"Recordarán por siempre a doña Leticia Magaña de Llausás"
Hablar de Leticia Magaña de Llausás es recordar a una mujer que dio amor sin límites, amor que no solo otorgó a su familia, sino a todo su círculo de personas con quienes tuvo la oportunidad de convivir. Con su fallecimiento, deja un gran vacío, pero también un gran legado en cada uno de sus hijos, sus nietos, de toda su familia.
Mazatlán fue la tierra que la vio nacer un 31 de agosto de 1930, en un hogar formado por sus padres don Trinidad Magaña Lizárraga y Libradita Velarde Alarcón.
Don Trini, su padre, fue uno de los fundadores de la Farmacia Moderna de Mazatlán y su mamá, Libradita, se dedicó al hogar, siendo Leticia la mayor de cinco hermanos, entre ellos José Trinidad, Martha, Ana María, y Ernesto.
Cuenta Leticia Llausás Magaña, la primera de sus hijos, que la infancia de su mamá fue muy feliz, que siempre se mantuvo apegada a su padre.
Fue en Mazatlán donde cursó la primaria en el Colegio del Pacífico, recorriendo en su camino cada día lugares como el paseo Olas Altas, o trasladarse en una de las tradicionales arañas del puerto, lo cual disfrutaba mucho, atesorando hasta sus últimos días el recuerdo de su querido colegio.
A sus 5 años cortando madera, con su hermana Martha.
La secundaria y la preparatoria las cursó en la antigua Escuela Preparatoria de Mazatlán, cuna de ilustres mazatlecos y donde conoció a los 16 años al joven Alejandro, siendo desde preparatoria novios, convirtiéndose desde entonces en el gran amor de su vida, sin imaginarse que él sería el inicio de una gran historia juntos, para siempre, y por más de 73 años.
Posteriormente se fue a estudiar a la Universidad Motolínia en la Ciudad de México, donde se recibió de Química Farmacobióloga, algo para esa época inusual, pero ella buscaba el sueño de apoyar a su papá en la botica y salió muy joven a estudiar.
En su juventud, doña Lety Magaña en Mazatlán con Alejandro Llausás.
Durante esos años en la Ciudad de México vivió en la Residencia Copenhague del Opus Dei, donde conoció a grandes amigas, cuya amistad conservó por siempre.
Dos años después de recibida contrajo matrimonio con el ya médico militar Alejandro Llausás Vargas, naciendo su primera hija Lety en la Ciudad de México y su segundo hijo Alejandro, en Mazatlán; para después tener que irse a residir a la Ciudad de Mérida, Yucatán, por un año, una ciudad muy lejos de su tierra y sin conocer a nadie, pero que le ayudó a formar su primer hogar y unir a su familia.
En su boda en Mazatlán con Alejandro Llausás.
Fue en Mérida donde vivió nuevas experiencias y costumbres que disfrutó mucho, conservando siempre un recuerdo muy especial de su gente, su arte y sus tradiciones. Después, su esposo es comisionado a la Ciudad de Guamúchil, Sinaloa durante siete años, en esa época es que nace su tercer hijo, llamado Eduardo, y también Javier, pero en Mazatlán.
Ese tiempo en Guamúchil, cuenta su hija, siempre la recordó como una época muy feliz, donde se forjaron amistades y compadrazgos que continúan hasta la fecha.
"Guamúchil fue para ella y mi padre Alejandro prácticamente un regreso a casa después de muchos años, donde vivió la infancia de sus cuatro hijos en libertad, plenitud absoluta y en contacto con la naturaleza, lo cual contribuyó mucho en su desarrollo personal, así como para unir a su familia y fortalecerla para dar el siguiente paso, un nuevo cambio que pronto se avecinaba con muchos retos y sacrificios como familia, pero también lleno de oportunidades", señaló Leticia.
Leticia comentó que su padre de nuevo debió regresar a la Ciudad de México para hacer la residencia de pediatría e infectología en el Hospital Infantil de México, además de cumplir su compromiso con el Ejército Mexicano en el Hospital Central Militar y la Base Aérea de Santa Lucía, lo cual significaba tener poco tiempo con su familia, pero ella siempre lo apoyó y cubrió este tiempo con mucho amor y cariño a sus hijos en su papel natural de madre y en ocasiones el de padre durante cuatro años.
Tras una larga temporada, de nuevo regresan a casa, en esta ocasión a Culiacán, donde finalmente fija su residencia definitiva y donde vivió durante 50 años, consolidando su familia y formando un hogar muy unido y siempre de puertas abiertas para todos, siendo siempre una excelente anfitriona, organizando siempre reuniones, buscando el pretexto ideal, todas con comida y con mucha alegría.
Sus hijos Javier, Lety, Eduardo y Alejandro.
Ella disfrutaba mucho viendo su casa llena de jóvenes, amigos, nueras y yerno, nietos, bisnietos, familia, pero en especial llena siempre de alegría, reuniones las cuales muchas personas recordarán siempre. En esta época vivió la juventud de sus hijos y los vio partir para realizar sus estudios superiores en Monterrey y en la Ciudad de México.
Después de terminar sus estudios, sus tres hijos varones Alejandro, Eduardo y Javier regresan a Culiacán y Lety finca su residencia en la Ciudad de México, formando cada uno su familia, y dándole ocho nietos y tres bisnietos, a quienes recibió siempre con mucho cariño y amor, y apoyándolos siempre.
"Su casa siempre fue para sus nueras, yerno y nietos un remanso de tranquilidad, diversión y aprendizaje, mientras ella realizaba sus pasatiempos favoritos como pintar, hacer sus crucigramas y en especial bordar, por ello cada una de las familias tiene un cuadro bordado por ella como recuerdo", señaló Leticia.
Mientras bordaba la acompañaban todos los días cientos de aves a las que alimentaba a diario con alpiste, milo y agua con miel, pendiente si llegaban, en especial la calandria, los colibríes, palomas, cientos de ellos, profesando así su amor por los animales, por lo que siempre tuvo mascotas en casa, y que convivían mucho con ella.
Siempre estuvo acompañada de su esposo y sus nietos.
Su amor no terminaba en los límites de su familia, se extendía a las de sus hermanos y amigos, de quienes siempre estaba pendiente. Las puertas de su hogar siempre estarían abiertas para quien la visitara y necesitara. Siempre tendría tiempo para todos y su comida favorita.
Tras su partida, destacó Leticia, la familia ha recibido muestras de afecto y cariño de muchas personas hacia ella.
"Para toda su familia siempre será un pilar, un ejemplo de caridad y fortaleza, de honestidad, de estar siempre ahí donde se necesita y cuando se necesita sin esperar nada a cambio y una gran compañera de toda la vida para su esposo, mi padre Alejandro", resaltó.
Festejando 60 años de matrimonio.