La alianza de los partidos políticos tradicionales está reprobada por los ciudadanos. No cuenta con apoyo, sus propuestas están desfasadas, además se caracterizan por defender intereses transnacionales. Hemos visto nítidamente cómo defendieron, en la consulta sobre la reforma eléctrica, organizada por el Poder Legislativo, posiciones neoliberales.

    En este país los cambios realizados en los tres años del actual régimen son irreversibles. Por más gritos y desfiguros de la reacción se ha concitado un apoyo social abrumador. La fuerza popular se ha sumado a la Cuarta Transformación con decisión inquebrantable. La mayoría de los ciudadanos trabajan con ese propósito.

    La alianza de los partidos políticos tradicionales está reprobada por los ciudadanos. No cuenta con apoyo, sus propuestas están desfasadas, además se caracterizan por defender intereses transnacionales. Hemos visto nítidamente cómo defendieron, en la consulta sobre la reforma eléctrica, organizada por el Poder Legislativo, posiciones neoliberales. En los foros no ocultaron su postura antinacional y favorable a los grandes empresarios extranjeros. Desdeñando a los ciudadanos y al interés nacional, actúan esos partidos políticos de manera abierta en favor de las compañías extranjeras, en contra de la Comisión Federal de Electricidad, a la que quieren subordinada a las compañías privadas. Esta es una postura abiertamente retrógrada por donde se le mire.

    Son precisamente sus postulados privatizadores a ultranza, la causa de que los ciudadanos respondan negándoles el sufragio a los candidatos de esos partidos políticos. En la contienda por las gubernaturas en seis estados de la República, que culminará el 5 de junio próximo, van a cosechar lo que vienen sembrando: un tremendo descontento ciudadano, que les cobrará con su voto de castigo su sumisión a los intereses ajenos al país.

    Desde hace tres décadas los prianistas han actuado como quinto-columnistas. Así les va a ir en la elección próxima en los seis estados de la República, donde los ciudadanos les van a dar un adelanto de la elección presidencial del 2024.

    El fanatismo de derecha no les permite ver la realidad política del país, ellos mismos están formando su propio despeñadero político. Por ese camino, la oposición está de antemano derrotada, no tiene futuro. Lo vamos a ver en toda su dimensión en los resultados de las elecciones del 5 de junio próximo. Sus campañas permanentes de denuestos e infundios no les van a redituar votos en las elecciones que vienen. La gente rechaza las falsedades como forma de discurso opositor; los denuestos producen un efecto contrario a los fines que promueven; vivimos en un país que ha alcanzado un alto nivel de politización; a los ciudadanos les interesa escuchar ideas de cómo mejorar las condiciones de desarrollo social y el bienestar de toda la sociedad.

    Existe una oposición sin un proyecto de nación alternativo, fuera de su enfermiza idea absurda de la privatización a toda costa. No presenta otras ideas que motiven a los ciudadanos, porque no tienen y, por lo visto, no les interesa pensar en un modelo de gobierno que sirva a la gente, solo piensan en el beneficio de las élites económicas.

    Los bolsones de pobreza para los conservadores no cuentan en sus proyectos. Como elitistas contumaces se consideran una clase superior en todo el sentido del término, niegan las necesidades de los obreros y campesinos y las capas medias, rechazan de manera categórica las reivindicaciones de esos núcleos sociales. Esto ha quedado explícitamente comprobado con su oposición férrea al primer gobierno democrático que hemos tenido desde hace décadas. Este gobierno, lo primero que ha hecho, es impulsar reformas y programas de beneficio social, pero se ha encontrado con la oposición a ultranza de los conservadores, que velan por sus propios intereses, y además lo hacen con un desdén clasista que no deja lugar a dudas.

    En eso consiste la praxis política de la derecha, la ideología predominante en los partidos coligados, que promueven el acaparamiento de bienes materiales a como dé lugar y sea como sea.

    La derecha y la izquierda son dos polos antagónicos en su ideología y en sus medidas, por eso es imposible que coincidan en la función primigenia del Estado, por lo mismo cuando llegan al gobierno aplican políticas rotundamente distintas. Eso los ciudadanos de este país lo vienen corroborando.

    Cuando afirmamos que la democracia en este sexenio se ha establecido con una naturalidad que impresiona, lo decimos convencidos por los hechos que buscan una economía soberana de bienestar. La defensa de la soberanía y la economía popular deben mantenerse incolumnes.

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