Cada ola del mar llega a la costa con un mensaje de esperanza, y regresa al horizonte como una gran marea con la promesa de un mejor mañana.
Todas y todos iniciamos el año con la pila cargada al cien, optimistas ante los propósitos que nos pusimos y que este año será mejor que el anterior.
Sin embargo, en estos últimos meses nuestra batería parece estar en líneas rojas y es difícil mantener la buena actitud cuando todos los días vemos en las noticias titulares sobre desastres ambientales, violencia y atentados contra los derechos humanos.
Suena a cliché, pero entre las nubes de oscuridad, debemos encontrar la luz que guía a la esperanza, aferrarnos a ella y compartirla.
En Oceana justamente hemos encontrado eso, esperanza, en las profundidades del mar. En las expediciones que realizamos en 2021, 2022 y 2024 descubrimos vida en los arrecifes de coral del Golfo de México.
También la hemos hallado en las costas, en las manos, en las caras y en las acciones de las comunidades pesqueras. Estas personas son las primeras en enfrentar las consecuencias de la contaminación en los mares y del cambio de temperatura. Quienes todos los días se embarcan a océanos menos abundantes. Los primeros en decir: “No me voy a cruzar de brazos, voy a hacer algo al respecto”.
Los ejemplos son muchos: las mujeres almejeras de Sinaloa, que al sembrar ostión y cuidar manglares protegen a sus comunidades; en Campeche, familias pescadoras comparten y enseñan la labor de proteger a las tortugas marinas en El Consejo Consultivo Tortugueros de Campeche.
También en Campeche, los pescadores se organizaron y crearon el Refugio Pesquero Punta del Tigre con el objetivo de “devolverle al mar lo mucho que les ha dado”; los buzos en Oaxaca limpian playas, siembran ostión y combaten la pesca ilegal.
En Tabasco, mujeres de la comunidad El Bosque, desplazadas de su territorio por los impactos de la crisis climática, se volvieron voceras y luchan para que a otras comunidades no les pase lo mismo.
Todas estas historias y acciones están guiadas por la esperanza de un mejor mañana, con océanos sanos y abundantes en beneficio de todas las familias mexicanas.
Después de conocer a estas comunidades y escuchar sus luchas, ¿qué puede hacer uno? Tener esperanza. Actuar a pesar del miedo, ser parte del movimiento sin importar la incertidumbre.
No hay acción tan grande, ni sueño tan inalcanzable que no podamos lograr en conjunto. Si te sientes solo o sola en tu lucha, recuerda que hay personas sumándonos desde diferentes lados, cada día más. En las costas y en las ciudades estamos tejiendo redes de esperanza.
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El autor es Guillermo Pérez especialista en Comunicación de Oceana