Culiacán: el festejo y la aflicción
Las artes son el camino a la paz
A la audacia del Alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil para integrar una interesante propuesta cultural que honre a Culiacán al llegar al aniversario 494, cartelera que es como bandera blanca que ondea entre fuego y plomo, le debe corresponder el involucramiento ciudadano en las jornadas cívicas para que la tranquilidad regrese no por la pax narca que decida el crimen organizado y sí por la paz positiva lograda mediante la acción ciudadana.
Es que a Culiacán le urge el abrazo fraterno de su gente, el grito colectivo de esperanza, la recuperación de la confianza en el Gobierno y el cultivo a la autoestima popular, condiciones imprescindibles para que aún en el fragor de la narcoguerra que decreta miedo y luto, la ciudad regrese al jolgorio en las calles y la seguridad garantizada indistintamente a los pacíficos. Volver a coexistir sin más preocupación que la de replantearla en el imaginario colectivo con el dinamismo que la caracteriza.
Al Presidente Municipal le corresponde organizar la faena pacificadora acudiendo a los orígenes de cualquier obra civilizatoria. La escisión en el Cártel de Sinaloa lo sobrepasa a él como autoridad que tiene como responsabilidad prevenir y combatir el delito común, sin embargo, bastante debe hacer en aglutinar a los culiacanenses en torno al gran movimiento por un Culiacán para vivirlo.
Durante ocho días, del 22 al 29 de septiembre, conoceremos el ímpetu colectivo aplicado a la emergencia de cruzar, sin perder en el intento la vida y la fe, umbrales terribles de homicidios dolosos, heridos, desapariciones forzadas, y el catálogo de delitos patrimoniales impunes, ataque a instalaciones estratégicas y uso de artefactos explosivos. Hoy al menos tenemos, en sentido contrario, el itinerario cultural que nos lleva al teatro, danza, cine, libros, música, artes plásticas y diálogos constructivos.
Y sí. Podría ser este el momento de empezar a reconstruir el tejido social teniendo como punto de partida las 150 actividades que revalidarán la fuerza de las artes, educación, deporte y valores como arsenales de construcción de paz. De repetir cuantas veces sea necesario el valor de beber el elíxir de la dignidad reservado sólo para el placer de los intrépidos.
Culiacán está a tiempo de dejar de ser el enorme muro de los lamentos donde la gente se queja de las tragedias propias del salvajismo, pero sin moverse un ápice de la circunstancia de víctimas. Hemos permanecido como habitantes pasivos cuando la cruel realidad nos exige actuar como ciudadanos laboriosos en la colocación de luces al final del túnel. Accedemos, resignados, a ser conejillos de indias en el experimento en el cual el hampa mide nuestra paraplejia por el horror.
Somos testigos del parteaguas que en la historia del crimen significa el hecho de que los neonatos del narcotráfico hacen pedazos la cuna que les heredaron sus padres y queman los códigos de honor que aún en la crueldad del hampa determinaban el respeto a la vida de los inocentes. Que talan desde la raíz el árbol social que les proveía de sombra inclusive hasta en las barbaries.
No tenemos por qué seguir así. Apostarle todo a que las instituciones federales y estatales nos traerán de vuelta el Culiacán que nos robaron, constituye la coartada perfecta de la pusilanimidad. Es bueno salir a la calle a exigir que la autoridad otorgue la seguridad pública a la que tenemos derecho y a ello debemos agregarle la contribución crucial que nos toca hacer desde lo personal, la familia y la sociedad.
Es tiempo pues de ser desde lo individual y lo colectivo profetas de paz en vez de agoreros de desgracias. Aves de paz que vuelan alto para instalarse como banderas blancas en horizontes en que humean los cañones de los rifles de asalto. Badajos de campanas que se rebelan a tañer duelo al paso de los cortejos de niños, jóvenes y mujeres que nos arrebató la atrocidad.
En medio del caos actual, el regalo a Culiacán tendría que ser el ejercicio particular o comunitario que dirima en qué lado vamos a permanecer: el de los catastrofista que hacen la función de amedrentar más de lo que el narco intimida, o el de los optimistas que postulan cómo salir de esto.
Quisiéramos, ciudad herida,
Poder curarte tus males,
Y recobres la paz perdida,
Sin más daños colaterales.
Tendríamos que esperar a que termine septiembre para confirmar que sea real el informe que ayer vino a presentar a Culiacán el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, en el cual da cuenta de que en Sinaloa el promedio diario de homicidios pasó de 5.9 en octubre de 2024 a 3.5 en septiembre de 2025. “En lo que va del mes se han cometido menos de la mitad de los homicidios ocurridos en octubre”, afirmó a reserva de que los sinaloenses realicen su propio cotejo entre realidad y percepción. Lo que sí verídico es que quien está al frente de los operativos contra la narcoguerra cumple con sus visitas periódicas acompañado por los secretarios de Defensa, General Ricardo Trevilla Trejo; de Marina, Almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles, y el director de la Guardia Nacional, General Hernán Cortés Hernández.