Hablemos de los efectos
envidia en la empresa familiar

28/03/2021 04:00
El gran problema de la envidia es que no es solo un sentimiento deleznable, sino que es terreno fértil para que se reproduzcan una serie de actitudes y emociones destructivas que dañarán gravemente, tanto a la persona que la padece, como al ambiente en el que se desenvuelve.

“La envidia es causada por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos poseer nosotros”.
Diógenes Laercio

Solemos concebir el éxito de los demás como mucho más relevante de lo que realmente es y esto puede generar envidia. Esta es tan natural en el ser humano como sentir hambre. Se gesta en el corazón sin distinguir edad, ocupación o sitio en el organigrama y «dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos», como apuntó François de La Rochefoucauld.

Popularmente concebida como uno de los pecados capitales, la envidia es un tema tabú y, como tal, no hablar de ella la vuelve cada vez más tóxica. La envidia también se hace presente en el mundo de las empresas familiares, donde, fuera de control, puede amenazar la sustentabilidad del negocio.

Según la mitología griega, cuando Peleo se casó con Tetis, se celebró una de las bodas más opulentas jamás vistas. Todo el mundo fue invitado salvo por Eris, diosa de la envidia y la discordia, quien, en venganza por este desaire, llevó un regalo muy especial: una manzana dorada con la inscripción «Para la más bella». Dicha manzana fue a dar a la mesa de las diosas Hera, Atenea y Afrodita, quienes se disputaron el regalo, desatando un conflicto que culminaría en tragedia: la guerra de Troya. Todo a causa del regalo de Eris. Todo a causa de la envidia.

Hace unos días, escuchaba un podcast de la Harvard Business Review, en el que Tanya Menon, profesora del Fisher College of Business (2020), definió la envidia como una dolorosa mezcla de sentimiento de inferioridad, hostilidad y resentimiento. Esta emoción es también, nos dice ella, una respuesta ante la amenaza o el peligro de perder algo que se considera merecido, y el deseo destructivo de aquel que tiene el objeto de nuestra ambición, lo pierda o sufra.

El gran problema de la envidia es que no es solo un sentimiento deleznable, sino que es terreno fértil para que se reproduzcan una serie de actitudes y emociones destructivas que dañarán gravemente, tanto a la persona que la padece, como al ambiente en el que se desenvuelve.

Un envidioso presentará insatisfacción, recelo, posesividad, negatividad, irritabilidad... Emociones tóxicas que mermarán su capacidad para trabajar en equipo y, en algunos casos, que sabotearán a su propia empresa («Si no obtengo lo que quiero, pues ¡que arda Troya!»).

¿Es posible librarnos de la envidia? Probablemente no. ¿Es posible redireccionarla para que se convierta en una herramienta de utilidad? Afortunadamente, sí. Veamos cómo.

Uno: conoce a tu enemigo

Para combatir la envidia tienes que reconocerla aceptarla. Teniendo esto en cuenta, deberíamos preguntarnos por qué sentimos envidia. La primera respuesta tiene que ver con el mal hábito de compararse con los demás. Una comparación saludable nos motiva a trabajar en nosotros mismos para alcanzar metas más altas, pero nos hace daño cuando perdemos la perspectiva de nuestras virtudes: después de todo, quien mira mucho al otro se ocupa poco de sí mismo.

La envidia también enmascara el miedo a no poder conseguir lo que tiene el otro, a ser incapaz, a ser dejado de lado e, incluso, a perder algo que ya considerabas tuyo. En la empresa familiar es común la envidia entre hermanos que compiten por la aprobación del padre, o entre familiares de diferentes generaciones, pues uno cree que el otro gana más de lo que merece.

He presenciado casos en los que el mal de la envidia está tan profundamente arraigado en el seno de la familia empresaria que termina por separar a sus miembros. Lo más común es que esta discordia se genere entre hermanos, que escale hasta provocar que el que siente la envidia se alimente de recelo y egoísmo, sin aportar esfuerzo y apoyo genuino al resto de la familia. Este tipo de conducta defensiva no resulta de utilidad para luchar contra la competencia y el mercado, sino que genera resistencia frente al hermano que lidera con éxito la empresa y culmina por convertirse en un obstáculo difícil de eludir.

