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"RETOS EN SALUD"

"REALIDADES Los animales quiméricos, ¿alternativa que salva vidas?"

"La creación de animales quiméricos responde a una serie de exigencias en el terreno de la demanda y disponibilidad de órganos y tejidos, ya que la donación de los mismos por personas vivas se ha visto limitada, principalmente por dos factores: la poca cultura de la donación y las técnicas de preservación de órganos"

Cada año, miles de personas en todo el mundo sucumben a la falla de algún órgano terminal mientras esperan procedimientos de trasplante que salvan vidas.

Según la Red de Adquisición y Trasplante de Órganos (OPTN por sus siglas en inglés), tan solo en Estados Unidos, en julio del 2019, se habían realizado 22,836 trasplantes de órganos; en contraste, existían 112,950 candidatos en la lista de espera y de estos, 80,621 (71.37 por ciento) llevan esperando más de un año, lo que ocasiona que cerca de 20 personas mueran diariamente.

El crecimiento continuo de la demanda de órganos se ve impulsado por el envejecimiento de la población, el aumento de la longevidad y las mejoras en la eficacia del trasplante de órganos, especialmente para pacientes más enfermos y frágiles.

Esto provoca que mientras los pacientes esperan en estas listas, dependen de varias máquinas y medicamentos para sobrevivir, lo que aumenta los costos de atención médica y deteriora en gran medida la calidad de vida del individuo.

Dado lo anterior, en los últimos años se han realizado diversas investigaciones en el área de cultivo de tejidos y manipulación genética para lograr satisfacer la demanda creciente de órganos.

Entre éstas podemos mencionar, las terapias génicas y la impresión 3D de tejidos.

Entre estas investigaciones ha destacado recientemente la generación de animales quiméricos para realizar estudios preclínicos de diversos medicamentos, la mejor comprensión de enfermedades complejas como es el caso del cáncer y la obtención de órganos.

¿Animales quiméricos?

Por un animal quimérico, se entiende un individuo compuesto de una mezcla de células de diferentes especies, parte humana y parte de origen animal, con la condición de que esta última no diste mucho del filum interespecie humano y animal, por ejemplo un cerdo, un mono, etc.

Sin embargo, la posibilidad de esta práctica ha desatado una serie de preguntas de eminente carácter ético que estamos obligados a responder, por ejemplo: ¿cómo se debería proteger el bienestar de las quimeras con cerebros humanizados? Si los animales quiméricos desarrollan capacidades cognitivas avanzadas, ¿deben recibir un tratamiento especial en lugar de ser destruidos al final de un estudio? Y el más controversial de todos: ¿los seres quiméricos merecerían el mismo trato que el ser humano en términos de su probable dignidad?

La creación de animales quiméricos responde a una serie de exigencias en el terreno de la demanda y disponibilidad de órganos y tejidos, ya que la donación de los mismos por personas vivas se ha visto limitada, principalmente por dos factores: la poca cultura de la donación y las técnicas de preservación de órganos.

De acuerdo con la Secretaría de Salud, en México, 7 de cada 10 personas dicen estar a favor de la donación, sin embargo, solo 4 de cada millón de personas efectivamente realizan donaciones de órganos.

A pesar de que los esfuerzos por mejorar estas cifras están avanzando, el suministro de donaciones de órganos humanos seguiría sin satisfacer la demanda actual y futura, sin mencionar que dicha alternativa es exclusivamente para algunos órganos, como lo es el riñón, la piel o un pulmón o parte de este.

Con respecto a las donaciones de órganos de personas fallecidas, los esfuerzos por modificar el marco ético que rige la donación de cadáveres de una política voluntaria y altruista han pasado a debates sobre cómo modificar el marco para recibir más órganos.

Algunos creen que al ofrecer una remuneración económica para que una persona, tras su muerte, ceda un órgano, aumentaría la oferta, sin embargo, muchos autores critican estas acciones debido a que habría una disminución en el respeto por la vida y la santidad del cuerpo humano.

