La Agroindustria es un sector de gran potencial de desarrollo en América Latina

    De acuerdo con un reporte del Banco Interamericano de Desarrollo titulado “Competir en la Agroindustria: Estrategias empresariales y políticas públicas para los desafíos del Siglo XXI”, La agroindustria, es un sector de gran potencial para el desarrollo de América Latina.

    De acuerdo con el reporte, América Latina no crece lo suficiente, y los trabajos que genera son de poca calidad. La tasa de crecimiento per cápita de la región en los últimos 40 años ha sido menor que la del resto del mundo, por lo que no ha logrado disminuir la brecha de desarrollo con los países más avanzados. Históricamente, la gran mayoría de países que se desarrollaron lo hicieron a través de procesos de transformación estructural, movilizando a trabajadores de sectores de baja productividad (principalmente de la agricultura tradicional) a sectores de alta productividad (particularmente a la industria manufacturera), un proceso de transformación estructural que resultó en un aumento sustancial de la productividad agregada de la economía. Sin, embargo este enfoque puede que ya no sea la única opción.

    Como indica la Visión 2025 del Banco Interamericano de Desarrollo, la región necesita avanzar en la reactivación del sector productivo y el aumento de la productividad a partir de la innovación y el emprendimiento, el crecimiento de las medianas y pequeñas empresas, la adopción de nuevas tecnologías basadas en la digitalización, así como el fortalecimiento de las cadenas regionales y globales de valor.

    Por lo que es necesario explorar estrategias de desarrollo y transformación estructural que vayan más allá del sector manufacturero. Afortunadamente, otros sectores han experimentado en las últimas décadas un desarrollo notable hasta convertirse en prometedores vehículos de transformación estructural. En particular, tanto la agroindustria como los servicios exhiben hoy varias de las características que históricamente se han atribuido a la industria manufacturera. Por ejemplo, incluyen la utilización de métodos de producción avanzados basados en la incorporación de tecnología, la mejora continua y los ciclos de aprendizaje cortos, cuya dinámica depende de la adquisición de capacidades generales, aplicables a una amplia variedad de actividades productivas. En otras palabras, se han generalizado las oportunidades de creación de capacidades que pueden sustentar una producción moderna generadora de valor.

    En ese sentido, una estrategia de desarrollo más prometedora ya no consiste en movilizar trabajadores de la agricultura tradicional a la industria manufacturera, sino en lograr que, dentro de cada sector o industria, una mayor cantidad de trabajadores se empleen en firmas más productivas que utilicen métodos de producción más avanzados, es decir, una transformación estructural vertical.

    Pocos sectores ofrecen tantas oportunidades para una transformación estructural vertical en América Latina como la agricultura. Las granjas más modernas de la región están utilizando métodos de producción avanzados, incluyendo equipamiento de punta, agricultura de precisión, genética avanzada, etcétera. Estos desarrollos implican que, en la frontera, la agricultura se ha convertido en una industria tecnológica.

    The Economist (junio de 2016) lo expresó de manera precisa: “Las granjas se están volviendo más parecidas a las fábricas: operaciones estrechamente controladas para obtener productos fiables, inmunes en la medida de lo posible a los azares de la naturaleza”. Es cierto: las granjas más modernas realmente se están convirtiendo en fábricas. Mediante drones, sensores e imágenes satelitales, optimizan la cantidad de agua, los fertilizantes y los pesticidas requeridos en cada píxel de terreno y en cada momento para maximizar la productividad, como sucede con los procesos de producción justo a tiempo de las manufacturas.

    Sin embargo, los sistemas agroalimentarios van mucho más allá de la granja. Requieren una compleja red de vínculos hacia atrás y hacia adelante, así como vínculos laterales con agentes e instituciones económicos especializados que permiten que los productores compitan en los mercados nacionales o internacionales y respondan a una demanda cambiante. Estos vínculos incluyen la cadena de valor de insumos, tales como agroquímicos, maquinaria agrícola, semillas, biotecnología, etcétera; la cadena de valor del producto (procesadores, exportadores, mayoristas y supermercados, entre otros); y servicios laterales (servicios financieros, transporte, logística, tecnología de la información, etcétera). Todo lo anterior, además, requiere el soporte de bienes públicos (investigación y extensión, servicios sanitarios y fitosanitarios, apertura de mercados, infraestructura, regulaciones de uso de la tierra y regulación laboral). Producir con técnicas modernas y competir de manera exitosa en los mercados internacionales requiere de inversiones e innovaciones en todos los elementos del sistema.

