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La delimitación de un carril preferencial para el transporte público, que forma parte de un proyecto más amplio para agilizar la movilidad de Mazatlán, ha generado molestias entre algunos comerciantes del puerto que suponen afectaciones para sus negocios. Esto es normal. El espacio urbano siempre es un territorio en disputa.
A diferencia de las pequeñas comunidades donde prevalece una moralidad común que hace a todos pensar de manera similar, las sociedades más desarrolladas tienen como característica la diversidad de opiniones.
Los conservadores en el poder, con el Presidente López Obrador a la cabeza, piensan que la pluralidad y la discrepancia son un impedimento para impulsar el desarrollo.
Quizá por eso, el error más grande que cometieron los dos alcaldes que fueron depuestos en Sinaloa el año pasado, fue pasar por alto la nueva realidad en México que todavía muchos gobernantes vinculados a Morena se niegan a reconocer: la convergencia territorial de múltiples actores e intereses que hacen imposible gobernar por decreto.
Hoy en día ya es obsoleto pensar que las ciudades son únicamente gobernadas por las autoridades que presiden los ayuntamientos. Por eso la mayor virtud que puede aprender un Alcalde es la de dirigir el consenso social.
Pero para crear consensos se necesita reconocer el interés legítimo de todos los actores que coexisten en una localidad. Pequeños comerciantes, empresarios establecidos, trabajadores asalariados, estudiantes, grupos religiosos, deportistas, activistas, artistas, periodistas, vendedores informales, desplazados, migrantes, policías, maestros, transportistas. La diversidad no implica enemistad. No es razonable etiquetar como enemigos políticos a cualquiera que tenga el ánimo de expresar una visión contraria a la oficial.
Eliminar la diferencia sólo se logra con la imposición autoritaria del poder. Eso a la larga es muy desgastante para quien gobierna una sociedad donde prevalece una cierta cultura democrática. Quienes optan por la vía de la imposición no tienen futuro. Tarde o temprano sucumben ante la creciente influencia de la sociedad civil organizada.
Gobernar conlleva generar espacios de diálogo. El objetivo es concertar puntos de acuerdo en torno al bien común. Aquí es fundamental tener en cuenta las disparidades de poder entre clases sociales. Un gobernante debe ser sensible a las diferentes capacidades que tienen los grupos para expresar sus inquietudes y hacer prevalecer sus intereses.
En muchos sentidos, Morena ha representado una involución de la gobernanza en la ciudad. No han sabido dirigir la cosa pública en escenarios de pluralidad. Lo que no pueden hacer por consenso, transparencia y buena gestión, lo hacen por medio de la fuerza y de la demagogia.
Para el ciudadano bien informado no es suficiente la fijación que tiene Morena por recordar algo que todo mundo sabe, que durante la llamada época neoliberal, la gobernanza de la ciudad sirvió para beneficiar a concesionarios privados. El asunto aquí es que la gobernanza, para su correcto funcionamiento, no solo implicaba alianzas público-privadas, también requería del fortalecimiento institucional para vigilar la correcta aplicación de los recursos públicos.
Al eliminar la gobernanza como mecanismo de gobierno y debilitar al mismo tiempo los órganos de vigilancia y control del poder, Morena no corrigió el problema de la corrupción, con esto, lo único que logró fue regresar al Estado el “monopolio legítimo” para robar.
Sin embargo, en Mazatlán, la destitución de Luis Guillermo Benitez parece haber dejado algunas buenas lecciones. Al Alcalde sustituto Édgar González Zataráin se le ha visto gobernar con prudencia y con una mayor disposición para entablar el diálogo con la sociedad civil. Una de sus primeras reuniones que realizó luego de asumir el cargo, fue con Observatorio ciudadano, a quienes les reconoció su labor en el combate a la corrupción.
De todos los gobernantes de Morena en Sinaloa, al Alcalde de Mazatlán es al que se le percibe ideológicamente más desapegado de las muletillas discursivas de la 4T. No está contaminado con ese lenguaje pausado que tienden a adoptar algunos simpatizantes de López Obrador, que hasta las mismas muecas y manoteos hacen al hablar.
A diferencia del Químico Benítez, Édgar González ha marcado distancia con empresarios especuladores del suelo urbano, y en cambio se ha mostrado abierto a las propuestas de otro segmento del gremio empresarial interesado por el ordenamiento vial de Mazatlán.
Sin llegar a sentirse desplazado por no ser el protagonista principal, Édgar González le ha dado confianza a los empresarios de la Coparmex para que impulsen su proyecto de movilidad, y entre tanto, el Alcalde ha fungido como gestor frente a otros grupos, como el de los transportistas, y ha dado instrucciones a las autoridades de vialidad a su cargo, para que se involucren en la implementación del plan, que al final será en provecho de todos, pero en especial es los usuarios del transporte público.
En contraste con otros proyectos de movilidad urbana impuestos a capricho por anteriores presidentes municipales, como el famoso Par Vial de Sergio Torres, el de Mazatlán ha comenzado con una prueba piloto en la que se tendrá la oportunidad de socializar los beneficios y escuchar a la ciudadanía.
Al parecer, en estos meses se tiene previsto, no solo demarcar un carril preferencial para los autobuses y la inclusión de estaciones fijas de ascenso y descenso de pasajeros, si no que también se pretende utilizar este tiempo para concientizar a los automovilistas y capacitar a los choferes, tomando en consideración la pirámide de movilidad urbana, que comienza con el derecho más básico que le pertenece al peatón.
Esta es la dirección en la que deben transitar los gobiernos municipales. Mejorar la movilidad urbana no necesariamente implica una gran inversión en infraestructura, ni puentes, pasos a desnivel, periféricos ni una nueva flotilla de camiones. Tan solo coordinación entre las diferentes partes involucradas. Eso es la gobernanza.