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Violencia

El día que el miedo se apoderó de Navolato: el operativo que terminó con ‘La Perris’

Por unas horas, la cabecera municipal de Navolato dejó de ser un lugar tranquilo. Las detonaciones no cesaban, un helicóptero cortaba el cielo y los vecinos solo podían resguardarse, orar o llorar
24/05/2025 15:17

NAVOLATO._ Eran pasadas las 03:00 de la tarde cuando el ruido comenzó. Primero fueron unos truenos secos, luego ráfagas más intensas, repetidas y largas.

El sonido retumbaba en las calles de la colonia Ciudades Hermanas, pero el eco se extendía por todo Navolato. En el cielo, un helicóptero militar sobrevolaba la zona mientras elementos de fuerzas federales y estatales rodeaban una vivienda en la calle Cofradía.

El objetivo: detener a Jorge Humberto Figueroa Benítez, alias “La Perris”, presunto jefe de seguridad de una célula del Cártel de Sinaloa.

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Dentro de las casas, la gente solo atinaba a esconderse.

La señora Teresa -nombre ficticio por seguridad- regaba sus plantas cuando escuchó los primeros disparos.

“Me acuerdo que era un día asoleado, un día normal, cuando se empezó a escuchar el ruido. Mi esposo al principio decía que podía ser por el movimiento de un tráiler o algo, y yo le dije es que eran balazos, fue entonces que nos fuimos a la cocina, porque está al fondo y está chiquito, ahí nos metimos, arrastré como pude dos sillas para sentarnos y agacharnos porque somos diabéticos, y ahí estuvimos porque tiraban, y tiraban, y tiraban”, recuerda aún con la voz temblorosa.

“Me puse a orar, nunca nos había tocado esto, mi esposo tiene 72 (años) y jamás le había tocado esto. Cerré las puertas con llave y seguro y todo, porque imagínate que se metan a la casa, nomás en las películas se veía esto”.

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Afuera, el operativo avanzaba. Los militares rodeaban el domicilio objetivo, mientras desde el interior respondían con fuego. Las calles quedaron vacías. Solo el zumbido del helicóptero, el estruendo de las ráfagas de alto calibre y el golpeteo de los casquillos contra el asfalto rompían el silencio de un pueblo paralizado por el miedo.

En otro punto del municipio, un joven trataba de volver a su casa pero no lo dejaron.

“Estaba al sur del pueblo. Desde allá se veía el helicóptero. Me decían que no me acercara. Me quedé en casa de un amigo, pero quería volver. No me dejaron pasar hasta como las 09:00 de la noche. Todo estaba lleno de policías y soldados”, relata.

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No todos quisieron mirar. Algunos prefirieron el silencio. Como don Manuel, quien se encerró sin querer saber más.

“No me animé a salir. Se escuchaban muy fuerte. Yo no me quise enterar. Me encerré. Dicen que mataron a uno, pero yo no supe. No quise saber”, reitera.

La jornada terminó con la confirmación de que “La Perris” había sido abatido. Sin embargo, el miedo quedó instalado entre los vecinos. Al día siguiente, las calles de la colonia seguían desiertas. Pocos se asomaban. Los más valientes regaban sus jardines o sacaban una silla al patio para respirar un poco en medio de la presencia militar que resguarda el domicilio.

“Nos quedamos todo el día en la casa. No salimos en ningún momento. Hasta hoy que salí a regar las plantas... y todavía están ahí afuera. Esperemos que esto mejore”, dice la señora Teresa mientras observa los restos del miedo esparcidos frente a su hogar.

En Navolato, la normalidad no regresó al terminar el operativo. Solo cambió de forma: ahora era el silencio, los cerrojos puestos temprano, los pasos medidos en calles donde, por un día, la guerra se hizo presente.

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