Estas rivalidades, en mi experiencia, empiezan como una manzana dorada y terminan como un caballo de madera.

¿Cómo arrancamos esa discordia de raíz? El truco está, primero que nada, en ser honestos con nosotros mismos y reconocer estos sentimientos negativos. La envidia es, al final de cuentas, un síntoma de lo que nos da miedo, de lo que nos hace sentir vulnerables. Debemos reconocer esto que nos asusta y nos limita y trabajarlo, ya sea por nuestra cuenta o con ayuda de un especialista. Segundo, y esto va para el padre o fundador, o madre o fundadora, habrá que platicar el tema con los hijos (y desde temprana edad, mejor).

Es un hecho que «El éxito o el fracaso en los negocios se produce más por actitudes mentales que por capacidades mentales», como nos recuerda Walter Dill Scout: hacernos de la vista gorda y negar la envidia no nos salvará de sus estragos. Hablemos y gestionemos de manera adecuada nuestras emociones y las de nuestra familia, de eso depende el sano funcionamiento de nuestra empresa.

Dos: La envidia es buena enseñante

Tachada siempre como algo puramente nocivo, a la envidia le negamos la capacidad de educarnos. Nos pone enfrente nuestras fallas y temores; incluso nos muestra claramente nuestras ambiciones. La envidia no debe ser negada: debemos aceptarla y escuchar qué es lo que nos está diciendo de nosotros mismos, aunque detestemos admitir que la sentimos, pues eso hará que podamos usarla como una ruta de mejora y establecimiento de objetivos. Después de todo, es como Carl Rogers dice «La extraña paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar» y tratándose de envidia, no es menos cierto. Por otro lado, reconocerla también nos puede ayudar a comprender mejor al otro: ¿qué es lo que en verdad teme y desea? ¿Cómo debemos manejarlo?

Tres: que el “efecto Eris” no haga arder tu empresa

Como fundador de una empresa y jefe de una familia, resulta muy fácil, de forma (in)intencionada, sembrar discordias para incitar la ambición y el espíritu de lucha entre nuestra prole. Comparaciones, abiertos favoritismos, el solo reconocer los avances de aquella persona que ya tiene nuestro favor. «Quien siembra vientos, cosecha tempestades», y al no ser equitativos en la repartición de glorias y crédito, posiblemente estamos fomentando los conflictos del futuro. Mide mucho tus palabras y más tus acciones y sopesa el daño que, involuntariamente, puedes estar causando a los cimientos de tu imperio.

Hay que admitirlo: es normal tener favoritos. Pero este hecho no debe influir en nuestras decisiones empresariales y profesionales. ¿Quieres evitar que la discordia visite tu casa y empresa? Aprende a reconocer el mérito de cada persona. En lugar de pensar cómo algo no cumple tus estándares, reconoce las capacidades en medida de la persona: no se puede juzgar al retoño porque todavía no es una flor.

Reconocer la envidia es de valientes. Avergüenza reconocerse portador de tal sentimiento, pero, como en muchas otras situaciones en la vida, se empieza por identificar y aceptar la enfermedad para poder tratarla. Ten siempre presentes las palabras de Wallace Stevens «En cuanto el hombre abandona la envidia empieza a prepararse para entrar en el camino de la dicha».

FUENTES
BIBLIOGRÁFICAS:

Arrons-Mele, M. (21 de diciembre 2020). Understanding Envy [Audio en Podcast]. Recuperado de:

https://podcasts.apple.com/us/podcast/understanding-envy-part-2-facing-professional-envy/id1480904163?i=1000503094954.

Smith, R. et al. (2007). Family under the microscope. Psychological Bulletin, 133, 46-64: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2009/may/16/oliver-james-envy.

Treviño, N. (2017, agosto 9) Rivalidad en la Familia Empresaria: ¿Celos o Envidia?. El Financiero:

https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/rivalidad-en-la-familia-empresaria-celos-o-envidia.