Los escándalos y revelaciones del huachicol fiscal -que involucra a la Marina y a los del grupo La Barredora, cuyo origen se da en la cuna de Morena- tiene descolocada la narrativa presidencial.
Cada día aparecen nuevos datos, cada vez más preocupantes y, lejos de que se vislumbre una salida clara, lo que aparece en el horizonte son nuevos problemas.
En el caso de la Marina, además de los visos de novela negra, los asesinatos, las pistas incompletas y el tufo a arreglos mafiosos, hay que destacar el discurso del Almirante Secretario el día del desfile militar: el problema existe, fue doloroso admitirlo, pero hay que asumirlo. Hay que reconocer ese ánimo, ojalá se traduzca en evitar las “manzanas podridas” y sanear estructuralmente la institución.
El problema sin duda trasciende a la Marina: hay ramificaciones y socios en aduanas, empresarios, transportistas, delincuencia organizada y un largo etcétera. Es imperativo que se avance en todos los frentes.
Por lo que hace a La Barredora, el problema es más original: en Tabasco era vox populi quién estaba detrás de ese grupo delictivo, para todos menos para las autoridades.
Los tropiezos que la narrativa oficial ha tenido en fechas, circunstancias, acciones y actores revelan que se trata de un caso incómodo. Finalmente, Morena destapó a Morena en la cuna de Morena.
Por cierto, lo mismo ocurre en el caso del huachicol fiscal: no se trata de una investigación periodística, una publicación en un diario extranjero o una especulación de la oposición, sino que es el expediente que consigna las averiguaciones hechas por la Fiscalía General de la República y, sin embargo, los reflejos del oficialismo no parecen adaptarse a ese nuevo guión: si no hay conspiración de los enemigos de la transformación, es difícil reaccionar con solvencia.
Un problema adicional es que ante la desaparición de contrapesos institucionales y aún de voceros alternos (lo que antes conocíamos como el Gabinete), toda la carga de la narrativa recae en la Presidenta de la República que ciertamente se ha visto de mal humor, con hierros en sus dichos y una gran incomodidad. Son los costos de la concentración del poder. Seguimos en descontrol de daños.
El huachicol designa algo adulterado; al principio refería bebidas alcohólicas intervenidas, no puras; después se extendió a la extracción ilegal de combustible, y ahora lo usamos hasta para una práctica fiscal ilícita.
Creo que el mayor riesgo actualmente es que el oficialismo viva en el huachicol político, es decir, en una realidad adulterada.
Ojalá la crisis se encare de frente y sin pretender omitir ningún costo, de otro modo solo va a perpetuar una realidad intervenida, adulterada.