en nuestro subconsciente y permanece dormido o somnoliento, hasta que en algún momento despierta y vemos en nuestra imaginación las imágenes del pasado. Las imágenes de la nostalgia.

¿En qué parte de tu ser guardas estos momentos especiales; en el corazón o en la memoria?