Preparar a Sinaloa para la posguerra
Rocha, justicia; el agro, colaboración

OBSERVATORIO
13/05/2025 04:02
    Entre la densa atmósfera donde orbita el escepticismo en cuanto al fin de la pugna entre narcos, emergen asomos en el Mandatario y en líderes de opinión respecto al Gran Acuerdo que necesita Sinaloa para clausurar pronto la pesadilla violenta y apresurar la posterior fase de sanación del territorio lastimado de la costa a la sierra y desde La Concha a San Miguel Zapotitlán.

    Para fortuna de una sociedad que voltea hacia todos lados buscando respuestas sobre la narcoguerra ensañada contra familias y sectores de Sinaloa, ayer habrían sido instalados firmes puentes que encauzan la colaboración entre el Gobierno que ofrece justicia a las víctimas indistintamente de quienes sean los victimarios, y actividades productivas como la agrícola que se dicen dispuestas a apoyar en las medidas que deban aplicarse para la pacificación. Estamos tal vez en la víspera de la calma que viene después de la tempestad, esa serenidad que convoca a la reconstrucción.

    Hacía falta que después de ocho meses de conflictos al interior del Cártel de Sinaloa, beligerancia que afecta a la gente pacífica y sus quehaceres lícitos, lleguen señales del comedimiento que examina a profundidad las consecuencias del choque doméstico en la organización del narcotráfico y desde tal introspección se vislumbren las posibles salidas de emergencia. Las rutas de evacuación son localizadas desde la ecuanimidad indispensable, no desde la histeria colectiva que atropella a unos para salvar a otros.

    En tal vislumbre de la acción posguerra, destaca el posicionamiento que publicó a nivel nacional la Asociación de Agricultores del Río Culiacán al poner sobre la mesa la voz crítica que deplora el estrangulamiento de la economía por la violencia y el terror en los municipios de Culiacán, Navolato y Eldorado, afectando a los trabajadores más vulnerables de la labranza de la tierra, pero reconociendo, no obstante que la situación no mejora, los esfuerzos y acciones de los tres niveles de gobierno y de soldados, marinos, guardias nacionales, policías y personas inocentes que han perdido la vida o han sido heridos en los frecuentes hechos de agresión armada.

    En la misma tónica resalta el compromiso que refrendó el Gobernador en el sentido de que no habrá impunidad para los asesinos de las niñas Alexa y Leidy, privadas de la vida el 6 de mayo en Badiraguato, y justicia también en el caso de la activista protectora de animales, María Dolores Patiño, ultimada el 9 del mismo mes en Culiacán. Al margen de filias y fobias, es justo reconocer que se trata de uno de los más sensibles y firmes pronunciamientos formulados por Rubén Rocha Moya, tanto que generó la confianza de que en cuestión de horas la Fiscalía General de la República y la Fiscalía Militar esclarezcan el primero caso, y la Fiscalía General del Estado el segundo.

    Es decir, entre la densa atmósfera donde orbita el escepticismo en cuanto al fin de la pugna entre narcos, emergen asomos en el Mandatario y en líderes de opinión respecto al Gran Acuerdo que necesita Sinaloa para clausurar pronto la pesadilla violenta y apresurar la posterior fase de sanación del territorio lastimado de la costa a la sierra y desde La Concha a San Miguel Zapotitlán. En esa dirección habrán de sumarse voluntades, pues ir en contrasentido de la ilusión consensuada por paz constituye abominación.

    Qué bien que se restablezca la intervención de liderazgos como el de Roberto Bazúa Campaña, dirigente de la AARC, y sea reimplantada la apertura del Gobernador a escucharlos y sumarlos como lo hizo Rocha al saludar el desplegado que el poderoso Valle de Culiacán le dirigió a la Presidenta Claudia Sheinbaum, con el cierre propositivo que cayó muy bien en Palacio Nacional de “estamos en disposición de trabajar de manera coordinada con las autoridades responsables, en aras de recuperar la paz en este productivo estado”.

    Los ciudadanos y los políticos están frente a la responsabilidad de rescatar todo un estado. Darle vuelta a la página de las diferencias políticas, a las luchas por el poder, al examen de la conciencia ajena y la nula introspección en la propia, con tal de escribir ya la historia de un nuevo salvamento de esta porción del País y su gente que nunca ha sido sometida por las adversidades. Es que a toda guerra la suceden tiempos de definiciones porque una vez que se enfrían las trincheras lo que sigue es la curación de las heridas.

    Se puede recuperar la seguridad y tranquilidad de Sinaloa siempre y cuando las rencillas, odios, rapiñas y egoísmos adopten la pausa que una vez lograda en la narcoguerra sea también y sobre todo en el ánimo social. Está claro que empezarán a soplar vientos de pacificación en Sinaloa los cuales no deben pillarnos ahuyentando esa paz que nos compete a todos hacerla verdadera y duradera.

    Reverso

    Es tenue, y tal vez sea veraz,

    Ese murmullo por cierto parco,

    Que anuncia que volverá la paz,

    Pero la que provee el narco.

    No ayuden, compadres

    Es atroz la conjetura que propalan los leales a Gerardo Vargas Landeros, consistente en la hipótesis de que fue la destitución del Alcalde de Ahome, consensuada entre todas las bancadas que integran el Congreso del Estado, la que desencadenó la extensión de la narcoguerra en Los Mochis, planteándolo como factor de equilibrio para que la pax narca reine o sea rota con episodios violentos. Con esos amigos para qué quiere enemigos el político del trébol de cuatro hojas que una vez que se alivie de sus achaques tendrá que encarar al Poder Judicial por la carpeta de investigación relacionada con la compra sin licitar de patrullas. Piensen bien los incondicionales de GVL en lo que le desean, porque se les puede cumplir.