En Sinaloa, la narcosaña inaudita
Mayor crueldad a la vista de todos

OBSERVATORIO
01/07/2025 04:02
    ¿Estamos a salvo con los operativos que realizan miles de militares, policías y guardias nacionales? ¿Poseen márgenes de maniobra para sacar a Sinaloa de la violencia la Presidenta Claudia Sheinbaum y el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch o decretarán el sálvense quien pueda? ¿En realidad otros cárteles del narcotráfico han entrado a Sinaloa para auxiliar a un segmento de las facciones del crimen en pugna? ¿Existen salidas de emergencia que el Gobierno pueda ofrecer en el acorralamiento que ejerce el bélico CDS?

    A cualquier ciudadano atrincherado en sus posiciones de asombro, normalización o indiferencia frente a la jornada criminal del 29 de junio, con la cual el narcotráfico compite entre sí sobre sus capacidades de generalizar el terror, debió moverles el piso la táctica de cuerpos mutilados colgando de puentes, cadáveres apilados dentro de un vehículo, enfrentamientos entre civiles y militares, ataques a policías, así como homicidios en ciudades y comunidades rurales. Ese día el crimen organizado vació el catálogo entero de modos de infundirles miedo y frustración a los sinaloenses.

    Pocas veces la percepción de peligro se vio potenciada en la presente narcoguerra como el domingo con su desfile de evidencias del horrendo modus operandi. Los que preguntaban de qué manera llegamos a la presente gran colisión de la delincuencia vertebrada viraron a la interrogante de cómo entró Sinaloa a repertorios criminales tan inhumanos que anuncian la antesala de mayores desastres en lo económico, político y social. Es el síndrome del olvido que bloquea la memoria para que no hallemos ni la génesis ni las escapatorias de la violencia.

    El paisaje dantesco al límite: carnicería humana que no es otra cosa que el sacrificio de la esperanza como ofrenda a los dioses con ametralladoras y sin remordimientos. Vidas aniquiladas y esparcidas en la tierra de nadie con tal de que ni un solo habitante olvide la ley de los facinerosos. Convoyes de sicarios que escriben los partes de la guerra ganada por los gatilleros del hampa. La irrefutable moraleja del pánico instalado desde aquí hasta el horizonte.

    Sin embargo, la estupefacción que causa el horror en los ciudadanos se queda corta ante el pasmo que paraliza a las instituciones y quienes las dirigen. La gente carece de espacio donde pueda procesar el pavor que resurge, mientras el Gobierno se quedó sin argumento ni voz para explicar y no se diga para apagar el infierno cada día más incandescente. El acto de ver y callar se alza como la mejor evasiva que ayuda a no morir en el intento de explicarnos la jungla en la que coexistimos.

    ¿Qué decimos? ¿Qué hacemos? ¿Qué creemos? Las únicas rutas marcadas con la sangre de las víctimas conducen a refugiarnos en las madrigueras de la irresolución, allí en la intimidad de las familias, de las empresas y de la consternación segmentada para que cada uno decida el salvamento a intentar casi con la certeza de que la salida que se elija está cerrada por los emisarios del crimen. Denos un croquis de los caminos para escapar y sin duda será el boceto de las trampas disponibles.

    El rumbo que se elija estará bloqueado por colosales signos de interrogación. ¿Estamos a salvo con los operativos que realizan miles de militares, policías y guardias nacionales? ¿Poseen márgenes de maniobra para sacar a Sinaloa de la violencia la Presidenta Claudia Sheinbaum y el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch o decretarán el sálvense quien pueda? ¿En realidad otros cárteles del narcotráfico han entrado a Sinaloa para auxiliar a un segmento de las facciones del crimen en pugna? ¿Existen salidas de emergencia que el Gobierno pueda ofrecer en el acorralamiento que ejerce el bélico CDS?

    Una pregunta por cada víctima de los casi mil 600 homicidios dolosos, mil 650 personas privadas de la libertad, 5 mil 780 vehículos robados, y la incalculable cantidad de ataques a empresas y casas, hechos a los que la Ley les debe respuestas alentadoras porque lo que proporciona es el triste signo de interrogación a manera de cenotafio que le da forma al mapa de los indefensos.

    Esto sucede conforme corre la cuenta regresiva a un año completo de narcoguerra. La lucha se torna más encarnizada entre las facciones que dirigen los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán y los de Ismael “El Mayo” Zambada, y aliados que muy posiblemente se forman junto a ambos bandos y que al ir coaligados a sus guerras internas escalan a otro nivel las muertes y los alegóricos métodos de terrorismo con el implícito mensaje brutal que nos avisa que nadie ni nada está a salvo.

    Estamos a tiempo de rechazar las prácticas infames como método de mayor sometimiento al miedo. De recordarle al Gobierno que no elegimos ni permitiremos el grotesco dominio que los crueles pretenden fundar encima de los pacíficos.

    Reverso

    No sobrevivirá nuestra tierra,

    A la inenarrable fiereza,

    De esta etapa que comienza,

    En la infinita narcoguerra.

    Salud y violencia

    Los “levantones” perpetrados por la delincuencia contra médicos generales o especialistas de diferentes hospitales del sistema de salud pública que funcionan en Sinaloa, piden a gritos los protocolos de seguridad que eliminen los desplazamientos de personal por trayectos largos y de alta incidencia delictiva. Por ejemplo, trasladar a galenos y enfermeras de Culiacán a Costa Rica, Navolato y Eldorado, o desde Mazatlán a Villa Unión, Concordia u otros centros rurales de atención médica, les significan riesgos que pueden ser evitados. De no tomar las medidas adecuadas, los responsables de los ataques a los profesionistas de la medicina serán tanto los criminales que los privan de la libertad como los jefes de nosocomios que incurran en negligencias.