Frente a estas limitantes es que la alternativa de creación de animales quiméricos ha cobrado interés dentro de la comunidad científica.

El proceso de la creación de animales quiméricos

El proceso de generación de este tipo de animales se basa en el uso de la complementación de blastocistos (conjunto de células previas al desarrollo de un embrión animal) para diseñar una quimera entre especies, donde se establece un huésped o sujeto de experimentación que pueda modificarse genéticamente y que carezca de uno o varios linajes (la tendencia que tiene una célula para diferenciarse hacia un tipo de célula para un tejido u órgano), proporcionando así un nicho permisivo para que una célula madre donante contribuya al linaje ausente en el embrión receptor.

La viabilidad de esta estrategia se ha amplificado gracias a la investigación realizada por Jun Wu y sus colaboradores en el 2017, con la derivación y el uso de células madre pluripotentes inducidas por humanos (hiPSC), que pueden obtenerse fácilmente de un paciente que desee o necesite el órgano.

La generación de órganos humanos dentro de las quimeras no sólo proporcionaría un medio novedoso para reducir la escasez actual de órganos trasplantables, sino que también podría evitar la necesidad de inmunosupresión de por vida, pues estas células, podrían derivarse del propio paciente para crear órganos genéticamente compatibles con su receptor y, por lo tanto, no provocarían una respuesta inmune.

Con este tipo de procedimientos, se garantiza que el receptor no tenga que depender de la disponibilidad y de las listas de espera, siendo él mismo el donante. Sin embargo, como mencionamos antes, esta práctica del entrecruzamiento de los límites entre especies no está exenta de dilemas éticos.

El dilema en esta alternativa

Las ideas principales que sustentan dicho dilema son la percepción de la sociedad de que el empleo de estas técnicas de modificación genética, tanto en la salud como en la producción de alimentos, sugieren prácticas “antinaturales” y/o a “jugar a ser Dios”, además del implícito sobe el trato diferenciado entre humanos y animales ya que los seres humanos, se supone, tienen un estatus ontológico, ético y legal distinto.

Sobre el argumento de la “antinaturalidad” de estas prácticas, podemos decir que es un hecho innegable que la mayor parte de las acciones del ser humanos pueden ser consideradas como “antinaturales”, partiendo desde las construcciones de edificaciones, ropa y máquinas hasta las prácticas de crianza, cultivo y cruzas de animales y plantas para el beneficio del ser humano.

Referente a la implicación de “jugar a ser Dios” podemos apreciar que, en ámbitos médicos y farmacéuticos, como el desarrollo de vacunas y antibióticos, tampoco son “naturales” y constantemente estamos “jugando a ser Dios” cada vez que los desarrollamos, manipulamos, recetamos o usamos, dado que estos compuestos han sido previamente manipulados o creados en laboratorios.

Una versión más moderada de las anteriores advierte que las nuevas tecnologías pueden ser peligrosas, ya que su novedad puede dificultar la predicción de las posibles consecuencias negativas de su uso, sin embargo, esto no sugiere el rechazo completo de estas tecnologías “no naturales”, sino solo el cuidado de anticipar y minimizar sus posibles riesgos.

Por otro lado, una vez establecidas las implicaciones técnicas de la práctica, existen otras reservas de carácter ético que debemos considerar: nos referimos al tema de la dignidad humana y el estatus moral de cada especie.

Autores como Jason Robert y Francois Baylis, en su investigación del 2003, consideran a la investigación quimérica: “...objetable porque la existencia de tales seres introduciría una confusión moral inexorable en nuestras relaciones existentes con animales y en nuestras futuras relaciones con quimeras”.

El potencial de confusión mencionado se refiere a que no se podría tener una distinción clara sobre los derechos de protección de estas criaturas, como también, el no saber si dichas criaturas son “dignas” del estatus moral innato que es concebido al ser humano.

