Sugerencias para los críticos opositores

    Lo que sí ya no es admisible es que sigan con argumentos que buscan neutralizar o descalificar un proceso que va andando, que si bien tiene problemas y críticas imposibles de negar, lo central es que efectivamente está produciendo cambios profundos en términos de la cultura política mexicana y por tanto, de las relaciones del poder, las jerarquías, los valores y la idea de nación que queremos muchos construir como país

    Es tan desmesurado calificar al actual gobierno de México de dictadura, fascismo o estado fallido, lo mismo que usar la palabra populista como sinónimo de encantador de serpientes. También suena demencial cuando salen con que los simpatizantes del Presidente son todos zombis, boots o acarreados, porque la falta de matices al usar estos conceptos y descripciones los hace perder toda autoridad para opinar. Aún peor, cuando algunos supuestos analistas hablan de “la falta de valores cívicos” de la sociedad mexicana, la cual, muy por el contrario, está más activa, comprometida y consciente que nunca. Esto los hace parecer resentidos y hasta envidiosos de lo que provocan los líderes que no son ellos. Se suman a este rosario de quejosos algunos trasnochados que fuera de su momento histórico descalifican todo proyecto realizado como si no alcanzaran a entender que se trata de obras y planes que llevan un tiempo, pero avanzan. Tal parece que los críticos de antaño son los criticones del presente. Es como si en lugar de ser miembros de esta comunidad política hubieran llegado ayer al País y se estuvieran enterando que la corrupción es un mal endémico que no se acaba por decreto, aunque el Presidente lo quisiera; que la devastación y el despojo han sido las reglas del sistema neoliberal por años y que, como diría el ex Presidente Rafael Correa, de Ecuador: “ganar las elecciones no significa tomar el poder” y, por tanto, como en ese país, también en México los poderes fácticos han mantenido una lucha frontal contra toda propuesta de cambio para aminorar la desigualdad con tal de preservar sus privilegios e incluso incrementarlos.

    Por eso, como los opositores desconocen este escenario no pueden articular un discurso que les permita presentar propuestas ni generar campos de lucha atractivos. Salir con que van a hacer a México democrático en medio de una ebullición democrática es solo hacer tiempo porque no les queda otra cosa. Por eso, para ayudarlos un poco voy a darles unas cuantas ideas que pueden considerar para hacer contrapeso al propio Gobierno, convocar a un sector de la ciudadanía que anda en busca de líderes, dejarse de rollos al aire y tomar acciones precisas. Con esta propuesta pueden hacer slogans, banderitas atractivas para sus próximos mítines y, sobre todo, escribir discursos bien redactados que les eviten la pena a sus diputadas y senadoras de decir cualquier cosa con tal de pasar a la tribuna y acabar haciendo ridículos monumentales.

    En esta ocasión les voy a compartir una propuesta concreta que seguramente va a convocar tanta gente como la que acompañó a López Obrador al Zócalo el 1 de diciembre -es sarcasmo-. Considérenlo. Una de las demandas más sentidas de la sociedad mexicana es el ataque frontal a la impunidad como la incapacidad de que la justicia se materialice en la persecución, castigo e incluso resarcimiento del daño causado por un crimen de cualquier tipo. Materializar este proceso le corresponde a las fiscalías y a todo ese aparato de justicia que, a pesar de los tres años del actual gobierno, sigue sin mayor complicación, aunque todo mundo los voltee a ver. Es un poder que se mueve a sus tiempos y sin mayor prisa. Dada esta situación, los opositores podrían dirigir sus fuerzas, discursos y criticas a ese poder que sigue siendo un hoyo negro que engulle expedientes y es la hora en que no sale del 98 por ciento de impunidad lacerante. Esta decidida acción les ganaría muchos adeptos porque el Poder Judicial tiene muchas cuentas pendientes con la ciudadanía y una baja aprobación, lo que le daría legitimidad, ya que exigirles a los jueces dar cuenta de sus actos no es cualquier cosa y se escudarán en su autonomía. No sé, piénsenlo. ¿Qué ciudadano no estaría feliz de ver a los conferencistas estrella o los comentaristas V.I.P. de los medios de comunicación corporativa, hablando de manera precisa de los casos no resueltos de los desaparecidos de cada estado, dando los nombres de los jueces que llevan los procesos que siguen atrasados o mencionando las triquiñuelas burocráticas con las que se alargan los procedimientos legales en este país? Eso es más concreto que hablar de refundar la democracia y bastante más directo que buscar descalificar a López Obrador diciéndole dictador o populista porque según ustedes controla a millones de mexicanos aparentemente mediante sus discursos mañaneros. Además, después de todo, ni siquiera el Presidente que ha abierto frentes contra cualquier cantidad de temas y personajes, ha logrado que ese pesado elefante reumático que es el poder sobre el que recae el combate a la impunidad, se actualice a la velocidad que demandan los tiempos del México actual.

    Cosa de analizarlo, señores y señoras opositores, a lo mejor hay temas, como este, que no han explorado como campos de acción política donde pueden confrontarle algo de su popularidad al Presidente y ganar así algunos puntos que los reanimen.

    Lo que sí ya no es admisible es que sigan con argumentos que buscan neutralizar o descalificar un proceso que va andando, que si bien tiene problemas y críticas imposibles de negar, lo central es que efectivamente está produciendo cambios profundos en términos de la cultura política mexicana y por tanto, de las relaciones del poder, las jerarquías, los valores y la idea de nación que queremos muchos construir como país.

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