Educando y trabajando, sin debatir

    El sistema educativo nacional va de reforma en reforma, sin advertir que abandona a una gran cantidad de jóvenes que, en algún momento, decidieron bajarse del ferrocarril de la educación institucionalizada.

    Cada año, con cada inicio de clases y cada término de curso, se publican en medios nacionales los millones de jóvenes que avanzaron un año más en su formación educativa, pero se olvida subrayar el número que se quedó sin avanzar a la siguiente etapa correspondiente. Pocos se preguntan qué vamos a hacer con estos que abandonaron los estudios básicos, indispensables para su formación como ciudadanos que serán responsables de construir y seguir construyendo este país.

    Actualmente, vemos una absurda discusión entre el llamado del Presidente, a través de la Secretaría de Educación Pública, para iniciar clases presenciales y su oposición, que se opone a todo lo que proponga, propóngalo como lo proponga, y que dirá no cuando el Presidente diga sí, y sí cuando Andrés Manuel diga no; y en medio de esta discusión sin materia, la Secretaria Delfina deja en manos de los padres de familia la decisión de enviar o no a los hijos a clases presenciales, ofreciendo la opción de seguir con el modelo de enseñanza a distancia.

    Por otro lado, la Subsecretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, decidió impulsar un modelo de educación alternativa para los jóvenes que se quedaron sin secundaria, el modelo Educación a Menores con Maduración Asistida (EMMA), a través del cual (en Ciudad Juárez) asumimos la educación y atención de 80 jóvenes de entre 12 y 17 años (la edad crítica, cuando se forma la personalidad del adulto de bien), en situación socioeconómica deteriorada y con graves conflictos familiares, que por diversas razones suspendieron sus estudios en el nivel de secundaria. Con modelos similares de educación a jóvenes sin secundaria, las organizaciones locales juarenses Tira Paro y Tenda di Cristo apoyan a otros 200 y 10 jóvenes, respectivamente.

    Los facilitadores de EMMA enfrentaron los mismos problemas que el resto de los maestros del País en 2020 y principios del 2021, y además tuvieron que ser creativos porque el perfil de los alumnos en un proceso de reinserción social es mucho más complicado que el de los escolarizados y no tenían la opción de debatir con los padres si los muchachos iban a los centros de trabajo educativo o si continuaban su educación desde casa, porque en muchos casos no había siquiera con quién debatir

    Algunos recurrieron a buscar la manera de atenderlos de manera presencial, reduciendo al máximo los riesgos de salud y de contagio, pues la atención de sus jóvenes no podía satisfacerse simplemente con educación a distancia, porque ya han estado en la calle y han decidido que su vida seguirá sin su certificado escolar.

    Otros buscaron atenderles a través de redes sociales, pero descubrieron que la mayoría no tenía acceso a Internet o teléfono personal, y el teléfono que se usaba en el hogar era de uno de los padres, que trabajaba en horas escolares, así que decidieron desistir de la educación a través de redes y mejor hacerlo de forma telefónica, ofreciéndoles equipos de 200 a 300 pesos, que se podían adquirir en centros comerciales o tiendas de autoservicio.

    Cuando fue indispensable acudir con los jóvenes, y visitarlos en sus casas para entregarles material educativo, los facilitadores se encontraron con la pobreza, el desempleo, y la soledad familiar, ya no sólo del estudiante inscrito, así que se animaron a armar despensas alimenticias para los hogares en mayor nivel de pobreza.

    Era emocionante ver los reportes de atención diaria que daban los maestros, reportando su trabajo y contando los alumnos atendidos: 20 vía Internet, tres a través de WhatsApp, ocho por teléfono, tres visitas domiciliarias... Estos maestros tenían una misión que cumplir, impedir que los alumnos abandonaran el curso y que regresaran a las calles, y se entregaron completamente a ella, sin discutir los riesgos del trabajo en esas condiciones, pues a estos jóvenes no se les podía negar la atención educativa ni psicoemocional.

    En enero del 2020, de 85 jóvenes que empezaron el curso y a través de los centros de educación extraescolar CEDEX, logramos certificar en secundaria a 74 jóvenes, y los 11 que faltaron se cambiaron de domicilio, pero iremos por ellos para el nuevo curso que empieza en septiembre. De esos 74, cerca de 40 se han inscrito en preparatoria, y buscamos un mejor destino para los otros.

    Ciertamente que tales esfuerzos no se le pueden exigir a todos los maestros del País, pero como estos hay miles de ejemplos de docentes que, con el apoyo de padres de familia a lo ancho y largo de México, trabajan por una oportunidad para sus jóvenes y por, como dice la frase definitiva de sus derechos humanos, “el interés superior del niño”.

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