    En la cadena de insumos, por ejemplo, los avances en el ámbito de la biotecnología han dado lugar a mejoras del material genético, generando plantas y animales de mejor calidad y más resistentes a las plagas, dando lugar, a su vez, a productos con cualidades específicas demandadas por los consumidores. Los instrumentos de edición del genoma, como CRISPR, prometen seguir revolucionando el sector. Por su parte, aguas abajo, las plantas de procesamiento se han vuelto cada vez más sofisticadas, con layouts optimizados y máquinas clasificadoras gestionadas por algoritmos de inteligencia artificial, lo que permite diferenciar los productos para diferentes mercados. Al mismo tiempo, la logística moderna contribuye a mantener los productos en óptimas condiciones durante el transporte y los coloca de manera confiable en mercados de destino cada vez más exigentes con la vida útil de anaquel requerida por los compradores. Además de una mayor utilización del conocimiento tecnológico, importantes transformaciones por el lado de la demanda generan nuevas y considerables oportunidades para la creación de valor en la agricultura moderna. A medida que aumentan los ingresos en los países en desarrollo, las personas cambian sus dietas, transitando de cereales básicos y almidones hacia dietas más diversificadas que incluyen productos como frutas y verduras, carnes y lácteos. En este contexto, estos productos, así como también insumos tales como los cereales forrajeros, actualmente, enfrentan demandas muy dinámicas. Al mismo tiempo, la mayor capacidad de pago en los países desarrollados induce a los consumidores de estos países a buscar las frutas y verduras que desean durante todo el año, incluso en los periodos de fuera de estación, lo que ofrece oportunidades excelentes en los países productores que pueden responder a estas demandas.

    Al mismo tiempo que se incrementa la demanda por estos productos, los compradores (incluyendo los consumidores finales) imponen nuevos y crecientes requerimientos sobre las propiedades de los productos que compran y consumen. Por ejemplo, los supermercados y las empresas procesadoras demandan productos alimentarios que cumplan con estándares cada vez más estrictos de inocuidad y de calidad, con mayor vida útil (vida de anaquel), y que se produzcan respetando los derechos laborales y de manera más amigable con el medioambiente. A su vez, los consumidores cada vez requieren información más detallada acerca de la forma en que se producen los productos que consumen, demandando desde sostenibilidad -productos orgánicos, prácticas sostenibles en el uso de recursos escasos como el agua- hasta prácticas de comercio justo.

    El reporte presenta una serie de casos de estudios y de recomendaciones, para que las empresas y países puedan aprovechar las grandes oportunidades que se presentan en los mercados regionales y mundiales de alimentos, pero que para aprovecharlas se requiere de empresas que inviertan en innovación, que adopten procesos de mejora continua y que adapten sus productos a los requerimientos cada vez más exigentes -en cuanto a calidad, inocuidad, cumplimiento de estándares, etcétera- de los compradores en los mercados de destino.

    Los casos de éxito presentados no están únicamente reservados para las grandes empresas de frontera. El sector ofrece excelentes oportunidades para conectar a los pequeños. Per para insertarse de manera exitosa, estos productores no pueden hacerlo de manera individual. Los casos documentados en el proyecto sugieren que la asociatividad -ya sea horizontal, en cooperativas o asociaciones de pequeños productores, o vertical, a través de una relación estrecha con firmas ancla o tractoras-es un requisito indispensable.

    Pero también requiere de Estados dispuestos a responder a los requerimientos del sector privado a través de la provisión de bienes públicos, el apoyo a la articulación de las cadenas y la resolución de otros problemas de coordinación. Aprovechar estas oportunidades de manera inclusiva, además, requiere de Estados que brinden acompañamiento constante, dispuestos a invertir en asistencia técnica y extensionismo, a proveer financiamiento y a apoyar esfuerzos asociativos, tanto a través del fortalecimiento de cooperativas y asociaciones de pequeños productores como de la atracción de nuevas empresas tractoras, a fin de poder escalar los modelos que permiten la incorporación de los pequeños productores. Los casos de éxito presentados en este informe (seleccionados entre cientos de casos que se presentaron en respuesta al llamado a concurso del proyecto) demuestran que sí se puede. Es cuestión de poner manos a la obra.

    Como se puede observar es un documento muy interesante del cual iremos presentando algunos capítulos adicionales, este fue solo el primero que presenta la introducción al resto del estudio.

    Fuente: https://flagships.iadb.org/es/MicroReport/competir-en-la-agroindustria-estrategias-empresariales-politicas-para-desafios-siglo-XXI

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