El rostro oculto del poder: narcisismo en la sociedad contemporánea

    El narcisismo y la violencia se han normalizado tanto en nuestras sociedades que sus comportamientos no se ven como algo fuera de lugar. Un gran reto es cuando estas personas detentan el poder. Puede verse en líderes políticos cuyas decisiones parecen motivadas más por la autoafirmación que por el bien común, hasta dinámicas de género donde el poder y el control toman un papel central.

    Narciso fue ese joven de la mitología griega que, al ver su reflejo en el agua, se enamora de sí mismo y muere de sed y hambre porque no es capaz de despegarse un momento de su imagen. Probablemente si naciera hoy, no tendría que asomarse a un espejo de agua para ver su reflejo, se tomaría selfies sin parar y estaría el día entero viendo su imagen y feliz por tener likes y más likes.

    El mundo hoy es un cultivo de narcisos: en el mundo digital, en la política, en el sector corporativo y en las relaciones personales. El trastorno de la personalidad narcisista es una enfermedad de salud mental en la cual las personas tienen un aire irrazonable de superioridad, creen merecerlo todo, tienen nula empatía por el resto de las personas y las visualizan como objetos para conseguir sus fines. Existen diversos tipos de narcisistas, desde las víctimas a los malignos, y existen distintos grados de narcisismo: desde el trastorno narcisista hasta la psicopatía narcisista.

    No existe consenso en la cifra, pero entre las y los expertos se calcula que entre un 6 y un 15 por ciento de la población mundial es narcisista. Si como señala el experto Iñaki Piñuel, cada persona con este trastorno o psicopatía afecta (por decirlo diplomáticamente) la vida de más de 60 personas aproximadamente, mientras camina sobre la Tierra, podemos empezar a darnos cuenta de la importancia de saber a qué nos referimos cuando hablamos de narcisismo y del efecto que tiene tanto en los individuos como en las sociedades y en los países.

    A estas personas, que en su mayoría son hombres aunque existen también mujeres, es difícil diagnosticarlas porque “como ellos están bien y no tienen nada que cambiar”, difícilmente van a terapia o atienden sus problemas mentales. Normalmente van cuando su pareja les lleva a terapia de pareja, lo cual resulta en algo devastador para la víctima porque a menos que el o la terapeuta tenga conocimiento del abuso narcisista y el trastorno, pensará que es una persona con un gran ego y simplemente abordará la terapia como una terapia de pareja más, convirtiéndose en aliada del narcisista sin darse cuenta. Quienes conocen el trastorno o psicopatía saben que jamás deben atender en pareja cuando uno de los integrantes se ubica en ese ámbito y deben brindar apoyo específico para contrarrestar las secuelas del abuso en quien lo ha padecido o padece.

    Normalmente se les detecta, a decir de expertos como Iñaki Piñuel o Duvarsula Ramani, a través de la sintomatología que empieza a manifestarse en sus víctimas (pareja, hijas e hijos, hermanos, padre o madre, jefes en la oficina, colaboradores o colegas). Los síntomas son diversos, pero se caracterizan, entre otras cosas, por la ansiedad, falta de sueño, desregulación del sistema nervioso, depresión, baja de la autoestima, pérdida de sentido de vida, entre otros.

    Llegado a este punto podrías estarte preguntando querida lectora o lector, “¿y qué tiene esto que ver conmigo y con el mundo?”.

    Te respondo con una pregunta: ¿crees que Hitler y Stalin tuvieron algún impacto en la historia de la humanidad y afectaron vidas? Pues ambos son casos claros de psicopatía narcisista. Hoy en el resto del mundo tenemos muchos ejemplos de líderes narcisistas que toman decisiones que afectan a millones de personas y son endiosados por sus seguidores. Además de su característica falta de empatía, entre otros rasgos sobresalen su capacidad para polarizar a las personas que les rodean, para construir mundos falsos, mentir, hacer responsables a otros de lo que hacen, jugar a las víctimas, su sarcasmo, casi todos son infieles (una sola persona para alimentar su ego e inseguridad es insuficiente), manipuladores y son incapaces de aceptar críticas y que otras personas tengan puntos de vista diferentes. Parten de un principio: siempre tienen la razón y las reglas que aplican para todas las personas no aplican para ellos. Estas personas no sólo destrozan la vida de quienes les rodean, pueden acabar con países enteros.

    Por ello resultan tan importantes hoy en día la psicoeducación y la construcción de liderazgos holísticos, humanos y emocionalmente inteligentes. Cuando una de las prioridades en el mundo hiperconectado es posar para las selfies y aparentar vidas de revista, algo grave está sucediendo en el mundo. Esta manera de entender el liderazgo y la popularidad no sólo está construyendo el camino del narcisismo galopante de nuestra sociedad, sino que está legitimándolo y justificándolo.

    Resulta preocupante un mundo en el que las personas sólo son capaces de verse a sí mismas y en donde la realidad de las y los demás les resulta irrelevante. La cuestión es que esta realidad le sucede no sólo a la ciudadanía de a pie, le sucede a los políticos, a las personas en el ámbito corporativo cuya eficiencia y estilo de liderazgo son justificados por sus buenos resultados y se deja de lado el efecto devastador que van dejando en las personas a su paso y en los entornos en los que habitan, ya sea laborales, familiares, académicos, etcétera.

    Ojo, no todos los psicópatas son como Hannibal Lecter; de hecho, esos son la minoría y por ello existe la tipificación de psicópatas integrados. Están plenamente integrados a nuestra sociedad y van causando destrozos hasta que la gente se da cuenta y normalmente ya es muy tarde. El narcisismo y la violencia se han normalizado tanto en nuestras sociedades que sus comportamientos no se ven como algo fuera de lugar.

    Un gran reto es cuando estas personas detentan el poder. Puede verse en líderes políticos cuyas decisiones parecen motivadas más por la autoafirmación que por el bien común, hasta dinámicas de género donde el poder y el control toman un papel central. Hay que comprender que el narcisismo no es sólo un problema individual, hay que entenderlo como un factor que modela las relaciones interpersonales y las estructuras de poder.

    En la política, este fenómeno puede observarse a través del ciclo de abuso narcisista, caracterizado por las fases de idealización, devaluación y descarte. Esto puede observarse en la manera en la que ciertos líderes interactúan con sus electores y otros actores políticos. Las consecuencias e impacto de este tipo de liderazgo son profundas, afectando desde la toma de decisiones hasta las relaciones internacionales. ¿Alguien duda que gran parte de la dinámica internacional de los últimos años es efecto de las decisiones y características de jefes de Estado y Gobierno que han antepuesto su visión personal y egoica a la visión de Estado de los países que representan y a nombre de los cuáles actúan o de personas cuya labor afecta el entorno global financiero? Siéntanse libres de poner los nombres que les vengan a la cabeza.

    El narcisismo es un fenómeno complejo que requiere una comprensión multidimensional. Desde la política hasta las redes sociales, pasando por nuestras habitaciones y espacios de trabajo, sus efectos son palpables y devastadores.

    Como sociedad, deberíamos educarnos más sobre esta realidad y hacerla visible para detectarla, contrarrestarla y fomentar liderazgos empáticos, holísticos y emocionalmente inteligentes.

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    La autora es internacionalista y politóloga, fundadora de Mujeres Construyendo

    @LaClau

    www.mujeresconstruyendo.com

    Animal Político

    @Pajaropolitico

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