Pese a crisis de inseguridad, fieles en Culiacán demuestran su fe en San Judas Tadeo
Madrugada de fiesta silenciosa y músicos cobrando por canción, no por hora. El fantasma de la violencia no permite vivir en plenitud, pero la fe a San Judas Tadeo mantuvo fieles a sus creyentes quienes acudieron a colocar su veladora y entregar su ofrenda.
Con el sol sobre el hombro, los vendedores de figuras religiosas ya montaban sus lonas para comenzar con la jornada de fiesta y consumo, junto a ellos un aromático carrito de esquites se robaba todas las miradas de los más madrugadores.
Las postales del festejo son las de la fe, las de la idiosincrasia mexicana en su máxima expresión; madres cargando a sus plebes con el ajuar verdiblanco del patrono, hombres llorando en silencio frente a su santo; pidiendo su intervención en algún problema que solo se atreve a decir en susurro y frente a un ser silente que solo le regresa esperanza.
Entre la multitud que se apresura a dejar su veladora a los pies del tradicional aparece una figura casi mítica del catolicismo sinaloense, los que pueden le piden su bendición y alguna palabra de alivio.
El Padre “Jeringas” esboza una sonrisa y un ademán lento pero preciso con su mano; todos se persigan.
La fiesta sigue, a medio gas, pero firme. Las misas llenan las bancas de la parroquia y las flores dan testimonio de que la fe está por encima de la crisis.