Rafael Buelna, el amigo en la guerra

ENTRE COLUMNAS
24/05/2021 04:00
“Sólo he cumplido o creído cumplir, con un deber que el hecho de haber nacido bajo el cielo sinaloense, me ha sido impreso en la frente” (Rafael Buelna en una carta dirigida a Dámaso Soto Mayor)

Ayer 23 de mayo se cumplió el 131 aniversario del natalicio de Rafael Buelna Tenorio. En su memoria, la Universidad Autónoma de Sinaloa celebra el Día del Estudiante, y como cada año, amerita un merecido homenaje para quien fuera el General más joven de la Revolución Mexicana, y también uno de mis personajes históricos favoritos.

La grandeza de Buelna, no se debe sólo a sus victorias durante la Revolución, sino por la fe que tenía en sus ideales y su amor a la humanidad. Son muchas las hazañas militares que tuvo, pero aún en medio de la guerra, el “Granito de Oro” mostró siempre su alta calidad humana.

Su padre contó alguna vez que cuando Rafael iba a atacar alguna plaza defendida por su ex compañero Juan Carrasco, siempre le avisaba: “ai te voy Juan, defiéndete porque te voy a derrotar”. Y Carrasco le contestaba: “Vente, Rafael, aquí te espero y a ver cómo nos toca”. Era pues, amigo hasta en la guerra; noble con el enemigo.

En otra ocasión, un 16 de agosto de 1915 estaba al frente en una batalla en La Labor, a unos kilómetros de Tepic, Nayarit. Fue una batalla encarnizada que se prolongó por tres días y el 19 de agosto entró triunfante a la capital nayarita. Con la detención de los ricos de la ciudad, su columna trataba de obtener dinero para la lucha que mantenía. Sin embargo, debido al estado de salud de uno de ellos, Juan de Dios Bátiz; revolucionario que lo acompañaba intercedió, a lo que Rafael ordenó que todos esos hombres quedaran en libertad.

Pero hay un episodio que pasaría a la historia como uno de los pocos y más grandes gestos humanos registrados en la historia de las guerras civiles en México, me refiero al día en que se conocieron los dos jóvenes militares Rafael Buelna y Lázaro Cárdenas del Río.

Este encuentro se dio en un episodio bélico en Teocuitatlán, Jalisco el 23 de diciembre del año 1923. El “Granito de Oro”, tenía 32 años de edad y Lázaro Cárdenas apenas 28. El primero comandaba una columna de las fuerzas rebeldes Delahuertistas y el segundo, dirigía una columna del ejército federal. Aunque ya maduro, Buelna en esos años tenía todavía el aspecto de muchacho audaz, inquieto y decidido.

El reconocido historiador mazatleco José C. Valadés, en su obra Rafael Buelna. Las caballerías de la Revolución, hace una detallada crónica de esta batalla. Eran las 11 de la mañana de ese 23 de diciembre cuando empezó el tiroteo que duraría hasta poco después de la media noche. Los federales se habían rendido y entregado las armas.

El General Cárdenas quien estaba herido desde las cinco de la tarde, al ser encontrado tras una cerca de piedra pidió hablar con el General Buelna antes de morir. “Quiero que como soldado y como caballero me prometa que mi gente será respetada. Todos no han hecho otra cosa que cumplir con su deber y con mis órdenes. Yo soy el único responsable, y adviértale que dispone de mi vida” pidió el joven convaleciente.

Después del encuentro en privado entre los dos generales, Buelna ordena que Cárdenas fuese inmediatamente conducido a Guadalajara para que se le atendiese con cuidado; que los soldados y oficiales fuesen tratados con todo género de consideraciones y escoltados hasta el campo gobiernista, dándoles la libertad.

No está registrado en la historia el diálogo que se dio en privado entre ellos dos, pero una hipótesis -que me gusta creer- es que los dos militares se reconocieron mutuamente como masones, y por ello le perdonó la vida.

Doce años después, en septiembre de 1935, siendo Lázaro Cárdenas ya Presidente de la República, los restos del “Granito de Oro” fueron traídos de Morelia a Culiacán, y sepultados en la Rotonda de los Sinaloenses Ilustres.

En una entrevista Lázaro Cárdenas comentó: “En verdad el General Rafael Buelna salvó mi vida allá en los altos de Jalisco, cuando mis fuerzas fueron derrotadas por la brigada buelnista y estuve a punto de ser fusilado por un jefe de segunda categoría, envuelto en la euforia de la victoria. Este gesto de mi General Buelna nunca ha sido olvidado por mí y prueba de ello fue que en mi avance hacia el norte en 1929 estuve en su tierra natal Mocorito, para recorrer los lugares por donde tantas veces se perdió alegremente la inquieta figura juvenil de mi salvador: Rafael Buelna Tenorio”.

Es cuánto....