"El Padre Chacho, el exorcista de los sinaloenses"
Al Padre Chacho lo escogió la Iglesia por ser de los más escépticos.
Sin embargo, este ingeniero en sistemas ha visto cómo hay batallas contra el mal que se ganan sin más armas que la oración sacada de un libro, el poder de la cruz de San Benito y mucha fe.
Si usted se pregunta si ha habido exorcismos en Sinaloa, la respuesta es que sí.
Alberto Gerardo Gutiérez González fue testigo de un par de estos cuando estaba siendo entrenado para convertirse en el único exorcista diocesano en Culiacán.
La Diócesis de Culiacán abarca desde Pueblos Unidos hasta donde termina el estado al norte.
“Una persona que era de un rancho, una persona de muy escasa formación escolar y que hablaba perfectamente el latín, entonces eso es bastante difícil”, explicó.
“Y me tocó otro caso de que con la ayuda de una persona que conoce idiomas de aquí, descubrimos que hablaba en un alemán muy antiguo, de otra época, de siglos atrás, eso ya nos va diciendo de que aquella persona está... que tiene a alguien que conoce otras cosas, que normalmente ella no podía conocer”.
Desde que tomó el cargo, hace pocos años, no ha podido confirmar una posesión.
En Sinaloa, asegura el Padre Chacho, el mal puede ocupar a cualquiera, pero para poder asegurar que es una posesión, primero tiene que descartar problemas psicológicos o de drogas.
El exorcismo, según el Padre Chacho, es cualquier acción que pretenda o tenga como objetivo expulsar al demonio o cualquier entidad demoniaca, como Santanás o algún otro espíritu maligno.
“Dentro de la Iglesia Católica se hace después de que se realiza un estudio, ayudado por la ciencia médica, por la ciencia psicológica, para ver si aquella persona realmente está poseída por algún demonio y con un ritual especial, no se puede hacer así, sino con un ritual aprobado por la Iglesia Católica”, expresó.
“Fue aprobado por la Santa Sede para ser usado exclusivamente por el obispo o el sacerdote o sacerdotes que estén autorizados, nadie más lo puede usar, oraciones invocaciones que tiene como fin hacer presente a Cristo, a San Miguel Arcángel, a la Santísima Virgen”.
El Padre Chacho, quien oficia misa en la parroquia del Santo Niño de la Salud en la colonia Miguel Hidalgo de Culiacán, recordó que para que se decidiera comenzar con los ritos de exorcismo, antes de intervenir a aquel joven, primero se tuvo que comprobar que hablaba en lengua muerta y luego que se descartara que pudiera haber aprendido de algún libro o persona que conociera del caso.
Otros puntos que ayudan a comprobar que la persona es víctima posesión es que muestra una fuerza descomunal, que no concuerda con su capacidad corporal y que pueda incluso manifestar alguna habilidad especial, como levitar.
El sacerdote señaló que casi a diario recibe llamadas de auxilio, de personas que buscan alivio en la religión católica por acciones que parecen que tienen qué ver con el mal, sin embargo por su alto escepticismo primero debe descartar que estén bajo medicamento o en tratamiento psiquiátrico.
“Estamos en una línea muy delgada, en el ámbito de la enfermedad humana de cualquier índole y una posesión”, recalcó.
El total de los casos que ha revisado, agregó, tiene una solución psicológica o médica.
El Padre Chacho reveló que para convertirse en exorcista recibió entrenamiento especial en el Vaticano, con los mayores exorcistas del mundo.
En la diócesis, él es el único que ostenta el cargo para hacer un trabajo que antes correspondía solamente al obispo. Hoy sólo ellos dos tienen el permiso de intervenir y pelear esas batallas.
Hay herramientas, como la cruz de San Benito, que sólo él y el obispo la pueden tocar y observar.
De hecho, la cruz que se usa en los exorcismos está resguardada en una caja fuerte en la sede de la diócesis.
-Padre, ¿alguna vez ha tenido miedo de hacer este trabajo?
Satanás es como un perro muy rabioso, pero está amarrado y tiene un cierto rango hasta donde puede llegar... si yo me meto hasta donde él llega, me va a a morder.
Los exorcismos que sí se hacen
El Padre Chacho recalcó que los exorcismos que sí son más comunes son los que se realizan en casas habitación u oficinas, pero que no son iguales que los que ocurren en las películas.