Teuchitlán, no hay que acostumbrarse

    El rancho de exterminio y esclavitud laboral encontrado por el colectivo Guerrero Buscadores de Jalisco en Teuchitlán constituye un escándalo que ojalá se sostenga en el tiempo, y sobre todo en nuestra conciencia.

    La semana pasada el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco dio a conocer en redes sociales imágenes perturbadoras de un predio en Teuchitlán en el que había crematorios clandestinos, restos de ropa y pertenencias personales, cientos de tenis, libretas, en fin, huellas de un exterminio masivo. Pero, al decir de la líder del colectivo, dicho predio no sólo funcionaba como un lugar de exterminio, sino que era un centro de reclutamiento del Cartel Jalisco Nueva Generación.

    Las imágenes macabras y la revelación de un centro de adiestramiento constituyen un escándalo que ojalá se sostenga en el tiempo, y sobre todo en nuestra conciencia. Que para quienes están acostumbrados a convivir con imágenes fuertes, el hallazgo haya resultado especialmente impactante, dimensiona el tamaño de la tragedia. Es claro que escaló la evidencia.

    Por supuesto que para que dicho predio hubiera podido operar con ese volumen de gente fue necesaria la colusión de autoridades de todos los niveles, y no sólo hay que ubicar y castigar a quienes permitieron por omisión o comisión esos atropellos, sino asumir de una vez que la impunidad está más que enquistada en nuestro tejido institucional, y actuar en consecuencia.

    Cuando digo que hay que seguir escandalizándonos con la tragedia de Teuchitlán es para no normalizarlo, para conservar nuestra capacidad de indignación, y para desterrar de una vez la narrativa del oficialismo según la cual, esas imágenes, esas masacres, esas evidencias, no forman parte de nuestra realidad y es siempre la prensa enemiga, nacional o extranjera, la que amplifica con mala leche las cosas. Las imágenes son demasiado perturbadoras como para dejarlas fácilmente en el olvido.

    Pero también ojalá nos recuerden que debemos revisar la ruta que estamos emprendiendo para solucionar el problema de la delincuencia organizada y la recuperación de nuestra propia soberanía en territorio nacional. Y ahí, por desgracia, no todo son buenas noticias.

    Es celebrable que por la vía de los hechos se esté abandonando la estrategia de abrazos no balazos, pero si anticipamos qué podrá pasar con el acceso a la justicia bajo la muy desaseada y poco confiable manera en que se va a reformar el Poder Judicial, el optimismo no tiene cabida. Cancelar la meritocracia e instaurar un régimen electivo es la peor manera para fortalecer la impartición de justicia.

    Y si le sumamos el debilitamiento sistemático a nuestro incipiente federalismo, tampoco nos podemos ilusionar con fiscalías o policías locales que puedan desarrollar capacidades para hacer frente a tragedias como las de Teuchitlán. Tiempos difíciles a los que ojalá nunca nos acostumbremos.

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    El autor es consultor internacional en materia electoral

    @rodmoralmanz

    Animal Político / @Pajaropolitico