El ‘éxito’ de quitarle un pulmón a Culiacán
Abolir lo sustentable por ganar un sendero

OBSERVATORIO
    Algunos segmentos, de baja capacidad numérica y alta aptitud de estridencia, le quieren imponer a Culiacán una agenda involutiva. Sacando de este debate a los Coppel que son los que aportan el 69 por ciento del financiamiento para que funcione el pulmón verde de la ciudad (19 por ciento proviene de los visitantes, 10 por ciento el Gobierno del Estado y el 2 por ciento lo pone el Ayuntamiento en especie) sería posible centrar la atención en lo fundamental: La Perla del Humaya ocupa, le urge, mayor esfuerzo del sector privado para erigirla como el mejor lugar para vivir, porque la inversión pública en condición deficitaria no está en la posibilidad de participar en acciones de gran envergadura que restauren el hábitat.

    En una de esas victorias que antes de celebrarlas deben pasar por la criba del esquema de ganancias y pérdidas, ya que no necesariamente triunfa el bien general por el hecho de que algún interés particular o grupal se ciña los laureles, las personas que se autodesignaron defensoras del Parque Ecológico de Culiacán presumieron que lograron la cancelación del Proyecto Sendero que fue planeado como un atajo urbanizado que conectaría al área mejor conocida como “La Milla” con el Jardín Botánico de la ciudad.

    De manteles largos, los “guardianes de la ciudad” le agradecieron públicamente al Gobernador Rubén Rocha Moya “por ordenar la cancelación definitiva del Proyecto Sendero” y la gratitud la hicieron extensiva a los secretarios del Gabinete Ruth Díaz Gurría, de Bienestar y Desarrollo Sustentable, y José Luis Zavala Cabanillas, de Obras Públicas. Como cerrojazo a esa lucha aparecen en una fotografía 28 ciudadanos que levantan la mano empuñada en señal de fuerza.

    Lo que lograron echar abajo fue la inversión de 18.5 millones de pesos para modernizar el parque con alumbrado, áreas de descanso y reunión, espacios para la cultura y las artes y, lo principal, sin talar un solo árbol de los ya existentes agregarían 2 mil plantas de 50 especies características de la región para crear un arboretum similar a los que hay en las grandes instalaciones ecológicas del mundo.

    Dejando hasta aquí el estado de cosas, la interrogante obligada es qué tanto obtuvo Culiacán, más específicamente los culiacanenses, al llegar el tema a ese punto. Es que cuando los opositores vieron caídos sus argumentos de ecocidio y afectación a la gente que acude a “La Milla” a ejercitarse, indujeron un ingrediente político que sabían les redituaría en la coyuntura de cambio de gobierno en Sinaloa: “hay un avaricioso intento de despojo gradual orquestado por los bien conocidos empresarios”. Se refieren a los Coppel.

    Tan tremendista hipótesis asusta a cualquiera. Espanta hasta el interés de la población por conocer más y dilucidar con hechos y datos a la mano que ese espacio público lo utilizan los culiacanenses que quieran disfrutarlo, que es propiedad de los ciudadanos, que es imposible desarrollarlo al nivel en que está con inversión pública y que, paradójicamente, únicamente ocurre en la capital de Sinaloa la movilización para arruinar un logro reconocido en el contexto internacional pues hace cinco días, el 5 de marzo, fue incluido por el diario argentino La Nación en el catálogo de “los siete jardines botánicos más lindos del mundo”.

    Si a los Coppel tenemos que reclamarles que hayan consolidado desde Sinaloa una de las principales marcas mexicanas con tiendas departamentales que lo convierten en el segundo minorista en México y el quinto en Latinoamérica, con 113 mil empleos, y patrocinadora además de programas de impacto social, entonces en esa toma de conciencia al revés habremos de reconocer las empresas y los capitales de origen dudoso que, por cierto, ningún núcleo activista las toca.

    Algunos segmentos, de baja capacidad numérica y alta aptitud de estridencia, le quieren imponer a Culiacán una agenda involutiva. Sacando de este debate a los Coppel que son los que aportan el 69 por ciento del financiamiento para que funcione el pulmón verde de la ciudad (19 por ciento proviene de los visitantes, 10 por ciento el Gobierno del Estado y el 2 por ciento lo pone el Ayuntamiento en especie) sería posible centrar la atención en lo fundamental: La Perla del Humaya ocupa, le urge, mayor esfuerzo del sector privado para erigirla como el mejor lugar para vivir, porque la inversión pública en condición deficitaria no está en la posibilidad de participar en acciones de gran envergadura que restauren el hábitat.

    Si los Coppel tienen que responderle por algo a la sociedad, allá ellos. Aquí se trata de determinar si los que impidieron la obra del sendero en el Parque Ecológico ganaron una guerra a costa de asfixiar a Culiacán cuando más necesita de calidad del aire y más la requerirá al paso de los años por el crecimiento del parque vehicular y otras prácticas que reducen la disponibilidad de oxígeno. La causa es la que hace al líder, no a la inversa.

    ¿Quiénes resultaron ser los ecocidas? ¿Los que intentaron añadirle 2 mil árboles al Parque Ecológico o los que obstaculizaron dicha intención? Ojalá que el Gobernador Rubén Rocha Moya posea elementos de peso para sustentar la cancelación de la obra del sendero porque una vez que los interesados se sienten triunfales irán por nuevas acometidas contra el patrimonio público que es de todos y por lo tanto todos debieran decidir lo que se hace con los pocos tesoros naturales citadinos que disponemos.

    ¿Celebrar esto? De acuerdo, festejen, pero estén dispuestos a encarar en el futuro las consecuencias de actos tan irrazonados como erróneos.

    Reverso

    Hoy encuentran la vía llana,

    Para sus coronas fugaces,

    ¿Pero encararán, mañana,

    Los desastrosos desenlaces?

    La paja y la viga

    Mientras tanto, sobre el complejo lagunar que integran Santa María, Topolobampo y Ohuira, en el municipio de Ahome, está por recibir luz verde la instalación de una planta de amoniaco que sí significa el ecocidio con daño a 22 mil 500 hectáreas que integran humedales, flora y fauna protegida por tratados ambientalistas mundiales. Como allá no tendrían los reflectores encima que el pavimento les garantiza, los que arruinaron una simple vereda en el Parque Ecológico de Culiacán hacen como que no ven esa enorme franja de paisaje y biodiversidad que le roban a Sinaloa.

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