Políticas sobre suficiencia energética y alimentaria

    Se debe buscar el equilibrio entre lo que se produce en México y lo que se debe importar, reconociendo desde ahora que la agricultura para autoconsumo es ineficiente y que la agricultura de riego tiene que subsidiarse por el Gobierno. Lo malo es que se está subsidiando la producción final y no los sistemas de producción; es preferible subsidiar la tecnología para riego por aspersión o por goteo, pues el riego por gravedad, técnica que se usa desde hace miles de años, está acabando con los recursos de agua dulce.

    Permitan los amables y “aguantadores” lectores insistir en esta columna sobre la urgente necesidad de que el Gobierno actúe en función de políticas públicas que orienten a ciudadanos, empresarios y a los propios gobernantes, sobre las rutas que todos deberían seguir, así como metas y objetivos a alcanzar, para que mejor se puedan aprovechar los recursos humanos y materiales.

    Sin políticas públicas, pareciera que la actuación de Gobierno y sociedad están en una especie de piñata donde la autoridad tira palos con los ojos vendados, las empresas, la clase media y los causantes esquivando o amortiguando los “palos de ciego”, mientras que el pueblo en general espera “a ver qué cae”. Gobernar bien y diríase con sabiduría, es cosa muy seria; 27 millones de mexicanos dependen, en una forma u otra, de lo que sus dirigentes decidan y hagan.

    1. Una buena política sobre energía, que no solo contemple una nueva refinería o el papel exclusivo de Pemex, sino, como expuso Benjamín Torres-Barrón, líder del Despacho “Energía, Minería e Infraestructura de Baker & McKenzie, se debiera crear una matriz energética, considerando energías limpias y las de combustibles fósiles...”, con un proceso de sustitución gradual de las más sucias a las menos contaminantes, pasando del carbón y el petróleo al gas y finalmente a las energías verdes, pues estas últimas requieren un proceso de implementación e inversiones, ya que los combustibles de hidrocarburos todavía tardarían años en eliminarse. Para esto sirve una política pública; en el camino decidir sobre el papel actual y futuro de Pemex, la transformación de las refinerías y de la CFE, así como invertir en las nuevas tecnologías, en la distribución y en las necesidades presupuestales, buscando la mitigación del daño climático a través de un “equilibrio entre las opciones disponibles”, como expuso David Rosales de la consultoría Elevation Ideas, publicado en Reforma del 16 de agosto.

    2. Lo mismo se puede decir sobre las relaciones internacionales.- Se requiere una política más clara y más consistente, sin dar tantos saltos y cambios de dirección. Una política que coordine la posición de México entre su tradición de “La Doctrina Estrada”, procurando respetar los derechos de los pueblos y naciones en su soberanía y su aspecto social, con las consecuencias económicas y los tratados internacionales.

    Plantear así nuestra posición en el caso de las guerras entre Rusia y Ucrania, así como en la de Israel contra palestinos, reconociendo que es un problema milenario, que requiere de la búsqueda pacífica, el diálogo y el perdón.

    Una política que proponga, ¿cómo manejar el conflicto comercial y económico entre China y Estados Unidos? Estudiar la llamada implosión empresarial en China y la presencia de nuevas y muchas empresas chinas en México, que están aquí no tanto por el mercado mexicano sino por el de Norteamérica.

    Prever lo necesario ante un retroceso económico en Estados Unidos; atender mejor y acordar con E.U.A. el problema migratorio, así como el aprovechamiento del TMEC, del nearshoring, y el aspecto del narcotráfico y sus consecuencias.

    Todo lo anterior y más, debería quedar plasmado y comunicado en una Política de Relaciones Internacionales.

    3. Una política sobre la tan anunciada suficiencia alimentaria, en la que se empiece por reconocer que la autosuficiencia al 100 por ciento no existe en este mundo globalizado, no sólo porque los recursos de agua, tierra, climas y financieros son limitantes, sino porque en muchas ocasiones es más barato importar algunos productos que producirlos aquí.

    Sin embargo, se debe buscar el equilibrio entre lo que se produce en México y lo que se debe importar, reconociendo desde ahora que la agricultura para autoconsumo es ineficiente y que la agricultura de riego tiene que subsidiarse por el Gobierno.

    Lo malo es que se está subsidiando la producción final y no los sistemas de producción; es preferible subsidiar la tecnología para riego por aspersión o por goteo, pues el riego por gravedad, técnica que se usa desde hace miles de años, está acabando con los recursos de agua dulce.

    Es también preferible subsidiar el equipamiento agropecuario para incrementar la productividad en la agricultura, la pesca y la ganadería.

    Con políticas públicas que busquen la eficiencia y la productividad, se lograría que los agricultores, ejidatarios, pescadores y ganaderos obtengan realmente utilidades en su trabajo, y México gozaría por lo menos de una mediana suficiencia alimentaria.

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    cp_rafaelmorgan@hotmail.com

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