Por el temor a desaparecer, el Partido Sinaloense chantajea a trabajadores de la UAS

    En evidencia dos hechos: que los dirigentes del Partido Sinaloense están verdaderamente aterrados ante la posibilidad de perder el registro; y que la sobrevivencia del PAS depende del chantaje a los trabajadores universitarios.

    Los trabajadores de la UAS ya no quieren ser utilizados como carne de cañón para proteger los intereses del Partido Sinaloense.

    La semana pasada los maestros filtraron uno de tantos mensajes intimidatorios que sus jefes políticos les hacen llegar como mandato para las próximas elecciones.

    El mensaje dice lo siguiente: “nuestro titular nos pide 30 votos por familia. Así que la tarea es convencer para el día del voto a 30 familiares, amigos y vecinos. De eso depende el futuro de la institución, y el futuro laboral de cada uno de nosotros”

    Esto pone en evidencia dos hechos: que los dirigentes del Partido Sinaloense están verdaderamente aterrados ante la posibilidad de perder el registro; y que la sobrevivencia del PAS depende del chantaje a los trabajadores universitarios.

    Para un análisis más profundo, vayamos por partes.

    Primero. El PAS está en verdaderos aprietos. Conseguir el 3 por ciento de los votos que requieren para conservar el registro no les va a resultar nada fácil.

    En las pasadas elecciones apenas obtuvieron el 6.7 por ciento de la votación en los ayuntamientos y 7.5% en el Congreso del Estado, y eso que iban en coalición con los de Morena, que en esa jornada fueron una auténtica aplanadora.

    Pero en esta ocasión el PAS se alió con la coalición más débil. El grupo de partidos a los que se sumó Cuén, va por lo menos 25 puntos a la zaga.

    Por si fuera poco, los dirigentes del PAS arrastran una estela de desprestigio, debido a los escándalos de corrupción y enriquecimiento ilícito en los que están envueltos.

    Además, es bien sabido que la UAS tradicionalmente vota por la izquierda. Gran parte de los uaseños son partidarios de la cuarta transformación.

    Durante las pasadas elecciones, cuando estaba vigente la alianza entre Morena y el PAS, emitir el sufragio no representó mayor problema para los universitarios, ya que un voto para el Partido Sinaloense era un voto de apoyo para la 4T.

    Con todo y eso, esa vez ni siquiera el 50 por ciento de los afiliados al PAS votó por su propio partido.

    Sin embargo, ahora los universitarios tendrán que elegir entre dos proyectos encontrados. En las boletas deberán decidir: votar por los candidatos afines al PAS, o votar por los candidatos de López Obrador.

    La incertidumbre no deja dormir tranquilo a Cuén; ni a Corrales, ni a Robespierre, ni a Madueña, ni a ninguno de los acusados por delitos de corrupción al interior de la UAS, que en el equilibrio de fuerzas políticas perciben su última oportunidad para eludir el cúmulo de denuncias que tienen encima.

    Un fracaso electoral contundente sería catastrófico en sus aspiraciones por conseguir impunidad, pues hasta de su defensa jurídica en los tribunales se han olvidado, para apostarle todo a la movilización de su base social.

    Con el desaliento de la derrota, sin un partido que aglutine la organización de sus agremiados, y con las auditorías focalizadas en la correcta aplicación de los recursos universitarios, al PAS cada vez le será más difícil sostener las manifestaciones callejeras. Ahora sí, sus dirigentes se verán forzados a dar explicaciones a la justicia.

    Pero eso es precisamente lo que no quieren enfrentar. Y por lo mismo han ideado un plan para atemorizar a los trabajadores universitarios. Les dicen que su trabajo depende del resultado de las elecciones.

    En realidad lo que está en riesgo es el sistema corporativo que el PAS ha creado en la UAS. Ahí el partido Sinaloense erigió una estructura de contratación y promoción laboral, basada en la lealtad política.

    La derrota del PAS, su desaparición como partido, traería consigo la desarticulación de los incentivos laborales que utilizan sus dirigentes a costa de los recursos de la universidad.

    Esto no quiere decir que el trabajo de los universitarios esté en riesgo. Por el contrario, estaríamos de frente a la posibilidad de su liberación.

    Esto es lo que en el fondo todo universitario desea. Que sea el mérito y los derechos adquiridos, por encima de la subordinación, lo que permita acceder a mejores oportunidades laborales.

    En Civitas creemos que un cambio de esa naturaleza es necesario en la UAS, independientemente de los resultados electorales. Por eso hemos lanzado un decálogo que está orientado a poner sobre la mesa las reformas necesarias para lograr una mayor certidumbre laboral.

    Buscamos que el personal universitario tenga claridad en los mecanismos para el ascenso y la promoción de su situación laboral, para que nunca más se les utilice en actividades ajenas a las que marca su función.

    Una Universidad con mejores condiciones para sus trabajadores es posible, pronto.

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