Narcoviolencia en Badiraguato
La Tuna como trofeo de guerra
Por si acaso Badiraguato, específicamente La Tuna, fuera la cereza del pastel de la guerra prolongada y todavía intensa que es librada en el Cártel de Sinaloa, los recientes hechos de violencia de alto impacto en el icónico territorio del narcotráfico operan en contra de la expectativa ciudadana de un pronto cese de las balas que acaban con vidas humanas, confianza en el Gobierno, oportunidades de desarrollo lícito y garantías constitucionales en general.
El choque entre los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán y los de Ismael “El Mayo” Zambada carece de parámetros que permitan estimar la eventualidad de la pacificación, mientras la fuerza publica militar y policial también va sin brújula a la larga estrategia de sólo reacción frente a acometidas en las cuales evidencia fallas en anticipación y atención. Además, el silencio de los generales agudiza la percepción de narcoguerra infinita.
Si los sinaloenses fingimos en un principio no saber cómo llegamos a este momento de la incivilidad devorándolo todo, hoy somos honestos en la imposibilidad de identificar las salidas de emergencia. Pero se notan todavía peor la fuerza pública en lo que respecta a trazar las rutas de evacuación, y la alta delincuencia dispuesta a combatir entre sí sin límite de tiempo.
La falta de información precisa de parte del Ejército y Policía sobre el estado de guerra en Sinaloa después de un año y casi dos meses de enfrentamientos en el cártel local del narcotráfico hace imposible elaborar el cálculo de la prolongación del conflicto y las consecuencias que resultarán, en respuesta a la ciudadanía urgida de saber cuándo y cómo saldremos de la violencia que en vez de ceder muestra inusitada capacidad de resistencia.
Es que ante la falta de elementos oficiales que sustenten alguna luz al final del túnel, la observación empírica que realiza la sociedad detecta más penumbras que claridades. A la población se le informa de las víctimas de homicidios, desapariciones forzadas, robos de vehículos y demás afectaciones de la violencia, y nadie le aporta elementos de peso para mitigar el azoro y la decepción que ocasiona la narcoguerra.
En este contexto de excesiva turbación y pocas señales de salvación, la pelea por La Tuna se ve venir como otro feroz campo de batalla de la narcoguerra de nunca acabar. La tierra predestinada a ser escenario de todos los choques y pactos entre organizaciones del trasiego de drogas ilícitas carga con la maldición de pagar con la vida de niños, jóvenes y mujeres inocentes desde que la Operación Cóndor llegó en 1975 a instalar aquí la barbarie.
Ahora, atacada por ráfagas de armas de alto poder y drones cargados de explosivos, esta zona badiraguatense vuelve a su trágica normalidad del miedo recorriendo las montañas, comunidades que son aterrorizadas por arsenales bélicos, y la sombría apología que la pone otra vez en la atención nacional e internacional. Le atribuirán a La Tuna la toma del control por parte de una u otra facción porque es, como siempre ha sido, el punto ciego del narco que seduce al catastrofismo.
Preocupa que las facciones del narcotráfico en pugna ni el Gobierno a través del Gabinete de Seguridad nacional posean la correspondiente bitácora bélica y en cambio participen ambos en la agobiante espera a que sea la gran confrontación la que les arroje el recuento final de plazos y daños, prefiriendo continuar de frente en la pasiva resignación a que la guerra termine o que sea ésta la que acabe antes con todo rastro de coexistencia pacífica y Estado de derecho.
Las secretarías de Defensa, Marina, Seguridad y Protección Ciudadana, así como la Guardia Nacional y la Fiscalía General de la República, deben de poseer la información clasificada que permita decirnos a los sinaloenses si el Sinaloa rehén de la incertidumbre tiene fecha de caducidad o debemos acostumbrarnos a resistir y sobrevivir en situación de narcoguerra. Y de no contar con tales datos esenciales entonces tendremos que preocuparnos más.
Todo indica que una facción del crimen organizado intenta capturar a Badiraguato, particularmente a La Tuna, como una especie trofeo de guerra. ¿Esto marcaría el corolario de la belicosidad intracártel o el comienzo de otra etapa de la narcoguerra librada en el corazón del bastión histórico de los Guzmán?
Alguien debe ofrecernos las respuestas.
Que expliquen los generales,
Qué está pasando en La Tuna,
Donde para colmo de males,
Al narco qué le mecen la cuna.
Con el informe que rindió ayer en petit comité el Alcalde de Culiacán, Juan Dios Gámez Mendívil, con la obvia aprobación de los regidores de Morena y aliados y las críticas de los ediles opositores, ya le cumplió al Cabildo pero les queda debiendo a los culiacanenses el evento de rendición de cuentas cara a cara con aquellos que verdaderamente le dirán, fuera máscaras partidistas, si se sienten satisfechos o en los dos próximos años deberá sacar el fua con el cual el Presidente Municipal demuestre mayor esfuerzo y carácter que le crezcan el correspondiente bono político. Debe aprender de los diputados federales y locales que en su mayoría sólo levantan el dedo y aún así presumieron como si fueran los mejores parlamentarios del mundo.