Escuela del alma

ÉTHOS
01/08/2024 04:01
    La educación escolar no es cumplir con un requisito académico, sino adiestrarnos en una palestra que nos prepara para la vida y la interacción con nuestros semejantes. La escuela no nos presenta solamente la ciencia, sino la esencia de las cosas. No es un conocimiento abstracto y anodino, sino una enseñanza práctica que es vital en el camino.

    Atender la educación escolar no es cumplir con un requisito académico, sino adiestrarnos en una palestra que nos prepara para la vida y la interacción con nuestros semejantes. La escuela no nos presenta solamente la ciencia, sino la esencia de las cosas. No es un conocimiento abstracto y anodino, sino una enseñanza práctica que es vital en el camino.

    Josep María Esquirol, catedrático de Filosofía en la Universitat de Barcelona, escribió un libro titulado “La Escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir”, donde reflexionó sabia y serenamente sobre la competencia y cometido de la escuela, que no se encarga de alimentar mentes, sino de forjar seres humanos responsables, conscientes y comprometidos.

    De hecho, Esquirol ha optado por enseñar una filosofía de la proximidad centrada y sustentada en la autognosis socrática, además de ahondar en la sencillez franciscana y en el diálogo contemporáneo.

    Dirige un grupo filosófico llamado “Aporía” (sin poros, sin salida), que es todo lo contrario de lo que su nombre pretende indicar, pues es un grupo abierto dedicado a los vínculos e interrelación entre filosofía, ética y psiquiatría.

    Una palabra que emerge de este enfoque filosófico escolar, es el término atención, que significa tender hacia quien está hablando; es decir, escuchar atentamente. Por eso, en la nota introductoria, escribió: “Hay casa porque hay intemperie/ e intemperie pide amparo. / Hay escuela porque hay mundo/ y el mundo pide atención/ hay casa y hay escuela porque el amparo y la atención pueden hacer camino y madurar para dar fruto. / ¿Qué tipo de fruto? De más casa y de más mundo”.

    Precisó: “En La Escuela del Alma no se imparten títulos, pero sí sonrisas que llegan al corazón y son contagiosas”.

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