Al término de la columna anterior, dijimos que una interpretación errónea sobre una pintura artística polarizó los ánimos durante la Ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos, París 2024.
La reacción fue normal, porque los símbolos y credos religiosos no deben ser motivo de mofa, burla o escarnio. Sin embargo, la escena representada, como se aclaró, no correspondía a la pintura de la Útima Cena, de Leonardo de Vinci. No obstante, no debe olvidarse que Francia siempre ha sido bastión en materia de política de inclusiones y cuna de la Ilustración.
Empero, este controvertido detalle no debe opacar otras significativas presencias y expresiones, como la espectacular reaparición de Celine Dion, después de padecer el síndrome de la persona rígida, cantando desde la Torre Eiffel el dramático Himno al amor, de Edith Piaf, conocida como “el gorrión de París”.
Otro momento mágico fue el encendido del pebetero olímpico por parte de los atletas Teddy Rinner y Marie Jose Perec, quienes recibieron la llama olímpica de manos de un anciano en silla de ruedas, Charles Coste, de 100 años, pues nació en 1924, y ganó en 1948, en Londres, una medalla de oro en ciclismo de persecución por equipos. Toda una leyenda viviente, pues el último de sus compañeros medallistas falleció en 2012.
Un momento clave fue, también, cuando la delegación de Argel depositó una decena de rosas rojas en el río Sena para recordar el asesinato de más de 200 argelinos en París, muchos de los cuales fueron arrojados al Sena, el 17 de octubre de 1961, porque exigían la independencia de su territorio, que aún se encontraba en manos del Gobierno francés. En 1962, Argelia obtuvo su independencia después de 132 años de ser ocupada por Francia.
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