El proceso actual de globalización proporciona elementos comunes que refuerzan un vínculo mundial, pero existe el riesgo de difuminar, soslayar y empobrecer la propia identidad cultural. Este dinamismo se ha visto acelerado por el creciente desarrollo de las nuevas tecnologías y redes de comunicación e información, que privilegian el intercambio de datos, pero propician la homogeneización de los respectivos valores culturales.
Por eso, el Papa León XIV se comunicó mediante un videomensaje con los participantes del Congreso realizado en el Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, de Madrid, bajo el lema: “Sin identidad no hay educación”.
El Pontífice señaló: “Vuestro compromiso diario no es nada sencillo ante una constante transformación de los procesos educativos, que se dificulta aún más por la extrema digitalización y la fragmentación cultural. No pocas veces me detengo a pensar en cuánto bien hacéis en medio de condiciones realmente complejas”.
Indicó que la identidad educativa se debe privilegiar y sostener para conservar la ruta original y mantener la nave a flote, porque “como les sucede a los navegantes, si se pierde de vista la estrella polar, no es raro que el barco se vaya a la deriva”.
Precisó que la identidad no es “un accesorio o un maquillaje que se hace visible con rituales aislados o incluso con mecanismos repetitivos, desprovistos de vitalidad. La identidad es el fundamento que articula la misión educativa, define su horizonte de significado y orienta sus prácticas cotidianas, tanto en la forma de enseñar, como en la de evaluar y actuar”.
Añadió: “Cuando la identidad no informa las decisiones pedagógicas, corre el riesgo de convertirse en un adorno superficial que no logra sostener el trabajo educativo frente a las tantas tensiones culturales, éticas y sociales, que caracterizan nuestros tiempos de polarización y violencia”.
¿Preservo la identidad educativa?