Un partido que se dice democrático pero que es incapaz de organizar unas elecciones medianamente ordenadas, creíbles, limpias, acordes con sus propias reglas, sin utilizar recursos públicos y sin recurrir a las prácticas del acarreo, compra de voto, carruseles, golpes, relleno de urnas y un largo etcétera, hará lo mismo a la hora de competir contra sus adversarios de otros partidos y, peor, hará lo mismo a la hora de gobernar.

    Si la democracia que promete Morena se parece en algo a la que se vivió el fin de semana pasado en el proceso interno para la designación de los integrantes de su Congreso Nacional, malos augurios le esperan a México y a las elecciones del 2024.

    Un partido que se dice democrático pero que es incapaz de organizar unas elecciones medianamente ordenadas, creíbles, limpias, acordes con sus propias reglas, sin utilizar recursos públicos y sin recurrir a las prácticas del acarreo, compra de voto, carruseles, golpes, relleno de urnas y un largo etcétera, hará lo mismo a la hora de competir contra sus adversarios de otros partidos y, peor, hará lo mismo a la hora de gobernar.

    Los congresos internos de Morena casi siempre han sido desastrosos y muchas veces anulados. El último (VI Congreso Nacional Extraordinario) fue inicialmente pospuesto y después cancelado por pugnas internas que involucraron a Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional de Morena, a Yeidckol Polevnsky, presidenta interina, a Mario Delgado, coordinador de la bancada en la Cámara de Diputados y a Alejandro Rojas, consejero nacional del partido.

    Que Mario Delgado -dirigente formal de Morena- haya llamado a la jornada del fin de semana una “jornada histórica” o “un gran ejercicio democrático” choca con las imágenes que ofrecieron las redes, los periodistas, los observadores y los propios militantes de ese partido. No solo de los llamados conservadores sino también de los notables de las distintas corrientes al interior de Morena (John Ackerman versus Epigmenio Ibarra) y de los militantes que se han inconformado y denunciado las trampas y la violencia. Empata, eso sí, con la ya larga tradición de Morena (antes PRD) de no tener el menor éxito en los procesos para elegir a sus asambleas y consejos, a sus dirigentes nacionales o a sus candidatos para competir por los cargos de elección popular.

    Que López Obrador -dirigente real del partido- reconozca pero minimice los “batazos”, afirme que la jornada fue “buena y democrática” y que a diferencia de lo que ocurre en otros partidos, en Morena el pueblo es el que decide, es decir mucho. Que acepte que hubo irregularidades pero que no son comparables con las elecciones para elegir candidato del PAN en 2006 es un absurdo.

    Aquí, otra promesa incumplida de AMLO. Hernán Gómez ha recordado (El Heraldo, 31 de julio de 2022) que en octubre de 2019 -antes del último intento de elegir a los órganos de dirección del partido- el presidente advirtió: “El servidor público que intervenga en los procesos internos de los partidos y en particular en el proceso de renovación de la dirección de Morena, va a ser despedido del gobierno, y, no sólo eso, voy a pedir, con todo respeto, a la Procuraduría Electoral de la Fiscalía General que intervenga ... ya no hay partido de Estado”. Que sepamos, no hay ninguna denuncia en este sentido a pesar de que está comprobado que integrantes de su gobierno han participado de manera activa en estos procesos.

    Que los demás partidos no sean democráticos en nada exculpa que no lo sea Morena. Que las prácticas clientelares y el desvío de recursos públicos sean parte de los usos y costumbres de los partidos gobernantes anteriores tampoco. Pero que se finja demencia y se quieran presentar como producto de la voluntad del pueblo es quererse y querernos tomar el pelo.

    Si López Obrador no pudo controlar la elección del fin de semana pasado y permitió los enfrentamientos entre sus principales liderazgos ¿qué pasará con la selección de candidato a la Presidencia? ¿Por qué habría de creérsele que el proceso será limpio y democrático y no se decidirá “nada más por los de arriba que hacen los acuerdos”? ¿Hay alguna diferencia entre una decisión tomada por aquellos que comen en algún “restaurante de lujo de la ciudad de México” y aquellos que deciden en alguna oficina de Palacio Nacional?

    En realidad no importa quién tenga mayor número de consejeros. Quizá por eso el Presidente permitió que dieran el espectáculo que todos constatamos el pasado fin de semana. Al final la decisión para renovar la dirigencia de Morena, los candidatos a Gobernador en 2023 y él o la candidata presidencial será tomada por el líder del movimiento que aspira a ser partido.

    El partido, como el gobierno, se maneja fuera de toda institucionalidad. Las normas se siguen a contentillo en uno y en otro. El modo de operar del partido y del gobierno es el mismo: centralizado, concentrado y unipersonal. El gobierno y el partido tienen dueño.

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