Almacén de la memoria

    La memoria nos define, porque gracias a sus recuerdos somos y tenemos una identidad. Sin embargo, con el paso del tiempo y la carga de los años es normal que las lagunas de la memoria se hagan cada vez más grandes. No es cosa de preocuparse demasiado de este deterioro cognitivo, el cual es normal en las personas de mayor edad. No obstante, sí debe preocuparnos el olvido recurrente que proviene de la falta de estimulación de la memoria, a consecuencia del poco uso a que la sometemos con la innovación tecnológica.

    Nuestra memoria es un almacén donde conservamos los recuerdos en orden. Es cierto que en ocasiones se desordenan o traspapelan, pero es tal la cantidad de memoria que conservamos que podríamos comparar ese mágico gabinete con un museo donde se conservan infinidad de recuerdos, como dijo Jorge Luis Borges: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.

    Los recuerdos son vaporosos e inspiradores, cálidos y sutiles, evocadores y sugestivos. Sin poder precisar su consistencia y sustancia, no puede uno menos que recordar una nostálgica canción que interpretaba Dean Martin: “Los recuerdos están hechos de esto”.

    La memoria nos define, porque gracias a sus recuerdos somos y tenemos una identidad. Sin embargo, con el paso del tiempo y la carga de los años es normal que las lagunas de la memoria se hagan cada vez más grandes. No es cosa de preocuparse demasiado de este deterioro cognitivo, el cual es normal en las personas de mayor edad. No obstante, sí debe preocuparnos el olvido recurrente que proviene de la falta de estimulación de la memoria, a consecuencia del poco uso a que la sometemos con la innovación tecnológica.

    En efecto, los nuevos dispositivos nos eximen del trabajo de retener multitud de datos, que anteriormente almacenábamos en la memoria. Por ejemplo, números telefónicos; serie de las placas del automóvil; sumas, restas y divisiones operadas en la calculadora; registro de compromisos de la agenda; alarma de los relojes, por citar algunos casos concretos.

    Otros olvidos responden a acciones automatizadas. Es el caso de cuando no recordamos si nos tomamos una pastilla; si apagamos la luz o la dejamos encendida; o, si cerramos la puerta con llave. Empero, se trata de acciones sobre-aprendidas y, como dijimos anteriormente, casi automáticas.

    ¿Almaceno correctamente?

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