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"Columna semanal"

"EDUCACIÓN EN LA FAMILIA: ES LA INCERTIDUMBRE LO QUE MATA AL HOMBRE"

"Es la incertidumbre lo que mata al hombre, así dice el dicho y suele ser cierto."
EDUCACIÓN EN LA FAMILIA

Es la incertidumbre lo que mata al hombre, así dice el dicho y suele ser cierto.

Todos tenemos esa experiencia y qué tan desgastante puede llegar a ser no saber los resultados de un examen de admisión, la calificación de X materia, si conservamos el trabajo o el diagnóstico de pruebas médicas, me quiere o no me quiere, saber aunque no sea bueno, por lo menos da para saber a qué atenernos y el siguiente paso o lo que siga.

Bueno, pues si a los mayores nos cuesta sentir que el tapete se nos mueve, nos cuesta concentrarnos y andamos de pocas pulgas, no importa cuánta experiencia se tenga, calculen cómo se sentirán los niños que no la tienen, sabemos que una cierta dosis de estrés es buena, nos ayuda a crecer, a madurar y permanecer alertas.

Pero, permanente y sin resolverse no ayuda, la incertidumbre quita la paz y la alegría.

Entonces, si como decimos, queremos que nuestros hijos sean felices, tenemos que: primero, no crearles incertidumbres desgastantes, que no depende de ellos resolver, los mantienen tristes, malhumorados, inquietos; sus hijos tienen compañeritos en la escuela que ya no tienen una familia con papá y mamá en la misma casa y luego pueden estar viendo que en la suya hay tensión, hay gritos y enojos, a veces sirven de intermediarios o tienen que escoger partido, están con la incertidumbre de cuándo se quedarán sin familia.

Cuando decidimos formar una familia, nadie nos dio certificado de que seríamos felices para siempre desde el primer día al último, así nada más, todo lo que vale la pena cuesta, y hacer una familia cuesta mucho.

Hay que saber ceder, pedir disculpas, disculpar, acomodar temperamentos y costumbres, ayudar, dar las gracias, y saber manejar los conflictos que en todas partes hay, saber reconciliar, no aventar la toalla a las primeras escaramuzas y no querer seguir viviendo como solteros, con los privilegios de casados y estar disponibles siempre.

Donde los papás no son felices, los hijos menos, ellos no tienen culpa ni manera de solucionar nada, entonces se supone que tenemos que poner los medios para que los hijos sean felices, es nuestro trabajo.

Si hay que hacer sacrificios se hacen y ya, cuando ya no dependan de papá y mamá, entonces se habrán creado los hábitos y los recuerdos que les ayudarán a seguir siendo felices por su cuenta; mientras, hay que crear el espacio perfecto para la felicidad.

Hay hábitos de felicidad, la clave está en formar buenos hábitos, para eso hay que quitar los estímulos que distraen a los niños de su meta, solo establecer una meta a la vez, para que se convierta en un hábito fuerte.

Que nuestras metas de comportamiento sean públicas, discutiéndolas con ellos, para aumentar las expectativas y la presión.

Hablo del estrés bueno, que hace que venzan obstáculos, dan seguridad, sensación de logros y terminan en hijos que son autónomos en todos sentidos.

Porque saben controlar sus emociones, sus antojos, desapareciendo las tragedias, saben vestirse, hacerse desayuno o merienda, poner la lavadora y ordenar la casa, saben dónde viven, su dirección, teléfono, los de sus padres, sus nombres y apellidos, contestar el teléfono, tienen horario de tareas, de juegos, de descanso, saben apreciar la naturaleza y disfrutarla, lo mismo que la música y la pintura.

Bien importante, enseñarles a ser autodisciplinados, recordemos que más allá de la inteligencia, este es el factor más importante a la hora de pronosticar el éxito en el futuro, en realidad es la virtud (hábito bueno) que ofrece la señal más clara de bienestar.

Los niños, que en un experimento se resistieron a la tentación de un segundo malvavisco, pasaron a desempeñarse mejor en sus vidas de adolescentes y adultos, ayuda que las recompensas no sean inmediatas, ni siempre, ni por cualquier cosa.

Si obtienen siempre lo que piden en cuanto lo piden, sin ningún tipo de merecimiento, luego no soportaran ningún tipo de negación o frustración y serán infelices siempre.

Una de las razones por las que se piensa que hoy los niños son menos felices que antes, es porque tienen menos tiempo libre para el juego no estructurado, que es importante, porque les ayuda a autorregularse, promoviendo su bienestar físico, social, emocional e intelectual.

Si no tienen el tiempo adecuado para jugar libremente, cómo van a aprender a trabajar en grupo, compartir, negociar, resolver conflictos, hablar por sí mismos y fomentar su creatividad e imaginación, si siempre están en clase de algo o haciendo tareas.