Redimir la melancolía

ÉTHOS
07/09/2023 04:02
    De acuerdo con su etimología, la melancolía puede describirse como una bilis negra (melas, negro, y kholis, bilis), que era uno de los cuatro humores cardinales entre los antiguos griegos (los otros, eran la bilis amarilla, la sangre y la flema). El diccionario de la Real Academia Española la define como: “Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”.

    En la época actual, es muy común observar cuadros de tristeza, melancolía y depresión. Las cosas muchas veces no resultan como se desean y se propicia un caldo de cultivo excelente para caer en estados de desánimo, vaciedad y derrotismo.

    La melancolía se caracteriza por una tristeza que degenera en añoranza, abulia, desánimo, agotamiento, falta de energía y motivación, angustia, desgano, apatía y reclusión en el pasado.

    De acuerdo con su etimología, la melancolía puede describirse como una bilis negra (melas, negro, y kholis, bilis), que era uno de los cuatro humores cardinales entre los antiguos griegos (los otros, eran la bilis amarilla, la sangre y la flema). El diccionario de la Real Academia Española la define como: “Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”.

    No obstante, no hay que considerar la melancolía solamente en su aspecto negativo o patológico, también puede abordarse como un aliciente o estímulo creador, ya que al bajar a las profundidades de la emoción se percibe la necesidad de obtener el mayor provecho de la profunda postración, como lo dijo el filósofo español, Emilio Lledó, en una entrevista cuando cumplió 90 años (actualmente cuenta con 95) y se le preguntó si cambiaba la perspectiva con la edad:

    “Sí, cambia, y a veces te entra una pequeña veta de melancolía porque no quieres irte, pero entonces te asomas a los árboles y ves que las hojas se caen. Es el ritmo de la naturaleza, nace, florece y se agosta y, como por suerte somos hijos de la naturaleza, no tenemos más que asumir ese condicionamiento del tiempo”.

    ¿Redimo la melancolía? ¿Asumo el sabio ritmo de la naturaleza? ¿Aguardo el futuro con renovada esperanza?