En las Geórgicas, Virgilio escribió: “Pero huye entretanto, huye irreparablemente el tiempo”. Sí, efectivamente, el tiempo vuela, sus instantes son fugaces chispas que iluminan momentáneamente el firmamento de nuestra vida.
Otro gran poeta, Horacio, exhortó a aprovechar adecuadamente el huidizo tiempo con su inmortal frase: “Carpe diem”, que significa aprovecha el día, vive el momento, no dejes pasar la oportunidad, no confíes en el mañana.
Otro poeta muy posterior, Walt Whitman, señaló: “Coged las rosas mientras podáis, veloz el tiempo vuela, la misma flor que hoy admiráis mañana estará marchita”.
El físico Albert Einstein no reflexionó sobre la volatilidad del tiempo, sino sobre su relatividad emocional: “Si estás sentado junto a una chica rubia, dos horas pueden parecer dos minutos. Si estás sentado sobre una estufa caliente, dos minutos pueden parecer dos horas. Esto es la relatividad”.
Un escrito anónimo muy conocido invita a valorar concienzudamente cada brizna de tiempo:
“Si quieres saber el valor de un año, pregúntale a un estudiante que acaba de reprobar sus exámenes finales. Para conocer el valor de un mes, pregúntale a una madre que dio a luz prematuramente.
“Para conocer el valor de una semana, pregúntale al editor de alguna revista. Para conocer el valor de una hora, habla con un par de enamorados.
“Para conocer el valor de un minuto, pregúntale a alguien que acaba de perder un tren, un avión o un autobús. Para conocer el valor de un segundo, pregúntale a alguien que acaba de sobrevivir a un accidente. Para conocer el valor de una milésima de segundo, pregúntale a un atleta que acaba de perder una medalla en las Olimpiadas.
“El tiempo no espera nada; disfruta de cada uno de los momentos que te son dados porque son insustituibles”.
¿Valoro adecuadamente el escurridizo tiempo?