El equilibrio de alta criminalidad en México, nuevas preguntas

14/05/2025 04:02
El equilibrio de alta criminalidad en México ha sido, es y quizá será ‘perfecto’, de ahí la impunidad masiva sostenida por encima de la alternancia en la Presidencia de la República.

¿Viene una fractura mayor en el equilibrio de alta criminalidad en México? Sostengo que esto sólo sería posible con lo que llamo una interferencia sistémica externa, dado que, al menos hasta ahora, no hay evidencia de que exista presión interna alguna suficiente para romper tal equilibrio.

En febrero del año pasado el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX invitó al doctor Marcelo Bergman, sociólogo argentino especializado en el análisis de la criminalidad, a la presentación de su libro El negocio del crimen. El crecimiento del delito, los mercados ilegales y la violencia en América Latina. He invitado insistentemente a leer el libro, ahora lo reitero, pero quien no lo haga puede ver en este evento algunas de sus tesis principales.

El punto de partida es el reconocimiento del crecimiento de delitos en todos los países de la región, señaladamente en los delitos contra la propiedad, si bien “el ritmo y la intensidad difieren”. Se observan casos con crecimientos pronunciados en periodos relativamente cortos. Bergman abre su análisis con lo siguiente. La región tiene “menos pobreza, menor desigualdad, bajo desempleo, crecimiento económico y... más crimen”. Por qué creció el delito en un contexto donde no debería haber crecido, según la teoría; esta es la pregunta central del libro.

Las tres variables que explican el crecimiento del crimen son: a) El rápido crecimiento en el consumo de bienes ilícitos; b) Mercados dinámicos y c) Debilitamiento de las capacidades estatales. El crecimiento del consumo se canalizó en parte hacia los mercados ilegales, a su vez fortalecidos y fragmentados. Los grupos delictivos proliferan frente a la demanda creciente y la mayor violencia llega cuando concentran poder y “rivalizan por el control del negocio criminal”.

“El crimen fue impulsado por un dramático crecimiento de los delitos rentables” y los homicidios se convirtieron en “delitos instrumentales, es decir, sirven para alcanzar otro objetivo”. Se produce la diversificación del crimen, “especialmente importante para México, “lo que empieza como un crimen por una persecución de una renta determinada, en algunos casos produce una diversificación de actividades ilícitas que son más violentas que la inicial”. La fragmentación de los grupos conlleva a la incursión en distintas actividades criminales -sumamente predatorias- y entonces llegamos a la “gran violencia” con la extorsión, el secuestro, la trata.

En resumen, se sumó lo siguiente: “una relativa prosperidad promovió mayor consumo de bienes y productos, las capacidades estatales para hacer cumplir la ley se mantuvieron débiles, los mercados ilícitos prosperaron y se mantienen pocos incentivos políticos para desarticularlos”.

El corazón del argumento es la teoría de los equilibrios. La alta demanda nacional e internacional de productos ilícitos o lícitos de procedencia ilícita empuja el desarrollo de mercados ilegales e informales; se organizan las redes de provisión y el proceso se intensifica en correlato al debilitamiento progresivo de la capacidad de disuasión del Estado. “Lo que estamos viendo es un círculo vicioso: ilegalidad debilita disuasión que a su vez impulsa la ilegalidad. Este es el equilibrio: una cosa depende de la otra.

Equilibrio de alta criminalidad (México. Honduras, Venezuela, entre otros); equilibrios de baja criminalidad (Chile, Argentina, Uruguay, entre otros). En los de baja, los estados “pueden neutralizar ciertos mercados ilegales o por lo menos los controlan, los vigilan, aún si no quieren eliminarlos”; en cambio, en los entornos de alta criminalidad se perdió el control. En este caso, las presiones de mercado se incrementan, haciendo extraordinariamente difícil su intervención. México redujo históricamente su violencia y tuvo grupos delictivos poco sofisticados; “para eso, ‘El Negro’ Durazo alcanzaba, pero no alcanza para ‘El Chapo’ Guzmán o el Cártel Jalisco Nueva Generación; para un negocio criminal muy sofisticado, se necesita una capacidad disuasiva muy sofisticada y normalmente los estados corren detrás, no corren delante de las organizaciones”.

Por si fuera poco, Bergman explica que la evolución de las organizaciones ha operado a través de la subcontratación de grupos que a su vez se van fortaleciendo y diversifican sus propias actividades criminales: “Este es el drama de América Latina, la diversificación criminal”.

El equilibrio de alta criminalidad en México ha sido, es y quizá será “perfecto”, de ahí la impunidad masiva sostenida por encima de la alternancia en la Presidencia de la República. Nuevas preguntas. ¿La presión actual de Estados Unidos provocará una interferencia sistémica externa que podría llegar a fracturar tal equilibrio? ¿O lo sería, de muy otra manera, traer a México una figura multinacional de asistencia técnica para la reducción de la impunidad en acuerdo con la ONU?

Dejo abiertas ambas preguntas y, reitero, no se pierdan este libro.