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Historia

Defiende Esmeralda Patricia que la educación puede transformar el entorno de los niños en Culiacán

Desde el inicio de la pandemia, múltiples retos superó la habitante de la Ampliación Bicentenario para enseñar a leer y escribir a los niños y conseguir un aula por parte del Gobierno

Al llegar la pandemia, sin acceso a servicios públicos como la electricidad y por consiguiente a Internet, a los infantes de la colonia Ampliación Bicentenario, al lado del Basurón Municipal de Culiacán, se les dificultó seguir aprendiendo.

Esmeralda Patricia Quiñonez Terán, habitante de la colonia y pepenadora durante 12 años, miró la problemática que había en el lugar, pues también miraba que sus hermanas batallaban por el acceso a Internet o al no tener un teléfono adecuado para entrar a clases virtuales.

“Yo inicié con un proyecto educativo en el tiempo de la pandemia, derivado a que estar en una de las zonas más pobres de Culiacán, pues viene la pandemia, no hay tecnología, no todos podían tener un acceso a un celular, a Internet, a una televisión donde pasaban las clases en línea”, dijo.

“En ese momento mis hermanas estaban estudiando Ciencias de la Educación, que también fue súper complicado el tiempo de la pandemia, ya que no tenían el recurso para estar poniendo Internet o ni siquiera tenían un teléfono nuevo”, comentó Quiñónez Terán.

Mencionó que con ayuda de su familia pusieron Internet y con eso no sólo se beneficiaron sus hermanas, sino las infancias que no podían tomar clases en línea.

Por consiguiente, Esmeralda Patricia se percató que muchos de los niños de la colonia nunca habían ido a una escuela y por lo tanto, no sabían ni leer ni escribir, así que entonces decidió abrir una escuela bajo la sombra de un tejaban para darles clases entre 10 y 15 menores.

“Abrimos un lugar, un tejaban, donde pusimos Internet, lo acondicionamos para recibir a unos 10 a 15 niños que teníamos identificados que tenían ese problema, luego se vienen unas personas, nos ayudan, se hace algo mediático”, explicó.

“Empezamos a notar que mucha gente en la colonia tenía problemas en ese aspecto con los temas de cómo poder acceder a la información y ahí se viene escuelita temporal”, expuso Quiñonez Terán.

Entre los menores que no sabían leer ni escribir se encontraban niños de 12 o 13 años que jamás habían tenido acceso a la educación u otros que los pasaron de grado sin saber estas habilidades primordiales.

Así duraron toda la pandemia, sin ella ser maestra enseñaba con lo poquito que podía, ya que sólo había estudiado hasta la secundaria, pero se sentía con la capacidad suficiente para enseñar.

“Se termina la pandemia, los niños que podían regresar a una escuela regresan y los demás niños se quedan otra vez sin acceso a la educación”, dijo.

“Entonces salgo otra vez a buscar ayuda al Gobierno, podemos después de tanta presión y llegar a acuerdos y tanta gestión, podemos conseguir un aula”, precisó Esmeralda Patricia.

El día de hoy tienen un aula de recuperación educativa donde enseñan desde primaria hasta secundaria con ayuda del Gobierno del Estado para atender a esos niños, adolescentes y adultos que no tuvieron la oportunidad de aprender a estudiar.

“Cambiar el entorno donde crecerán mis hijos y cambiar un poco el destino de algunos niños, porque yo sé que es sentir los gusanos caminar en tus manos mientras buscas cosas en la basura. Ellos merecen un mejor futuro que el que tuvieron sus padres yo fui pepenadora por 12 años”, expresó Quiñonez Terán.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hasta el 2020 en Sinaloa, en promedio 4 de cada 100 personas de 15 años y más no saben leer ni escribir y a nivel nacional son cinco.

Las estadísticas también demostraron que el 20.8 por ciento de esas personas son mayores de 75 años, de ahí le siguen los que tienen entre 60 y 74 años, con un 7.9 por ciento.

Asimismo, los de 45 a 59 años ocupan el 3.1 por ciento, de 30 a 44 años el 2.1 y por último, los que tienen entre 15 y 29 años demuestran el 0.9 del total.

En el 2015 también en promedio cuatro de cada 100 personas mayores de 15 años no sabían leer ni escribir, en el 2010 y 2005 eran cinco y durante el 2000 fueron seis.

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