El Centro Histórico de Culiacán. Espacio público por excelencia
Esta reflexión la expone Jaume Barnada (experto en espacio público, vivienda y estrategias urbanas) en su curso de especialización “Ciudad Próxima: Un modelo ecológico Urbano” dirigido a personas de toda Iberoamérica. La ciudad próxima es un modelo que garantiza las mejores condiciones de vida a quienes la habitan. Implica una redistribución de los espacios de servicio para la gente de tal forma que se pueda garantizar todo lo requerido a corta distancia de donde residen. Es decir, tener siempre cerca espacios de salud, escuelas, comercio, áreas recreativas y por supuesto, empleos. El complemento de esta tendencia es la transformación del espacio público, principalmente el que se destina casi exclusivamente a la movilidad de automóviles, es decir, las calles; para que sean lugares más funcionales para los peatones.
He vivido en el Centro Histórico toda mi vida en diversas circunstancias. Mis padres llegaron a Culiacán en 1965 a propósito de la inauguración de la Casa Grande frente a Catedral. Cuando nací mi padre ahí trabajaba e iba y venía caminando a casa ubicada en el Centro también. Posteriormente mi madre tuvo un pequeño local de ropa infantil por la calle Cristóbal Colón a media cuadra de la Avenida Obregón. Crecí viviendo en ese sector. Acudí cuatro años de mi adolescencia a una escuela de artes plásticas por la Miguel Hidalgo y caminaba todas las tardes varios trayectos del Centro Histórico. Años más tarde, mientras estudié la carrera profesional en la Facultad de Arquitectura (Andrade y Constitución) fui locatario en un tianguis muy popular frente a Catedral, junto a la Parisina (donde antes era La Casa Grande).
En la licenciatura estudié y comprendí el Centro Histórico de Culiacán como lo que es y debe ser, el espacio público por excelencia. Un lugar siempre polémico ya que “pertenece” a toda la ciudadanía. Cada uno tenemos una perspectiva diferente: propietarios, habitantes, visitantes, autoridades, comerciantes, académicos, transportistas, automovilistas, ciclistas, peatones, niños y niñas, la tercera edad, toda la diversidad de géneros, inmigrantes, todos somos actores del esta singular parte de la ciudad. La que tiene la historia, la que por siglos sus calles solo fueron caminar, encontrarse, socializar y desarrollar el comercio o el intercambio. Posteriormente se fueron involucrando otros vehículos, otras dinámicas que transformaron la imagen, la función y el medio ambiente del lugar.
Celebro que el Alcalde entrante Juan de Dios Gámez haya atendido de inmediato a diferentes grupos involucrados en la actual dinámica del Centro, aunque no comparto la reacción tan precipitada de revertir la condición peatonal de algunos tramos de calles del Centro. La acción triunfante de una máquina levantando las macetas que obstruían el paso de automóviles (no de peatones) se manejó como “la solución a la movilidad del Centro”.
Posterior a este día se desató una guerra mediática en redes que hizo revirar al Ayuntamiento e intervenir de nuevo el lugar con una operación llamada “embellecimiento y medidas para mejorar movilidad en Centro Histórico” que consistió en pintar pasos peatonales alrededor del Mercado Garmendia (en mi opinión son los cruceros que menos necesitan esto en toda la ciudad) y el sembrado de plantas de ornato en macetas sobre las banquetas (parece que esas no estorban). Este primer paso del programa tuvo una cobertura mediática sin precedente. Nunca había visto tantas cámaras, medios de comunicación y funcionarios atestiguando la pinta de unas rayas blancas que considero deberían ser intervenciones permanentes en toda la ciudad.
La guerra mediática llevó a encabezados como “Liberan las calles exclusivas para peatones” o “ambulantaje de Culiacán reporta incremento en ventas tras la apertura de la Calle Hidalgo”. Honestamente, deseo que le vaya muy bien al comercio del Centro, conozco a muchos de ellos y sé de sus preocupaciones por el desplome de ventas, aunque me temo que dejar pasar automóviles por una calle no significará mejorar sus ventas.
Recientes investigaciones en la Facultad de Arquitectura están comprobando que, luego de la pandemia, mucha gente dejó de ir al Centro a comprar. El fenómeno propició la multiplicación del comercio de barrio y la gente ahora ya no ve seguro visitar el Centro, mucho menos si hay limitaciones para caminar con sana distancia. Lo que este lugar requiere es una cirugía mayor para invertir en vivienda y renovar el ambiente de barrio que hace muchos años logró tener. Desafortunadamente, intervenciones a mediano y largo plazo nunca serán atractivas para una administración (municipal o estatal) a la que le urge el aplauso inmediato.
Lo grave de esto, no es la mínima superficie recuperada para los automovilistas en el Centro de la ciudad sino el mensaje categórico que se envía, junto con anuncios como la construcción de un periférico y la anulación del Metrobús. Se prevé cada vez más lejana la posibilidad de que Culiacán sea una ciudad sustentable, justa, equitativa o social, como erróneamente la han anunciado. Esto sí es un insulto a la inteligencia de muchos que trabajamos en esto por décadas. Llamemos las cosas por su nombre. Anuncien el proyecto de ciudad como lo que quieren que sea: una ciudad con más automóviles circulando (aunque cada día avancen menos) una ciudad con menos área verde y más asfalto y por tanto una ciudad con menos posibilidades para caminarla o moverse en bicicleta (aunque no dejaremos de hacerlo) y como resultado de todo esto, que sí es lamentable, seguiremos siendo la ciudad número uno en decesos por hechos viales. Claro, no hay solución para todo, algo se tiene que sacrificar.
Sigamos conversando: jccarras@hotmail.com