La noción de dignidad humana es uno de los conceptos que en el ámbito del derecho y la filosofía presentan mayores problemas para su esclarecimiento y definición, en gran medida porque depende de la concepción filosófica en la cual se fundamente la argumentación; por ello tal vez la conceptualización de la dignidad más utilizada en la actualidad tiene un carácter meramente instrumental, en la que se hace referencia a la dignidad como el trato o respeto debido a las personas por su sola condición de seres humanos, pero sin entrar a señalar las razones o por qué se le debe ese trato, con lo que se deja a otros ámbitos de reflexión el indagar sobre la naturaleza humana o las características de lo humano que sustentan la dignidad.

Algunas personas asocian a la dignidad con la capacidad de la racionalidad, de entenderse a sí mismo y al entorno para adaptarse a él, asumiendo que solo por pertenecer a la especie humana per sé merecen ciertos privilegios sobre otras especies.

En esta línea se desarrollan ideas en las que el hombre es considerado como el ser más digno entre todos los existentes, concebido como un ser superior sobre los demás en tanto que es el único dotado de razón.

Este pensamiento se vio reforzado desde la Edad Media, época de gran influencia religiosa en la que se consideró al hombre como el rey de la creación, superior a todo lo creado, a imagen y semejanza de Dios mismo. Como resultado, estas creencias nos han llevado a desvalorizar el estado moral de los animales no humanos, ocasionando prácticas que son profundamente poco éticas hacia estos seres vivos.

Hablando del marco o estatus legal sobre la creación de quimeras, existen desde posturas rígidas como es el caso de Estados Unidos, donde a pesar de que las leyes federales no restringen la creación de quimeras parcialmente humanas se ha detenido el avance de dichos estudios por cuestiones bioéticas, hasta posturas laxas como el caso de Japón, donde efectivamente se ha dado luz verde a estas investigaciones, teniendo como base una regulación técnica y bioética que estipula las limitaciones en estos ámbitos, aunque en unos puntos resultan algo ambiguos y poco claros.

A manera de cierre

Aunque no se espera una humanización importante de tales animales en vista de la modesta contribución general de las células humanas y de la disponibilidad de técnicas para apuntar a un órgano específico, se espera un emergente miedo originado por la ignorancia colectiva que dará como resultado naturalmente una resistencia o rechazo espontáneo hacia este concepto.

Por lo tanto, se debe de realizar un plan estratégico dirigido a la divulgación de la información hacia la población sobre dicha tecnología, como también de una regulación apropiada para evitar o minimizar los problemas que puedan surgir relacionados con la investigación y las cuestiones bioéticas durante el curso de estos estudios, considerando los límites técnicos y éticos que no se pueden traspasar.

Al final, podemos concluir que la generación de animales quiméricos para la obtención de órganos humanizados es una tecnología prometedora que ha logrado demostrar su viabilidad tanto técnica como biológica. Los debates en torno a los dilemas sobre la dignidad de estos seres envuelven puntos de vista sustentados en supuestos poco claros y que se presentan desde un principio en la distinción tajante entre humanos y animales que es necesario revisar, discutir y actualizar no en vista de la reducción o pérdida del respeto hacia la humanidad y los derechos universales, sino a partir del desarrollo de técnicas que nos permitirían salvar o prolongar la vida del ser humano en este planeta, en un marco de protección, regulación y cuidado de los procedimientos que no violenten ni vulneren la dignidad que merecen todos los seres vivos del entorno, animales y humanos.

El autor es alumno de la carrera de ingeniería en biotecnología.

Responsable

Ernesto Diez Martínez Guzmán

Comentarios

diez.martinez@itesm.mx

“Las opiniones expresadas en esta página son responsabilidad de sus autores. No necesariamente representan el punto de vista del Tecnológico de Monterrey”.

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