La vida de Francisco: un padre abocado a su familia y la lectura
CULIACÁN._ Cada día, apenas amanece, Francisco se despierta e incluso antes de desayunar, sale a las calles de Culiacán a dejar libros en las paradas del camión para que cualquier persona que los encuentre pueda acceder a una de estas piezas, que en algún momento disfrutó.
Es padre, profesor universitario jubilado y un apasionado por la literatura. Le gusta tanto que no solo la toma como su pasatiempo favorito, sino una manera de difundir la cultura y compartir con la comunidad un poco de lo que le gusta.
Aunque poco expresivo, en su actividad favorita encontró la vía ideal para fomentar e inculcar el hábito de la lectura en sus hijos, y de una manera ingeniosa y genuina, propagarla entre la comunidad.
“Es serio mi papá, pero cuando es un tema que le gusta, le gusta hablar, sobre todo cuando es de libros o de cine, pero sí es una persona muy reservada”, explica Édgar.
En medio de la contingencia sanitaria por la pandemia de Covid-19, Francisco decidió “sembrar” los libros que ya leyó en sitios públicos, generalmente cerca de planteles educativos, con el único interés de que alguien más aproveche y se nutra con la obra.
Así como el hábito lector, contagió a sus retoños Aleida, Tania y Édgar, para continuar con esta iniciativa que hoy sigue bajo el nombre “Lectura Para Llevar”.
“Encontró una actividad en la que, muy en el fondo, siente que puede ser útil para los demás eso que hace. Habla de una persona, un poeta interno, un poeta de la ciudad. Con una actividad muy particular que tiene generosidad en sí misma, le entrega a los demás algo que considera que les puede ayudar”, cuenta Aleida.
“Tiene una mirada poética de la ciudad y de la vida, por eso también no es expresivo en palabras, pero va buscando la expresión en la fotografía, en compartir literatura... Hubo un momento en que empezó a hacer cajas con todos sus libros para ir a entregar a las bibliotecas públicas, como que llegó un momento en que decidió que había que desprenderse de los libros para que los libros circularan, para que no estuvieran arprisionados. Los llevó a la biblioteca del tutelar de menores, el reclusorio de Aguaruto”.
El impulso por salir y compartir con los demás los libros de su colección, resultó tan sincero y espontáneo que ni siquiera avisó a su familia.
Ahora gracias a su familia, ha logrado viralizar la iniciativa para ampliar la red de difusión de la lectura.
“No nos dijo nada, fue más bien un día que andábamos con él en el carro y de pronto dijo “me voy a parar, espérenme tantito”, puso las intermitentes y lo vimos que se bajó y dejó los libros en una parada del camión. Ahí fue cuando lo descubrimos, nos tocó verlo in fraganti”, expresa Édgar.
“Empezó a usar el WhatsApp, Twitter, Facebook, ahora está en Instagram, quiere usar TikTok también próximamente. Ahí él se dio cuenta que las redes sociales iban a ser una herramienta para poder compartir el gusto por la lectura, avisarles a los lectores que había libros en las bancas, para recibir donativos”.
Pese al crecimiento del proyecto “Lectura Para Llevar”, el señor Francisco mantiene su discreción y reserva, cerrado a declarar públicamente, y centrado en seguir recorriendo las paradas del transporte público para “regar” libros.
“Me hace sentir muy inspirada que, después de haberse jubilado haya encontrado una manera tan bonita de realizarse. Yo lo siento así, lo siento realizado a través de esta pequeña cosa hermosa que hace”, relata Tania.
“Me hace sentir muy inspirada que, después de haberse jubilado haya encontrado una manera tan bonita de realizarse. Yo lo siento así, lo siento realizado a través de esta pequeña cosa hermosa que hace”.
Un lazo familiar estrechado por la letra
Como profesor universitario, la vida de Francisco estuvo inmersa en materiales didácticos como los libros, pero más allá del aula, la tinta y el papel han formado parte de su cotidianidad.
Desde pequeños, Tania, Aleida y Édgar han presenciado la fascinación de su padre por la lectura y por compartir esta pasión con los demás, comenzando por ellos.
Ha sido por esta vía como han construido momentos y recuerdos que estrechan la relación padre-hijos.
“A mi papá siempre lo vimos con libros bajo el brazo, pero además de los libros de las clases él siempre traía algún libro de literatura en sus manos, leyendo. Siempre lo observábamos en las tardes, sobre todo, en las tardes-noches, sentado a un lado de la puerta de la casa leyendo libros de literatura”, rememora Aleida.
“Recuerdo una vez que quise leer el libro de Lobo Estepario es de Hermann Hesse, yo tenía 13 años y me decía “no, ese libro no es para ti, más adelante para que lo comprendas más. Nuestro vínculo siempre se fue consolidando a partir de hablar de literatura, de hablar de música o de escuchar música juntos”.
Para el señor Francisco, tener un rato rodeado de libros con sus hijas es la mayor muestra de cariño paternal y manera de reforzar el vínculo con ellas.
“Una manera de conectarme con mi papá siempre ha sido a través de los libros. Ha sido un medio de convivencia y de compartir historias, de estar juntos, estar reunidos hablando de algún libro que leímos, por ejemplo”, describe Tania.
“Ocurría mucho esto de ir a la librería juntos a buscar libros. Era como una actividad natural de él. Así es como interactuamos. Era una convivencia silenciosa, no muy explícita. La disposición para tener esa conversación a través de los libros”.
Esta pasión, relata Édgar, se retrata en una rutina adaptada para acaparar su vida en compañía de sus seres queridos y las obras impresas.
“Los domingos, día libre para mí, para él, para la familia. Después de desayunar, irnos a un café y en ese café él lee un libro y yo leo otro, siento que ese es nuestro momento, nuestro espacio”, comparte.
“Antes de ir a dar sus clases, él se iba a tomar un café, a leer y ya de ahí a dar sus clases. Ahora que está jubilado, después de que desayuna y está con mi mamá, lo más seguro es que se vaya a un café a leer. Bueno, antes va y reparte los libros a las paradas del camión”.