Sobre la UAS, sin tomar partido

    En donde tiene razón el diputado, es en la importancia de transparentar los recursos públicos y verificar que el millonario presupuesto que se destina a los quehaceres universitarios cumpla los fines etiquetados. Que la promoción y estímulos de los profesores siga criterios estrictamente académicos y no políticos, y que ningún peso asignado a la UAS termine en el PAS.

    El importantísimo papel de las universidades públicas para México es inobjetable, de las aulas universitarias públicas egresan más del 80 por ciento de los profesionistas de este país. La calidad educativa de algunas casas de estudio supera incluso a las universidades con matrículas más caras de Latinoamérica. La universidad es ese espacio público en donde el pensamiento liberal, humanista y universal debe crecer y florecer para dar, como ninguna otra institución, frutos de progreso para la sociedad que las auspicia.

    La universidad pública, decía Vasconcelos, es el espacio de la transformación del pensamiento y la formalización del razonamiento, el único camino para alcanzar los sueños de modernidad, cultura y desarrollo. Varias décadas antes, Justo Sierra, pensó en la grandeza que alcanzaría nuestra nación, al poder dar a sus “hijos” la instrucción profesionalizante en las “artes y los quehaceres del conocimiento universal”. El sueño de las universidades que hoy tenemos, se construyó varios siglos atrás.

    Reflexiono lo anterior, como orgulloso egresado de la Universidad de Guadalajara, mi casa de estudios que desde bachiller me tuvo como alumno. Partiendo de ello, entiendo plenamente la importancia de la educación superior pública, pero no soy ajeno al apetitoso botín político y económico que una comunidad tan grande supone para los intereses de grupos diversos.

    En la discusión pública de la semana entre el Rector Jesús Madueña Molina y el diputado Feliciano Castro encontré algunas joyas que demuestran dos visiones erróneas respecto a la Universidad Autónoma de Sinaloa, su papel público y el valor social de la misma. Trataré de explicarlo, sin tomar partido, algo de certezas y errores, tienen los discursos de los enfrentados.

    Para el diputado Castro, el tema central es el “salario” del Rector y los funcionarios de la monarquía dorada de la UAS. Ganan más que el Presidente y eso ante los ojos del pueblo debe ser un “pecado mortal” -jurídicamente hay un debate nacional al respecto de los organismos autónomos-. El director general del Instituto Politécnico Nacional gana 191 mil pesos al mes, el Rector de la UNAM gana aproximadamente 177 mil pesos al mes, el de la UDG mi alma mater 152 mil, el de la Universidad de Colima 162 mil, el de Autónoma de Tamaulipas 143 mil y el de Guanajuato 152 mil. El tema del salario no es un asunto diferente al resto de las universidades públicas, incluso algunas con menos matrícula tiene mayor salario que el Rector de la UAS.

    En donde tiene razón el diputado, es en la importancia de transparentar los recursos públicos y verificar que el millonario presupuesto que se destina a los quehaceres universitarios cumpla los fines etiquetados. Que la promoción y estímulos de los profesores siga criterios estrictamente académicos y no políticos, y que ningún peso asignado a la UAS termine en el PAS.

    De la misma forma el Rector tiene razón cuando afirma que la autonomía universitaria debe ser respetada, que el papel de la UAS mejoró en los últimos años, que hoy “la casa Rosalina” tiene altos estándares de calidad en licenciaturas y posgrados, una plantilla docente de primera línea con investigadores de reconocimiento internacional y espacio en sus aulas para que ningún aspirante se quede sin estudiar.

    Desafortunadamente, en lo que el Rector se equivoca es en la retrógrada visión que tiene sobre los asuntos de transparencia y rendición de cuentas, reflejo de la cultura de opacidad de la institución, el Doctor titular de la máxima casa de estudios de Sinaloa se quedó en el obsoleto discurso noventero que afirmaba que la “exhibición” de los salarios pone en riesgo la seguridad de los servidores públicos. Para Madueña y muchos universitarios, todas las reformas y avances en materia de transparencia les han pasado de noche. La visión patrimonialista del recurso público es una de las principales enfermedades en la mayoría de las universidades públicas del país. Luego le seguimos...

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